Miércoles, 30 de Julio 2025

“Duerme, cicatriz”: la voz de la generación de las “morras”

La novela de Nora de la Cruz aborda con humor y aguda crítica el cuerpo femenino, la identidad y la adolescencia, desafiando mandatos de género desde una perspectiva íntima y generacional

Por: El Informador

La autora explora los ritos femeninos, con un toque donde lo trágico y lo cómico van de la mano a lo largo de su narrativa. ESPECIAL

La autora explora los ritos femeninos, con un toque donde lo trágico y lo cómico van de la mano a lo largo de su narrativa. ESPECIAL

En su nueva novela “Duerme, cicatriz”, Nora de la Cruz se adentra en uno de los territorios más íntimos, complejos y políticamente invisibilizados de la experiencia femenina: el cuerpo. A través de “Lina”, una protagonista inadaptada y lúcida, la escritora mexicana construye un relato donde se cruzan el humor, la violencia, la adolescencia y la música de los años noventa para narrar lo que ha sido tradicionalmente silenciado en la literatura: el proceso de crecimiento de “las morras”.

“El cuerpo es el lugar desde donde quería hablar. No sólo como espacio físico, sino como territorio simbólico, afectivo y político. Todo pasa por él. Cómo te lo apropias, cómo lo percibes y cómo los otros te leen a través de él”, comparte Nora en entrevista con EL INFORMADOR.

Aunque la novela nace desde una perspectiva profundamente femenina, no es un texto exclusivo para mujeres. La autora lo constató con sorpresa durante una de las presentaciones del libro, cuando un lector le confesó sentirse identificado con “Lina” (la protagonista), precisamente por su carácter de inadaptada. 

“Él me decía que todo el tiempo sentía que había algo que se esperaba de él y no sabía cómo integrarse. Eso me sorprendió, porque la intención sí era muy clara en el sentido de poner en literatura experiencias que entre mujeres compartimos, pero que los hombres probablemente nunca habían pensado. Quizás esta sea una buena oportunidad para hacerlo. Así como nosotras leemos ‘La Ilíada’ y empatizamos con los guerreros, ahora ellos pueden empatizar con experiencias distintas a las suyas”.

En “Duerme, cicatriz”, los grandes temas -el descubrimiento del cuerpo, la violencia obstétrica, la presión por cumplir ciertos mandatos de género, la pérdida gestacional- se narran en un equilibrio entre lo trágico y lo cómico. 

Nora, que ya había explorado el tono farsesco en su primer libro “¡Te amaba y me chingaste!”, confiesa que esta vez se contuvo a propósito. “Yo hubiera querido que fuera mucho más humorístico, pero me interesaba que las lectoras que se pudieran identificar con esas experiencias no sintieran que se estaba haciendo un chiste de ellas. Cuando ‘Lina’ pasa por una pérdida grave, intenté respetar sus emociones. Pero cuando no era una situación tan dura, sí busqué el absurdo, sobre todo ese que está en los roles de género, que ya de por sí me parecen ridículos”.

Una narrativa diferente

Una de las mayores apuestas de la novela, tanto política como estética, es lo que la autora denomina “reparación narrativa femenina”, escribir lo que no se había escrito antes, o al menos no con la misma centralidad. “Desde mi tesis de licenciatura me interesé por ese tema. Estudié una novela poco conocida de Elena Garro que se llama ‘Un traje rojo para un duelo’, donde la protagonista descubre que sus padres son egoístas y que el mundo es injusto. Eso me llevó a estudiar los cuentos de hadas, y encontré a una investigadora que los leía con perspectiva de género. Me hizo ver algo que no había notado, que la experiencia de crecimiento en esos relatos, para los hombres, era lograr poder, riqueza o ascenso social, aunque tuvieran que mentir o engañar; pero para las mujeres, siempre se trataba de obedecer y ser dignas de amor, matrimonio y maternidad. Y eso, hoy, ya no es ni alcanzable ni necesariamente deseable para todas”.

En contraposición a esas narrativas tradicionales, “Duerme, cicatriz” presenta a una protagonista que fracasa en todos los ritos de paso femeninos: no menstrua cuando “debería”, no se convierte en una adolescente deseable, no le interesa el amor romántico y, cuando se lo plantea, tampoco encaja. 

