La transformación del entorno, tarea de todos ante el tsunami plateado
En México habitan más de 18 millones de personas mayores, y en Jalisco, más de un millón. Basta caminar por las calles, sentarse en un parque, en un restaurante o mirar dentro de las familias para constatar cómo este grupo tiene una presencia cada vez más visible en nuestra demografía.
Ante este “tsunami plateado”, la transformación del entorno y el cambio de mentalidad son necesarios. La tarea no recae únicamente en gobiernos y empresas, en gobernantes o líderes —a quienes solemos llamar “tomadores de decisiones”—; los verdaderos tomadores de decisión somos las propias personas. Los cambios comienzan por uno mismo: evaluar dónde estamos y cuánto dependemos de los demás, a pesar de nuestras capacidades, experiencia y logros. ¿Qué tanto nos hemos creído el edadismo? Es un tema para reflexionar.
El edadismo —la discriminación por edad— es quizá la más normalizada en nuestra sociedad. Incluso existe un edadismo “bien intencionado”, cuando buscamos sobreproteger a las personas mayores, tratándolas como si fueran frágiles ante el mundo, y con ello les negamos su integración a un entorno cambiante. Por otra parte, el autoedadismo surge cuando las propias personas mayores interiorizan los estigmas sociales de su edad, negándose a disfrutar la vida o a adquirir nuevos conocimientos, como el uso de la tecnología.
Sin embargo, el edadismo no es solo una responsabilidad individual. La invisibilidad de las personas mayores tiene mucho que ver con la gobernanza, la publicidad y la narrativa pública. ¿Cómo esperamos que las personas tomen poder y cambien sus decisiones si los mensajes del entorno insisten en disminuirlas?
Es momento de pasar la página. A los gobiernos les corresponde impulsar políticas públicas, promover programas de empleo y emprendimiento sénior, transformar la infraestructura y fortalecer el sistema sanitario, por mencionar algunos puntos. A las empresas, reconocer el cambio demográfico, enfocarse en las nuevas necesidades, diversificar productos y servicios, y establecer formas más adecuadas de comunicarse con una audiencia cada vez más longeva. El trabajo conjunto de estos dos sectores debe centrarse en transformar el entorno.
Y a las personas, nos toca cambiar desde la conciencia: mirarnos distinto y mirar a nuestros mayores como lo que son, personas con una enorme experiencia que han protagonizado grandes transformaciones —desde la revolución sexual y la caída del Muro de Berlín, hasta la invención de internet y los pilares del movimiento feminista—.
A la generación silver le corresponde abordar estos tiempos de manera diferente: invertir en su bienestar, continuar su labor productiva, decidir cómo quiere envejecer y documentarse para enriquecer su entorno. A la comunidad sénior, liberarse de prejuicios sociales, reconocer su autonomía, fomentar la convivencia, priorizar la salud e invertir en su bienestar físico, mental y financiero. Disfrutar la vida, cosechar y aprovechar el cambio que les toca vivir: ¡un cambio más en su experiencia!, esta vez, en favor de ellos y ellas.