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Y si Adelita se fuera con otro...

Los corridos son y han sido parte de nuestra historia. Hemos crecido escuchándolos desde la infancia. ¿A cuántos nos hicieron memorizar en la primaria “Y si Adelita se fuera con otro…”? Escrito para la enfermera Adela Velarde por un teniente enamorado durante la Revolución Mexicana. O “La cucaracha, la cucaracha ya no puede caminar, porque no tiene porque le falta marihuana que fumar”, que -antes de ser una canción infantil- fue un corrido en referencia al general Victoriano Huerta, ex presidente de México, alcohólico y afín a la marihuana.

Eso son los corridos: canciones narrando historias, hablando del amor y el desamor, de situaciones de la vida cotidiana y de personajes emblemáticos… Ahora sus estrofas y sus ritmos han evolucionado; en su música hay mezclas de norteño y banda o de rap y hip hop, y sus letras se han ido adaptando a distintos contextos.

Mientras a la Adelita le cantaban “si Adelita fuera mi mujer le compraría un vestido de seda para llevarla a bailar al cuartel”, hoy Peso Pluma, en uno de sus famosos corridos tumbados cortejando a una chica, entona: “Compa, ¿qué le parece esa morra? La que anda bailando sola me gusta pa' mí. Bella, ella sabe que está buena”.

Entonces, ¿cuál ha sido la discusión sobre este género musical mexicano durante las últimas semanas? Más allá del gusto o no por ese tipo de música, la discusión son las temáticas que abordan. Y es que no todos los corridos son narcocorridos. La principal diferencia está en las historias que cuentan y cuando estas hacen apología del delito. Es decir, los corridos bélicos que glorifican la violencia, que reconocen, exaltan o alaban delincuentes, que cantan historias del crimen organizado, de confrontaciones armadas y actividades relacionadas con el narcotráfico.

Con Estados Unidos calificando como terroristas a los cárteles mexicanos y nuestro país sin poder encarar la terrible crisis de desaparecidos por el crimen organizado, a través de la música se sigue enalteciendo la violencia.

Su prohibición en conciertos y espectáculos públicos -como medida para desincentivar los corridos bélicos- ha tenido repercusiones directas para los grupos y cantantes (algunos con décadas dedicadas a ese género musical). En Estados Unidos no dudaron en retirarles la visa a quienes sigan entonándolos, mientras en México los propios seguidores abuchean y hasta les destrozan los instrumentos a los músicos por no incluir esas canciones en su repertorio. Un lamentable y penoso espectáculo.

Los narcocorridos no son canciones que sólo escuchen delincuentes o personas relacionadas con actos delictivos o ilícitos. Para todo hay gustos, pero su difusión y reproducción tiene un impacto social y hasta moral. En sus letras hay una cultura vinculada al narco, a un estilo de vida con lujos, drogas, violencia y excesos, e incluso algo aspiracional, como si el crimen organizado pudiera ser aceptable bajo ciertas circunstancias. Y la violencia no puede ser parte de la cotidianeidad ni los delitos jamás ser socialmente aceptables ni mucho menos tolerables, bajo ninguna circunstancia; los actos criminales lastiman familias y a la sociedad.

“La Adelita” se escribió y comenzó a cantarse en pleno conflicto armado, se volvió parte de nuestra cultura, exaltando el amor y el valioso papel de la mujer durante la Revolución (llamando “adelitas” a todas las valientes que participaron desde distintas trincheras). Hoy se le cantan a la muerte, a la violencia y al crimen. Los delincuentes no son modelo a seguir.

Instagram: vania.dedios

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