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La fiscala carnala

Yo prefiero llamarla “la fiscal”, como dice el castellano que es el término correcto, sea femenino o masculino. Hay quien sostiene, no sin razón, que llamarla “la fiscala” es mejor, pues enfatiza su esencia femenina. Con A de mujer, diría la Presidenta. De lo que no hay duda es que sea fiscal o fiscala, es carnala. Ernestina es la mejor opción para la Presidenta, para nadie más, pues asegura eso que Sheinbaum llama coordinación, que no es otra cosa que subordinación.

La carnala es además plagiaria. Bueno, solo se adjudicó 1 999 párrafos ajenos sin citar correctamente a los autores (seguramente llegar a dos mil le parecía una exageración), de acuerdo con un chequeo de su tesis de licenciatura realizado por el escritor y académico de la UNAM, Guillermo Sheridan. La mayoría de los párrafos plagiados corresponde a obra del sociólogo francés Jean-Claude Thoenig y del politólogo mexicano Mauricio Merino (nadie sabe para quién trabaja). Pero eso claramente no es pecado en la era de la 4T; lo único que importa es la lealtad. Si ya tenemos una ministra plagiaria, ¿por qué no una fiscala?

El argumento más contundente y repetido para defender el nombramiento de Ernestina Godoy es que no va a ser peor que Gertz Manero. Y en la claridad de que Gertz fue un pésimo fiscal, ausente, marrullero y enfocado a sus asuntos personales (no hay que olvidar que logró el Nivel 3 en el Sistema Nacional de Investigadores no por su trabajo académico, sino porque demandó y amedrentó al Conahcyt), el riesgo con Ernestina Godoy es su obediencia ciega a la Presidenta y al secretario de Seguridad Ciudadana.

Omar García Harfuch ya tiene la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), el Centro Nacional de Investigación (CNI), la Fiscalía General de la República y un Poder Judicial a modo. Visto desde el ángulo positivo, finalmente va a poder cerrar la pinza en la lucha contra el crimen organizado. El riesgo para él es que se acabaron las excusas: ya no podrá culpar a la fiscalía de no darle seguimiento a sus investigaciones o a los jueces de boicotear su trabajo. Se acabó, para bien y para mal, aquello de “nosotros los detenemos y ellos los sueltan”.

El riesgo de una alineación de este tipo es para los ciudadanos. En el remoto caso de un abuso de poder (cosa que en este país sucede más frecuentemente que la despresurización de una cabina de avión), no hay defensa posible. Nunca ha existido, dirán los defensores de la 4T, que cada vez más recurren al argumento de que los otros también lo hacían, con la diferencia de que desde Salinas de Gortari ningún Presidente había concentrado tanto poder.

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