La licencia de Fernández Noroña
El senador Gerardo Fernández Noroña anunció que solicitará licencia como senador de la república a partir del 24 de octubre. “Tengo una tarea que hacer y necesito pedir licencia”, fue su única frase que presentó como explicación.
Típico en él (experto de la expectación), adelantó que este 21 de octubre ofrecerá una rueda de prensa para dar detalles.
De la licencia de Fernández Noroña no se conoce ni siquiera la duración, mucho menos el motivo.
De lo que sí hay constancia es de su veloz transformación de crítico del sistema y protagonista de la oposición más radical, a aristócrata del poder. En menos de un año desapareció aquel “plebeyo” que había llegado a senador y además, presidente del Senado.
Desde hace tiempo, sus apellidos están ligados no a sus discursos en defensa de los pobres y los humildes, sino al cambio radical que lo llevó a vivir en una casona de 12 millones de pesos en Tepoztlán, Morelos, y a viajar en jets privados para hacer “giras de trabajo” en Coahuila.
Su actuación como presidente del Senado se convertirá también en la fotografía del sorteo de candidaturas para la elección del Poder Judicial con las pelotitas, y en la escena de los empujones con otro senador no menos polémico, Alejandro Moreno Cárdenas “Alito”.
Las aventuras de Gerardo Fernández Noroña engrosan el anecdotario ligado a la clase política de Morena. Formarán un capítulo que seguramente se entrelazaría con personajes como “Juanito” (Rafael Acosta Ángeles) que ganó la jefatura delegacional de Iztapalapa en el año 2009 porque lo impuso Andrés Manuel López Obrador, y fue obligado a entregársela a Clara Brugada, hoy jefa de gobierno de la Ciudad de México. Y seguramente se empatará también con la historia de Cuauhtémoc Blanco, el futbolista que pasó por la alcaldía de Cuernavaca y la gubernatura de Morelos, amenazado por escándalos y desvío de recursos públicos, hasta que fue rescatado (también con autorización de López Obrador) para ser diputado federal y mantenerse bajo el cobijo del poder.
Y esas aventuras serían un mero anecdotario nada más, pero amenazan con convertirse en el rostro del proyecto de gobierno de Morena. Y así se entiende en Palacio Nacional, donde la presidenta misma, Claudia Sheinbaum Pardo condenó públicamente las nuevas rutinas de transporte y de vivienda del senador Fernández Noroña, que llegó a la Cámara Alta por un reparto de premios de consolación a quienes fueron las “corcholatas” de la carrera presidencial de 2024. Y sí, otra vez Andrés Manuel López Obrador estuvo detrás. Él lo premió con un espacio en el Senado.
El problema de fondo con Fernández Noroña y todos los similares a él, incluidos ahora personajes como Adán Augusto López, Rubén Rocha Moya y hasta “Andy” López Beltrán, es que pueden arrastrar con ellos al movimiento mismo. La presidenta Sheinbaum Pardo, que anunció “el segundo piso de la cuarta transformación”, encabeza una lucha callada y sacrificada para eliminar lo impresentable del movimiento y dotarlo, digamos, de un profesionalismo que borre aquello del “90% lealtad y 10% conocimiento”.
En fin, la ausencia de Fernández Noroña en el Senado, aunque no se conozca si será definitiva, provoca la satisfacción de amplios círculos del movimiento al que se afilió hasta que ya era presidente del Senado.