Martes, 03 de Junio 2025

Una vida entregada a enseñar, construir y transformar espacios

Con el oficio en la sangre, la arquitecta Rocío Fernández Villagrán comparte su legado y sus nuevos retos

Por: El Informador

Fue nombrada presidenta de la Academia Nacional de Arquitectura Capítulo Jalisco. EL INFORMADOR/ H. Figueroa

Fue nombrada presidenta de la Academia Nacional de Arquitectura Capítulo Jalisco. EL INFORMADOR/ H. Figueroa

La maestra Rocío Fernández Villagrán fue nombrada recientemente presidenta de la Academia Nacional de Arquitectura Capítulo Jalisco. Este reconocimiento es el resultado natural de una trayectoria íntegra y apasionada, dedicada por completo a la arquitectura desde múltiples frentes: desde la edificación de espacios hasta la formación académica, desde el diseño de planos hasta su valiosa orientación en ámbitos administrativos.

Su visión ha contribuido a reencauzar nuestras ciudades y a forjar generaciones de arquitectos que hoy destacan tanto en México como en el extranjero.

Docencia, pasión, trabajo en equipo, apertura al diálogo y una inquebrantable disposición al servicio definen las múltiples facetas de su ejercicio profesional.

Todas ellas confluyen en una sola idea: el profundo compromiso y amor con los que Rocío Fernández Villagrán ha enriquecido y transformado el quehacer arquitectónico.

Al asumir la presidencia de la Academia Nacional de Arquitectura Capítulo Jalisco, para el periodo 2025–2026, Rocío Fernández Villagrán llega en una coyuntura histórica: por primera vez desde su fundación, la Academia Nacional de Arquitectura —a nivel nacional— también está encabezada por una mujer.

Un momento simbólico y significativo que, en palabras de la propia arquitecta, refleja el espíritu de este siglo: un siglo que pertenece a las mujeres.

Creatividad como herencia familiar

Rocío Fernández Villagrán nació en Mexicali, Baja California, aunque realizó sus estudios en la Universidad La Salle, en la Ciudad de México.

Proveniente de una familia de ingenieros y arquitectos, podría decirse que el oficio ya lo llevaba en la sangre. Su primer boceto surgió a petición de su padre —un hombre versado en muchos temas—, quien había adquirido un terreno en Cuernavaca y, al notar la afición de su hija por el dibujo, le pidió que diseñara la casa que pensaba construir allí.

Aquel proyecto nunca se concretó. Su padre falleció en un accidente aéreo cuando Rocío tenía apenas catorce años. Sin embargo, ella decidió seguir el llamado que ya latía en su corazón.

Construyó su primera casa a los dieciocho años, mientras cursaba entre el tercer y cuarto semestre de la carrera. Así lo compartió en conversación con EL INFORMADOR: aquella casa, ubicada en Maravatío, aún permanece en pie.

“Siempre toda la vida me llamaron la atención las casas”, recuerda Fernández Villagrán. “Todos hemos nacido y hemos vivido en la arquitectura. Todo mundo ha nacido en un hospital, en una casa. Todos tenemos la experiencia de ser arquitectos desde pequeños, nomás hace falta desarrollarla”, asegura.

“A lo mejor la arquitectura la traes en las venas, yo no sé. Mi papá era ingeniero civil, dos de mis hermanos son ingenieros, y otro de mis hermanos es arquitecto. Me casé con un arquitecto, que es hijo de ingeniero. O sea, es que esto era a fuerzas”.

La universidad representó para ella un trayecto feliz, fue una alumna brillante que ya tenía un amplio conocimiento de la arquitectura previo a la licenciatura, y en séptimo semestre, siendo todavía muy joven, comenzó a dar clases de ayudantía de construcción.

Dos profesores fueron fundamentales en su desarrollo: Carlos Arcelia, y su “maistro” Evaristo, siendo este último de gran importancia en el ámbito de la construcción.

La satisfacción de la docencia

La universidad también representó para Rocío la oportunidad de crecer profesionalmente en el ámbito administrativo y docente, aspectos que fueron fundamentales para su carrera posterior.

Estudió la maestría en restauración de monumentos y sitios en la Universidad Autónoma de México, y todavía siendo estudiante, trabajó en la dirección de La Salle, fue secretaria académica, y formó parte del Consejo Consultivo de la Universidad, donde fue el miembro más joven.

Fue la primera mujer titulada de la Escuela Mexicana de Arquitectura en la Universidad La Salle.

“La universidad estuvo padrísima porque aprendí mucho. Yo ya tenía experiencia con las cosas que había hecho en Maravatío, donde hice una casa, un hospitalito, un edificio de tres pisos, canchas de tenis y un racquet club, y donde también remodelé una finca antigua para hacer un hotel. Varias cosas que me sirvieron, y mis maestros tenían cierto respeto porque sabían que yo aprendía, y que ponía en práctica las cosas. Pero el que me enseñó realmente fue mi maestro Evaristo, él era el que sabía de construcción y yo aprendí muchísimo de él, aparte de la teoría y de la escuela, pero la práctica, fue con él. Ahora sí que me hice con los pies ensuciados, andaba en mi bici cuando iba a ver las obras, yo llegaba incluso cuando todo el mundo dormía. Me emocionaba muchísimo. No me importaba nada”.

