Rescatando al soldado Vallarta
Puerto Vallarta sobrevive por la pura inercia de su belleza natural. Es el tipo de ciudad que se sostiene sola, no por sus Gobiernos, sino a pesar de ellos. Desafortunadamente, el principal destino turístico de Jalisco ha sido víctima de todo y de todos: políticos, empresarios y hasta turistas que acuden con fines oscuros, cada uno arrancándole un pedazo con la misma avidez con que se arranca una postal del muro.
Natalia Montaño Ruelas -la funcionaria que esta semana se volvió viral por confesar durante un show de standup que ni siquiera sabía qué cargo decía su gafete del Ayuntamiento- es solo el capítulo más reciente de una larga saga de desdén institucional hacia la joya turística de Jalisco. Y lo peor es que gana 24 mil 745 pesos mensuales por no saberlo, según la propia nómina del municipio. Eso sí, el obligado video de disculpas públicas ahí ronda en las redes sociales.
Pero Vallarta tiene memoria, y eso duele. No se olvida que bajo el esplendor de sus atardeceres se esconde uno de los capítulos más oscuros del turismo en México: décadas de denuncias por explotación y prostitución infantil exhibidas por organismos nacionales e internacionales. Vallarta ha sido señalado como uno de los destinos con mayor concentración de casos de pedofilia en el mundo. ¿La razón? Tan simple como obscena: la justicia no se aplica si los billetes pasan por las manos adecuadas.
Desde el año 2000, el municipio ha pasado por todos los colores del espectro político -PAN, PRI, MC, Morena y ahora el Verde Ecologista-, pero ninguno ha querido tocar los problemas de fondo. El arcoíris partidista ya desfiló completo, pero el gris sigue siendo el color de fondo. Ellos han preferido seguir barriendo la miseria bajo la alfombra del turismo internacional.
Por eso, aunque escandaliza que una funcionaria reconozca en público que no sabe ni qué hace (ocurrió en la administración de Luis Michel, donde el alcalde era un triste ornato), lo realmente grave es el contexto en que lo hace: en la misma semana en la que la Tesorería Municipal ordenó suspender toda petición de compras hasta nuevo aviso.
En otras palabras, no hay recursos para la ciudadanía, pero sí para asegurar sueldos, aguinaldos y sonrisas oficiales.
En Puerto Vallarta el malecón volverá a ser intervenido para hacerlo “instagrameable” y la zona hotelera reluce como siempre, pero El Pitillal y otras colonias periféricas continúan sumidas en el abandono. Esa es la verdadera postal de Vallarta: un lugar tan fascinante como aterrador, donde la belleza natural es la última línea de defensa frente a la decadencia política.
La joya del turismo en el Estado más mexicano (o eso dicen las autoridades de Jalisco) es la prueba más fehaciente de que las sonrisas y promesas de campaña son tan falsas como las leyendas de refundación o cuarta transformación. Porque ni Vallarta ni Jalisco necesitan más discursos, sino quien los salve del olvido al que los condenaron quienes juraron protegerlos.
isaac.deloza@informador.com.mx