Durante décadas, la imagen idealizada de la pareja "perfecta" ha estado marcada por una regla no escrita: él debe ser más alto que ella. Esta expectativa, alimentada por películas románticas, anuncios y hasta cuentos infantiles, ha calado hondo en la percepción colectiva de lo que debería ser “atractivo” o “normal” en una relación heterosexual. Pero, ¿realmente importa la diferencia de altura? ¿O se trata simplemente de un mito que responde más a mandatos sociales que a preferencias reales?La conversación sobre este tema ha vuelto a tomar fuerza gracias a figuras públicas que desafían este estereotipo. El ejemplo más citado es el de Zendaya y Tom Holland. Ella, reconocida actriz y modelo, mide aproximadamente 1.78 metros, mientras que él, conocido por su papel como Spider-Man, mide 1.69. A pesar de que esta diferencia es mínima, la pareja ha sido tema de discusión constante por "romper el molde", como si su relación fuera una excepción que debe ser analizada y justificada.Lejos de ser una rareza, estas dinámicas se repiten en muchos vínculos reales. Sin embargo, la presión sobre los hombres para ser "más altos" persiste, como si la estatura garantizara liderazgo, masculinidad o protección. De igual manera, se sigue esperando que las mujeres ocupen un lugar estéticamente más “diminuto”, perpetuando la idea de que la feminidad va de la mano con la fragilidad.Pero no todas las parejas que desafían esta convención han tenido finales felices. Otro caso mediático es el de Sophie Turner y Joe Jonas, quienes también tenían una ligera diferencia de altura (ella mide cerca de 1.75 metros y él alrededor de 1.70). Aunque su ruptura no tiene relación directa con su estatura, el juicio social en torno a su apariencia fue constante desde el inicio. Comentarios como “ella se ve más dominante” o “él parece su hermano menor” revelan cómo la percepción pública sigue anclada en prejuicios estéticos.Estos casos reflejan un problema de fondo: seguimos midiendo las relaciones por cómo se ven desde fuera, no por cómo funcionan desde dentro. La compatibilidad emocional, la comunicación, los valores compartidos o el respeto mutuo pesan mucho más que los centímetros que separan una cabeza de otra.Entonces, ¿importa si él es más bajo que ella? La respuesta corta es no. Lo que debería importarnos es si hay amor, respeto y complicidad. Lo demás -incluida la altura- son solo detalles que hemos aprendido a sobrevalorar por años de imágenes prefabricadas.Tal vez ya es hora de dejar de mirar hacia abajo (o hacia arriba) y empezar a mirar hacia adentro. MR