Lunes, 05 de Mayo 2025
Cultura | III Domingo de pascua

Evangelio de hoy: Caminar hacia la reconciliación

La dirección es la unificación y reconciliación de todo y de todos en Cristo

Por: El Informador

«Tan pronto como Simón Pedro oyó decir que era el Señor, se anudó a la cintura la túnica, pues se la había quitado, y se tiró al agua». WIKIPEDIA/«La pesca milagrosa de 153 peces», de Duccio

«Tan pronto como Simón Pedro oyó decir que era el Señor, se anudó a la cintura la túnica, pues se la había quitado, y se tiró al agua». WIKIPEDIA/«La pesca milagrosa de 153 peces», de Duccio

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA

Hechos 5, 27b-32. 40b-41

«En aquellos días, el sumo sacerdote reprendió a los apóstoles y les dijo: "Les hemos prohibido enseñar en nombre de ese Jesús; sin embargo, ustedes han llenado a Jerusalén con sus enseñanzas y quieren hacernos responsables de la sangre de ese hombre".

Pedro y los otros apóstoles replicaron: "Primero hay que obedecer a Dios y luego a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien ustedes dieron muerte colgándolo de la cruz. La mano de Dios lo exaltó y lo ha hecho jefe y Salvador, para dar a Israel la gracia de la conversión y el perdón de los pecados. Nosotros somos testigos de todo esto y también lo es el Espíritu Santo, que Dios ha dado a los que lo obedecen".

Los miembros del sanedrín mandaron azotar a los apóstoles, les prohibieron hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Ellos se retiraron del sanedrín, felices de haber padecido aquellos ultrajes por el nombre de Jesús».

SEGUNDA LECTURA

Apocalipsis 5, 11-14

«Yo, Juan, tuve una visión, en la cual oí alrededor del trono de los vivientes y los ancianos, la voz de millones y millones de ángeles, que cantaban con voz potente:

"Digno es el Cordero, que fue inmolado,
de recibir el poder y la riqueza,
la sabiduría y la fuerza,
el honor, la gloria y la alabanza".

Oí a todas las creaturas que hay en el cielo, en la tierra, debajo de la tierra y en el mar –todo cuanto existe–, que decían:

"Al que está sentado en el trono y al Cordero,
la alabanza, el honor, la gloria y el poder,
por los siglos de los siglos".

Y los cuatro vivientes respondían: "Amén". Los veinticuatro ancianos se postraron en tierra y adoraron al que vive por los siglos de los siglos».

EVANGELIO

Juan 21, 1-14

«En aquel tiempo, Jesús se les apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Se les apareció de esta manera:

Estaban juntos Simón Pedro, Tomás (llamado el Gemelo), Natanael (el de Caná de Galilea), los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "También nosotros vamos contigo". Salieron y se embarcaron, pero aquella noche no pescaron nada.

Estaba amaneciendo, cuando Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no lo reconocieron. Jesús les dijo: "Muchachos, ¿han pescado algo?" Ellos contestaron: "No". Entonces él les dijo: "Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán peces". Así lo hicieron, y luego ya no podían jalar la red por tantos pescados.

Entonces el discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: "Es el Señor". Tan pronto como Simón Pedro oyó decir que era el Señor, se anudó a la cintura la túnica, pues se la había quitado, y se tiró al agua. Los otros discípulos llegaron en la barca, arrastrando la red con los pescados, pues no distaban de tierra más de cien metros.

Tan pronto como saltaron a tierra, vieron unas brasas y sobre ellas un pescado y pan. Jesús les dijo: "Traigan algunos pescados de los que acaban de pescar". Entonces Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red, repleta de pescados grandes. Eran ciento cincuenta y tres, y a pesar de que eran tantos, no se rompió la red. Luego les dijo Jesús: "Vengan a almorzar". Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: '¿Quién eres?', porque ya sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio y también el pescado.

Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos».

Caminar hacia la reconciliación

Cuando el mal espíritu se adentra en mi corazón por todo lo que sucede en esta realidad, me ha ayudado mucho la invitación de San Ignacio de Loyola a luchar contra el mal espíritu, y no quedarme instalado en el pesimismo, en la desolación. Al orar con la lectura de la Carta del apóstol Pablo a los Filipenses me encontré con un pasaje que me ha fascinado y me ha ayudado a ir superando este estado de desolación. 

En el capítulo 3, versículo 12, esa Carta nos dice: “No es que haya alcanzado la meta ni logrado la perfección; yo sigo adelante con la esperanza de alcanzar a Cristo, como Cristo me alcanzó. Hermanos, yo no pienso haberlo alcanzado. Digo solamente esto: olvidándome de lo que queda atrás, me esfuerzo por lo que hay adelante y corro hacia la meta, hacia el premio al cual me llamó Dios, desde arriba por medio de Cristo Jesús. Por lo tanto, los que somos maduros debemos pensar así. Y si alguno piensa de otro modo, Dios se lo revelará. Ahora bien, el punto al que hemos llegado marcará la dirección”.

Los verbos utilizados aquí por San Pablo son muy importantes: olvidar, esforzar, correr, llamar, revelar y todos esto verbos están sustentados por el dinamismo de la fuerza de Cristo, es decir, por su Gracia. Si dejo el pasado, es para vivir esa meta y el premio, con una actitud muy clara de dejarnos seducir, “Como Cristo me alcanzó”, y el premio al que “me llamó Dios”, el mismo Dios nos lo revelará. 

Aquí hay que advertir que el protagonista de ese dinamismo no es el esfuerzo personal, sino el inmenso amor incondicional de Cristo.

Inclusive, insiste Pablo, si alguien piensa diferente, el mismo Señor en sus caminos misteriosos se lo revelará, y le descubrirá la meta y el premio para el cual fue creado. Pablo termina el párrafo con una invitación muy importante en esta realidad en la que andamos en búsqueda: “el punto al que hemos llegado nos marcará la dirección”. 

Es claro que la dirección es la unificación y reconciliación de todo y de todos en Cristo. Empecemos por olvidarnos de lo que ya quedó atrás.

José Martín del Campo, SJ - ITESO

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