¿De verdad en Jalisco el que la hace, la paga?
Pablo Lemus arrancó su primer informe como gobernador con una frase matona: “En Jalisco se habla con la verdad y el que la hace, la paga”.
Tan redondo como ambicioso, este enunciado busca marcar distancia con sus antecesores, particularmente con Enrique Alfaro, quien no sólo no acudió al evento, sino que apenas recibió una breve mención, dejando en claro las amplias diferencias discursivas que hay entre ambos políticos.
Sin embargo, esta aseveración levanta una duda inevitable: ¿En serio en Jalisco el que la hace, la paga?
El primer discurso de informe al frente del Gobierno de Jalisco para Lemus fue un recorrido por los grandes temas: desaparecidos, seguridad, educación, salud, transporte y hasta bicicletas eléctricas para el Mundial. Pero el eje emocional, y el más delicado, sin duda fue el de la crisis de desapariciones.
Lemus acertó en invitar a las y los representantes de colectivos de búsqueda, para quienes incluso pidió un aplauso que estuvo fuera de lugar, dada la dimensión de la tragedia que vivirán siempre. Sin embargo, tenerlos como invitados es otra diferencia abismal respecto a quien antes ocupó su lugar, aquel que los veía como enemigos políticos y a quienes acostumbraba a regañar por “querer que le fuera mal a Jalisco”.
En cambio, Lemus aseguró que su Gobierno no esconde los problemas, que visibiliza el tema y que asume la deuda histórica con las familias. Lo dijo frente a esos colectivos que llevan años buscando a los suyos. Con respeto, sí, pero justo un día después de que se diera a conocer que el cuerpo de Magdalena Pérez López, desaparecida en 2014, siempre estuvo en las instalaciones del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses.
Por eso es que, entre las palabras y los hechos hay un abismo que no se llena con frases. Decir que en Jalisco “el que la hace, la paga” suena bien, pero contrasta con un sistema judicial y de procuración de justicia que acumula impunidad como polvo bajo la alfombra.
No es novedad para nadie que hay miles de carpetas sin resolver, desaparecidos sin rastro, policías implicados en delitos y hechos de terror como el del Rancho Izaguirre -que sí mencionó- y que siguen bajo la sombra de la duda.
Enfrentar el problema no es decirlo en un informe, sino garantizar que las instituciones actúen sin miedo, sin encubrimiento y sin cálculo político. No basta con “no esconderlo”; hay que investigarlo, procesarlo y reparar el daño. Y en eso, Jalisco sigue debiendo.
Aunque el jefe del Ejecutivo en turno es un completo antagónico de quien nos acostumbró a las malas caras y los regaños, es imposible pensar que un nuevo jugador cambiará las reglas del juego en un solo año.
Esto, pese a que se dio un tiempo para pedir un extracto del video en donde el secretario federal de Seguridad, Omar García Harfuch, destaca una reducción notable en los delitos registrados (que no cometidos) en Jalisco, para enseguida anunciar el anhelado proyecto de un C5i “de primer mundo” que, jura y perjura, bajará aún más el indicador de violencia que sigue percibiéndose en la Entidad.
Lemus hizo bien al reconocer realidades. Si no ves, ni oyes, vives en la burbuja que te prepararon tus asesores, sobre todo porque en municipios y carreteras no existe el mismo optimismo. Los números oficiales dicen una cosa, pero la percepción social dice que la justicia en Jalisco sigue siendo selectiva, que hay delitos que sí se persiguen y otros que simplemente se olvidan. Todavía recordamos el caso impune del ex magistrado y catedrático de la UdeG, José de Jesús Covarrubias Dueñas.
Entonces, ¿en Jalisco el que la hace, la paga?
Quizá Lemus tiene razón en una parte: Jalisco habla con la verdad. Pero esa verdad -la de las familias, la de los barrios, la de quienes siguen buscando- no siempre coincide con la que se cuenta desde el Museo Cabañas. Y mientras no haya justicia plena, mientras las desapariciones sigan siendo estadísticas y no responsabilidades, la frase seguirá sonando más a eslogan que a realidad.
En sólo un año, el “Estilo Jalisco” sin duda ha demostrado un cambio paradigmático en la política local. Tanto que, por primera vez en tres décadas, la glosa de rendición de cuentas de nuevo se hará ante el pleno del Congreso.
Son las pequeñas cosas las que hacen la diferencia, y no se puede esperar más cuando apenas es el primer año de Lemus. Un gobernador que, al menos en la construcción de su imagen pública (una que no cuesta barato y que sale del dinero de las personas), trata de imponer un sello distinto al anterior. Y a contracorriente, porque lo intenta mientras arrastra lastres heredados.
Lastres a los que, por cierto, llamó de manera velada a “hacer muchísimo más” por Jalisco.
isaac.deloza@informador.com.mx