Martes, 16 de Abril 2024

Adentrarse en la escritura de la noche

Bajo el sello de Seix Barral, Rafael Pérez Gay llega con su nueva novela “Perseguir la noche”, en la que las palabras “enfermedad” y “memoria” son una constante

Por: El Informador

Autor. Rafael Pérez Gay durante su última visita a la FIL. EL INFORMADOR/F. Atilano

Autor. Rafael Pérez Gay durante su última visita a la FIL. EL INFORMADOR/F. Atilano

El escritor y periodista mexicano Rafael Pérez Gay publicó este septiembre “Perseguir la noche”, novela dentro del sello Seix Barral. El texto es un relato que recorre el presente personal, al narrar los avatares del cáncer de vejiga, con la memoria literaria y arquitectónica de la Ciudad de México, donde se remonta a finales del siglo XIX para evocar a los escritores modernistas.

—Sobre cómo recordamos, me llama la atención una frase en la novela: ¿qué buscamos en el pasado? En particular, como autor, ¿qué buscó al escribir esta historia, tanto personal como de la ciudad?

—“Perseguir la noche” es el tríptico Indeseado (comenzado por “Nos acompañan los muertos” y seguido por “El cerebro de mi hermano”, un libro que no hubiera querido escribir). Este es un libro sobre varias noches: la noche de la enfermedad, la del pasado y la que fundan algunos escritores modernistas mexicanos (José Juan Tablada, Amado Nervo, Alberto Leduc, Bernardo Couto, Julio Ruelas). Es esa noche que a veces es la infancia, la memoria de la familia. ¿Qué busco en el pasado? Tenía que contar la historia de un escritor e investigador cultural, lector de los modernistas, que tenía la idea de escribir sobre ellos. Como dice el narrador, “los tontos siempre postergan lo esencial”. Fui postergando escribir ese libro y resulta que fui diagnosticado con un cáncer de vejiga, hace 10, 11 años. No dejé que eso pasara. Quise contar una parte de la enfermedad y unirlo con lo otro, los modernistas.

—En el libro aparece varias veces Susan Sontag, con la idea de los pasaportes en la vida (el de la salud y el de la enfermedad). Susan, que escribió reflexiones sobre el cáncer y sobre el SIDA. Además de las lecturas evidentes con los modernistas, ¿qué tanto abrevó de otros autores?

—Uno de los momentos más plenos que rodean el libro fue el día en que puse sobre un librero todos los libros que iba a leer para investigar. Como escritor tengo que leer, que investigar sobre lo que escribo. Puse muchos libros sobre la Ciudad de México, muchos los releí, otros los leí por primera vez. Leí sobre la enfermedad, tres historias culturales del dolor, puse los libros de Sontag. Un libro importante y lleno de sugerencias, de ideas es el de Mukherjee: El emperador de todos los males: una biografía del cáncer. Algunos textos clásicos, en algunos citan a Avicena, que decía que para evitar el dolor hay que tener una pócima que nos haga dormir, soñar, que nos aleje de la realidad. Estaba hablando de la droga. Droga que yo no pude o no supe recurrir en su momento, debí haberlo hecho. La prohibición de las drogas le abrió la puerta al dolor: si alguien que tuviera dolor pudiera ir a una farmacia a pedir morfina, el dolor estaría muy lejos.

—Volviendo a la idea de la noche y los sueños, hay varias referencias. Llama la atención el que tiene a Monsiváis y su museo.

—“Yo tengo un museo, tú nunca lo vas a tener”. Tiene sentido: el museo de Carlos está donde fue La Esmeralda, una de las tiendas más exclusivas del Porfiriato, compraban vajillas, gobelinos. Conocí bien a Monsiváis en mi primera juventud, trabajé con él 8, 10 años en el suplemento de “La Cultura en México”. Hay otros sueños, a veces con la madre, con el padre, a veces no se sueña nada. El sueño a veces es también inducido: el de la anestesia con cada cistoscopia que me hicieron los médicos para checar in situ si está el orden la vejiga. Antes de entrar, lo supe y lo cuento, sabía muy bien cuando sale el narcótico y se siente unas chispas, un chispazo en las sienes, casi agradable. En ese momento siempre alguien venía: a veces mi papá que decía “Voy por El Redondel”, la revista taurina. No lo invento: así pasa antes de entrar en la anestesia, es la sedación profunda, se tienen vagos recuerdos.

—De alguna manera registrar los sueños, de diferentes maneras, da la posibilidad de una especie de “museo de sueños”.

—Exactamente. Esa lectura le da algo importante que tiene que ver con el libro: los escenarios oníricos: el de los escritores modernistas, el de la anestesia, o el de la enfermedad. La enfermedad da permanentemente la sensación de irrealidad: ¿realmente caminamos por este lugar? ¿Realmente tengo cáncer, es verdad o es un sueño? “Cuando los sueños duran más quiere decir que son la realidad”.

—El sentido de la enfermedad, ¿se podría ligar a una idea que está en Proust y Xavier de Maistre: la separación entre el cuerpo y la mente? Sólo es la enfermedad lo que nos trae ese recuerdo.

—Sí, menciono la frase: “la salud es el olvido del cuerpo”. No es mía, no recuerdo quién la dijo. La salud es no recordar el cuerpo, cuando nos acordamos es que ya nos enfermamos. En la enfermedad se une esa mente y el cuerpo, de un modo terrible: sobreviene el dolor, no sólo el físico, el dolor mental.

TOMA NOTA
Asiste

Rafael Pérez Gay presentará en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara “Perseguir la noche”, el viernes 30 de noviembre, 18:00 horas.

PARA REFLEXIONAR
La enfermedad

Rafael superó el cáncer, aunque una enfermedad de esas magnitudes nunca se deja atrás: “Estoy trabajando, en mis actividades, haciendo deporte: Y de pronto pasa una sombra: es la sombra de lo que fue la enfermedad, de lo que dejó en mí”. Ante el estigma del cáncer, Rafael tiene también recomendaciones para quienes sufren la enfermedad: “A las enfermedades hay que mirarlas de frente. Eso puede desactivar, por lo menos momentáneamente, la gravedad. La gravedad es la falta de control. Si le damos la espalda la enfermedad nos ataca mucho más fieramente, nos puede quitar la vida”.

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