“‘Lina’ es una especie de ‘Caperucita’ que empieza con una falsa menstruación (una mancha de jugo), y eso tiene un simbolismo muy profundo. Quería que su deseo fuera otro: no enamorarse, sino ver un concierto, ser periodista, escuchar música. Configuré la novela como un cuento de hadas mexicano, contemporáneo y al revés, porque en la realidad no todas vamos a ser Blancanieves. Y el modelo de la feminidad que nos impusieron es una trampa: si lo cumples, te somete a la deformidad física y emocional; si no lo cumples, te castiga con la burla o el rechazo”.

En esa construcción generacional del personaje, la música tiene un papel clave. La novela está atravesada por el sonido del grunge, los cassettes piratas, las revistas musicales y el deseo adolescente de acceder a algo que parecía inalcanzable antes del internet. “Yo crecí en Nicolás Romero, Estado de México, en los ochenta y noventa. No había Spotify. Escuchar música era una experiencia iniciática. Un amigo te pasaba un papelito con un nombre: ‘Peter Murphy’, por ejemplo, y lo guardabas esperando encontrarlo algún día. Para mí la música era eso: un ritual, un mapa. Y sí, hubiera querido ser cantante de rock o de ópera”.

Ese tono generacional, nostálgico, pero no condescendiente, también permea en su manera de construir los ambientes y los vínculos. Las “amiguitas de secundaria” y las dinámicas escolares no son un simple fondo: son el campo de batalla donde se juega la construcción de la identidad, entre lo íntimo y lo colectivo.

Además de escritora, Nora de la Cruz es crítica literaria y editora. Su canal de YouTube “Interior 403” y su trabajo editorial le permiten observar la literatura desde distintos ángulos, algo que, confiesa, también influye en su escritura. 

“Sí me juzgo, claro. Pero cuando escribo, intento suspender ese juicio. Mi estrategia fue escribir sólo veinte minutos al día. No releía lo del día anterior. Sólo escribía. Y cuando terminé, ahí sí me puse el sombrerito de crítica. Hice una lectura muy rigurosa y luego vino la de mi editor. Tuvimos varias pasadas de corrección. Yo sé que nunca voy a escribir como los autores que admiro, pero también he hecho las paces con eso. Uno juega con las cartas que tiene. Lo que yo puedo escribir, a lo mejor otro no puede. Y eso también es un valor”.

Contrario a lo que podría pensarse, la decisión de alejarse temporalmente de los audiolibros y las lecturas no tuvo que ver con evitar influencias externas, sino con una necesidad de preservar energía. “No creo en la pureza. Me gusta influenciarme. Pero me di cuenta de que, entre el trabajo, la escritura y todo lo demás, escuchar literatura era una sobrecarga mental. Entonces, comencé a escuchar otros formatos que me ayudaban a encontrar el estado de ánimo que quería para la novela. Me acerqué mucho al stand-up. Lo respeto como género. Escuchaba comedia para entrar en una vibra distinta”.

Ante la pregunta de con qué le gustaría que se quedaran los lectores al leer este texto, Nora sonríe y dice que muchas cosas, pero en cuanto a las relaciones con los cuerpos enfatiza que: “Sería bueno reflexionar en cómo nosotros y nosotras, todos seguimos teniendo sesgos sobre lo bonito, lo feo, lo aceptable, lo inaceptable. Con esos sesgos miramos a los demás y no nos damos cuenta de que esas miradas duelen mucho, lastiman a los demás, nos lastiman a nosotros. Creemos que nadie está a la altura de los estándares, de los roles que están instaurados y en el camino de querer estar a esa altura, podemos enloquecer”.

¿De qué trata el texto?

Con una prosa incisiva, que combina humor y empatía, Nora de la Cruz devela el rostro menos romántico de la maternidad, y en “Duerme, cicatriz” muestra el carácter femenino en su momento más vulnerable.

Una tarde de sábado en casa de sus padres, el tiempo de pronto se detiene para “Lina”. Es esa sensación fugaz pero certera de que algo escapa de su entrepierna con velocidad y en el peor momento: eso sin duda es sangre. 

En otras circunstancias no sería motivo de preocupación, pero en su caso representa una amenaza inminente: es una mujer de casi cuarenta años que está embarazada por primera vez

Reacia a recurrir a su familia, “Lina” atraviesa el periplo de la seguridad social mientras recuerda las experiencias que la definieron: su adolescencia y juventud, el amor, el sexo, la amistad y un embarazo que no necesariamente ha elegido.

CT

Temas

Lee También

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones