Charros y su último llamado
Por más que el discurso oficial intente suavizarlo, hay realidades que no admiten maquillaje, y la que hoy atraviesan los Charros de Jalisco es una de ellas. A esta altura de la temporada —6 de diciembre de 2025— el equipo campeón se encuentra instalado en un terreno peligroso: pues más allá de sus cuatro victorias al hilo, se ubica séptimo del standing general. Es una alerta encendida en pleno diciembre, cuando la Liga Mexicana del Pacífico se vuelve despiadada con quienes llegan sin ritmo, sin orden y sin carácter.
En ese contexto, las tres incorporaciones anunciadas el pasado 1 de diciembre no son simples refuerzos: son un salvavidas. Un manotazo de emergencia de una directiva que sabe que el margen se agotó, que ya no hay paciencia que alcance, ni argumento que justifique volver a dejar escapar partidos que estaban en la bolsa. La llegada del relevista japonés Tomohiro Anraku, del versátil estadounidense Connor Hollis y del receptor tijuanense Dean Nevárez es, en realidad, una confesión tácita de que el equipo había perdido equilibrio en zonas clave del juego.
Anraku, quizá el más llamativo del trío, arriba con credenciales de alto impacto: campeón en México en años consecutivos, “Relevista del Año” en 2025, 22 salvamentos en 26 oportunidades y una efectividad que roza el respeto ajeno. Justo lo que Charros ha extrañado. Porque lo que hoy ahoga al equipo no es solo la irregularidad del bateo, sino esa incapacidad para cerrar juegos, para dominar los últimos outs donde se definen temporadas completas. Un bullpen sin mando es la antesala del desastre, y Jalisco lo ha resentido una y otra vez. Con el japonés, se espera —se necesita— recuperar confianza en las entradas finales.
El caso de Connor Hollis merece una lectura más fina. No es una superestrella, pero es el tipo de pelotero que transforma un lineup silenciosamente: disciplinado, inteligente, con contacto constante y un .366 de bateo que no es casualidad. Lo demostró en verano con Campeche, siendo figura para que los Piratas alcanzaran la final sureña. Charros adolece de bateo oportuno, de consistencia, de ese jugador que rompe inercias cuando la ofensiva cae en largos silencios. Hollis podría convertirse en esa chispa que falta para que las piezas vuelvan a engranar.
Y luego está Dean Nevárez, un receptor con oficio, con años de trabajo en sistemas exigentes de Grandes Ligas y con experiencia en la propia LMP. Parece el refuerzo más discreto, pero quizá es el más estratégico. Charros necesita orden atrás del plato, un líder defensivo capaz de conducir a un cuerpo de lanzadores presionado, deslucido y con poca comunicación. Un cátcher sólido no es solo un guante; es un cerebro, un guía, un estabilizador. Jalisco, con tantos altibajos, requiere justamente eso.
Sin embargo, sería ingenuo pensar que tres nombres, por sí solos, resolverán la crisis. El problema de Charros es más profundo y se relaciona con algo que en el deporte profesional es decisivo: actitud competitiva. El equipo ha mostrado chispazos, pero no constancia; entrega, pero no solidez; esfuerzo, pero no carácter para jugar como lo que es y dice ser: un campeón en busca del bicampeonato.
Hoy más que nunca, la LMP está nivelada y los rivales huelen la sangre del que titubea. Charros ha titubeado demasiado. Y estas tres incorporaciones no llegan para maquillar estadísticas, sino para sacudir conciencias. Los refuerzos están disponibles desde el martes, los números son claros, el calendario aprieta y la afición —una de las más fieles y más exigentes de este país— comienza a perder la paciencia.
Es ahora o nunca. No hay más capítulos para excusas, ni más espacio para dejar ir ventajas por falta de enfoque. El campeón tiene todavía la posibilidad de levantarse, pero deberá hacerlo con urgencia, con disciplina y con la humildad de quien entiende que el beisbol no reconoce títulos pasados, sino desempeño presente.
Charros tiene el talento y ahora suma las piezas. Lo que falta es recuperar espíritu, cohesión y ese fuego competitivo que distingue a los equipos que no solo juegan para ganar, sino para honrar su historia.
El reloj avanza. El standing no perdona. La LMP tampoco. Si Jalisco quiere seguir siendo campeón, tendrá que empezar a demostrarlo desde hoy.
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