Rocío Fernández Villagrán sabe que todavía le queda mucho por hacer. Su nombramiento en la Academia Nacional de Arquitectura Capítulo Jalisco es un nuevo apartado en su historia. El oficio del arquitecto es una cosa que no termina. Es una responsabilidad que ella asume con el corazón, como lo ha hecho desde siempre, pues es su vida. No se trata tan solo de construir edificios, de cimentar casas. Implica formar jóvenes, dialogar con las ciudades y trazarles el rumbo hacia el futuro.

Camina en el siglo de las mujeres

Cabe señalar que la presidencia en el Capítulo Jalisco se da bajo la dirección nacional de otra eminencia: Lilliane Ponce Gutierrez. “Es el siglo de las mujeres”, asegura Rocío.

Para la maestra el papel, la visión, la experiencia y la creatividad de las mujeres es indispensable. Pues mientras los hombres realizan el noble esfuerzo de focalizar toda su atención en un único quehacer, ellas son capaces de atender múltiples tareas al mismo tiempo.

Lo anterior, llevado a la arquitectura, representa un sinfín de posibilidades. Así lo expresa, sonriendo, la arquitecta: “Me siento bien con mi nombramiento, pero no estoy sola. La directora nacional de la Academia es mujer. Tenemos mucha más apertura ahora. Antes, a lo mejor, nos estaban bloqueando, o nosotras mismas nos estábamos bloqueando. Ahora yo siento que nos estamos dado cuenta que tenemos que salir. Éramos la mitad olvidada de la arquitectura”.

“Podemos estar haciendo muchas cosas a la vez, y los hombres —que me perdonen—, no pueden. Entonces ahora que estamos en igualdad de circunstancias, tenemos que aprovechar. Las mujeres antes estábamos muy recluidas, pero más que por los hombres, por nosotras mismas. Podemos hacer muchas cosas. Tienen que escucharnos”.

El choque de las ideas produce luz

En Guadalajara, la maestra Rocío Fernández Villagrán comenzó a dar clases en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) —donde la sorprendió el embarazo y donde aun así se presentaba en las obras de construcción con el vientre enorme y su disposición de siempre— y en el Tecnológico de Monterrey.

Actualmente sigue siendo docente en la Universidad Panamericana, siendo la docencia una de las ramas de la arquitectura que más ha disfrutado en todos estos años dedicados al oficio. En su despacho luminoso, la maestra tiene en su librero una frase decisiva: “El choque de ideas produce luz”, pues a su juicio, sólo de las ideas disímiles y en el compartir —aunque no siempre se esté de acuerdo— surge la creatividad, las perspectivas nuevas, las conversaciones productivas que abren caminos de posibilidades.

“La docencia me encanta. Mi despacho es una cosa docente. Enseñamos a muchísimos. Muchos arquitectos que han sacado premios a nivel nacional han sido alumnos nuestros. Esto es un semillero, seguimos enseñando a los hombres del futuro, qué quieres que hagamos”, dice, sonriendo.

Entre 2007 y 2008, por sus múltiples reconocimientos y compromiso con el oficio desde todas sus posibilidades, la maestra Rocío ingresó a la Academia Nacional de Arquitectura Capítulo Jalisco; en el 2013 le dieron el nombramiento de Primera Mujer Académica Emérita en el Estado. Ahora, como nueva presidenta, Rocío Fernández Villagrán ve un buen panorama, amplio y fructífero, para trabajar en conjunto con las autoridades de Jalisco: hay mucho que hacer en nuestras ciudades.

“Estoy segura de que el trabajo en conjunto de la Academia y del Gobierno va a ser bueno”, dice.

Es momento de recuperar la ciudad

Una vez iniciada su carrera profesional, la maestra trabajó en el despacho del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, que tiene entre sus obras más representativas el Estadio Azteca, la Basílica de Guadalupe y el Palacio Legislativo de San Lázaro.

Rocío Fernández Villagrán pudo continuar en La Salle, donde ya tenía un buen puesto administrativo, pero se mudó a Guadalajara junto con su esposo Juan Carlos Name Sierra a finales de la década de los 70 para iniciar un nuevo episodio en su vida profesional y personal.

Fue en nuestra ciudad donde juntos fundaron el despacho “Name Arquitectos” cuando la ciudad era arbolada y luminosa, y las calles eran de la gente y no de los vehículos, como ahora, y a donde se podía llegar caminando a todas partes.

La maestra, que por vida y años ya es indiscutiblemente tapatía —aunque ella dice, si le preguntan, que es de todos lados—, reconoce con cierto asombro y pesadumbre el ritmo desaforado al que ha cambiado la Perla Tapatía a lo largo del tiempo, y no siempre para bien.

“Cuando llegamos, la ciudad era muy chica, era muy a gusto”, recuerda. “Era otra Guadalajara. Yo en lo personal no estoy de acuerdo en muchísimas cosas que han hecho. Pienso, qué barbaridad, tan a gusto que estaba la ciudad. Ahora estamos en otra etapa. Hay muchas cosas desperdiciadas”.

“Pienso en la Guadalajara de ‘acá’, como quien dice, donde tenemos árboles y se ve bonito, pero de la Calzada para allá no, y perdemos mucho. Es un potencial desperdiciado. Tenemos que entender que la ciudad tiene que crecer, y que tiene que haber edificios donde la gente va a vivir pero que, en primer lugar, estemos a los precios justos. Y que me perdonen los promotores de vivienda. ¿Qué es lo que están queriendo? A mí, socialmente, me preocupa muchísimo lo que está pasando, y nos preocupa también dentro de la Academia. Guadalajara era caminable. ¿Dónde está esa ciudad tan bonita que teníamos? Hay que recuperarla”, agrega.

CT

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