Jalisco

Vive tradición, historia y arte “en vivo” en la Ruta del Artesano de Tonalá

La ruta es una vivencia de turismo cultural-artesanal, con visitas guiadas a talleres de maestros, paseos por capillas del siglo XVI y paradas en los principales corredores del centro y sus alrededores

Tonalá, Jalisco, es sinónimo de manos que moldean la tierra con maestría, de sopletes que convierten el vidrio en luz y líquido, y talleres donde la tradición arrastrada desde generaciones aún puede aprenderse con la mirada. Este municipio del Área Metropolitana de Guadalajara es conocido como la cuna alfarera por excelencia, pero para conocerlo desde la raíz, no hay mejor experiencia que la Ruta del Artesano, un recorrido que abre las puertas de los talleres, los corredores comerciales y los espacios históricos para entender por qué las artesanías tonaltecas son un emblema cultural de México. 

Decir “Tonalá“ es hablar, además de sus incontables oficios y artesanos, del barro. Aquí la cerámica tiene historia prehispánica, se transformó en la Colonia y hoy sigue brillando gracias a técnicas como el bruñido, que saca el lustre del barro con piedra de pirita. Esta tradición, que en tiempos novohispanos fue apreciada por la élite y viajó al otro lado del Atlántico, es parte esencial de la identidad local y una de las razones por las que miles de viajeros llegan cada año a buscar piezas únicas. El repertorio es amplio: platos y jarrones, cazuelas, floreros y figuras decorativas, muchas de ellas con iconografías que mezclan soles y lunas, geometrías indígenas y motivos coloniales.

La Ruta del Artesano permite vivir esas técnicas en vivo. Aquí el visitante cruza el umbral de los talleres, observa el torno, la mezcla de arcillas, la decoración y el bruñido; conversa con la maestra o el maestro artesano y entiende por qué cada pieza se demora, se cuece a fuego lento, se pinta y se le da forma. El itinerario incluye paradas en corredores como Juárez y la avenida Tonalá -ejes donde se concentran comercios y salas de exhibición- además de plazas y museos del Centro Histórico. 

Los tipos de artesanía que el visitante encuentra en la ruta son un inventario vivo del diseño popular mexicano. El barro, en sus múltiples variantes, encabeza la lista: bruñido, canelo, bandera, petatillo y alta temperatura, según el taller y la tradición familiar. Las piezas bruñidas destacan por su brillo obtenido a mano; las de alta temperatura presumen nuevas fórmulas y esmaltes aptos para uso culinario. La cartonería -el papel maché que en Jalisco adopta formas de alebrijes, catrinas y máscaras- aporta colorido y escala; el hierro forjado pone el acento en lámparas, herrajes y muebles; y el vidrio soplado, histórico en la región, deja que el visitante observe el soplo que infla vasos, jarras y esferas. 

La escena del vidrio soplado merece mención aparte. Tlaquepaque y Tonalá comparten una tradición sopladora centenaria, y en este último abundan talleres donde se fabrican piezas con vidrio reciclado. El espectáculo del soplador frente al horno es una clase de física aplicada y de arte efímero: en minutos, una gota incandescente se convierte en objeto cotidiano.

Históricamente, Tonalá fue un señorío importante antes de la llegada de los españoles, gobernado por la célebre Cihualpilli Tzapotzintli. Tras la conquista y durante la época virreinal, se consolidó como un centro productor de cerámica de gran prestigio; de ahí que el barro bruñido y otras técnicas hayan alcanzado renombre más allá de las fronteras de Nueva Galicia. Esa continuidad -de los tecuexes y cocas a los talleres contemporáneos- explica por qué hoy Tonalá es garantía de oficio. La toponimia, por su parte, no es adorno: “Tonallan” -amanecer o salida del sol-, resume una cosmovisión que dio a la cerámica un papel ritual.

La dimensión patrimonial se percibe también en cómo el municipio ha integrado el espacio público a la experiencia artesanal: además de los corredores comerciales, existen andadores temáticos y escultóricos -como el de “Guardianes de la Reina”- que crean un relato a cielo abierto entre esculturas monumentales y murales. Ese esfuerzo por convertir a Tonalá en “pueblo museo” se refleja por todas partes. 

Además de talleres y mercados, Tonalá ofrece espacios que permiten comprender mejor su historia y cultura. La Plaza Cihualpilli, frente a la presidencia municipal, es el salón de la vida cotidiana del pueblo: su kiosco de fines del siglo XIX y la escultura de la reina que le da nombre evocan memoria y celebraciones. A unos minutos, el Cerro de la Reina ofrece un mirador natural sobre el Valle de Atemajac.

En el municipio pueden encontrarse capillas del siglo XVI, que permiten observar la fusión entre la tradición indígena y la evangelización española, y andadores y esculturas urbanas donde el “pueblo museo” se camina entre andadores, murales y calles adoquinadas.

El municipio de Tonalá ha logrado mantener sus raíces mientras se adapta al presente. La Ruta del Artesano asegura que las nuevas generaciones encuentren valor en continuar con los oficios, evitando que se pierdan ante la globalización y la producción en masa. Tonalá es un destino único para quienes buscan más que un simple souvenir: buscan llevarse un pedazo de historia y cultura viva.

CT

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