Viernes, 26 de Abril 2024

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- Agravios

Por: Jaime García Elías

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En teoría, la sistemática rendición de cuentas de gobernantes a gobernados es saludable; es, en toda la extensión del concepto, un ejercicio democrático. En la práctica, al volverse rutinaria, la dinámica pierde frescura, pierde espontaneidad, pierde eficacia, diluye la saludable intención que la animó, y ocasionalmente se presta a excesos lamentables.

La “mañanera” de ayer, por ejemplo…

-II-

Uno de los temas ventilados en esa sesión, en Palacio Nacional, fue la noticia de la detención, la víspera, de la esposa de Joaquín Guzmán Loera, (a) “El Chapo”, en Estados Unidos, por probable complicidad y participación activa en tráfico de drogas a la unión americana y en la evasión de su esposo del penal de Almoloya hace casi seis años. La primera parte de la respuesta presidencial fue casi impecable: es un asunto que compete a las autoridades estadounidenses… aunque dejaba en el aire la duda de si eventualmente las autoridades mexicanas no habían realizado indagatorias que las aproximaran a hipótesis similares a las que motivaron su encarcelamiento en Estados Unidos.

Por otra parte, al expresar que “a lo mejor por eso también es la detención, (indicio) de cómo se daba la relación, cómo se llevaba a cabo el contubernio, porque eso también fue un distintivo de los gobiernos neoliberales: la asociación delictuosa entre autoridad y delincuencia…; no se sabía dónde terminaba la delincuencia y comenzaba la autoridad”, el ilustre declarante deslizó un prejuicio; “contubernio” y “asociación delictuosa” implican serias acusaciones que una persona sensata evitaría disparar con tamaña ligereza.

-III-

Por su parte, acaso contagiado por la incontenible locuacidad de su anfitrión, el presidente argentino, Alberto Fernández, no quedó conforme con dedicarle algunas aromáticas volutas de su incensario. Decidió ir más lejos…

Al sostener que “México tiene -en el actual, se infiere- el primer presidente honesto en muchos años; el primer presidente decente en muchos años”, ofendió -quizá sin proponérselo, aunque soltando la lengua sin asegurarse de conectarla con el cerebro- a varios de sus predecesores. Aseverar que el actual es el primero “en muchos años” que merece ser calificado de honesto y decente, equivale a calificar de deshonestos e indecentes a Echeverría, Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto -por solo mencionar a los seis que sobreviven-, sin aportar un solo argumento que justifique los agravios.

Quizá quepa, como moraleja del cuento, una frase de Feijoo (religioso benedictino del Siglo XVIII): “Para quien ama la lisonja, es un enemigo el que no es adulador”.

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