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Una fragilidad ineludible del matrimonio

Está previsto que no habrá pareja que no se meta en el lío de discutir las diferencias de opinión que existen entre marido y mujer. Desde luego que hay exepciones que confirman la regla.

Es indispensable comprender que los hombres, ciertamente, pensamos muy distinto que las mujeres. Y no es que uno u otro tengan mayormente la razón, sino que el enfoque, la percepción, la manera de entender y de vivir la vida es realmente diversa y por ello puede ser complementaria.

Una referencia, casi obligada para la mayoría de los católicos, es la de conocer y estudiar el Catecismo de la Iglesia Católica, en donde precisamente en el inciso (2333) se dice lo siguiente: La diferencia y la complementariedad físicas, morales y espirituales, están orientadas a los bienes del matrimonio y al desarrollo de la vida familiar. La armonía de la pareja humana y de la sociedad depende  en parte de la manera en que son vividas entre los sexos la complementariedad, la necesidad y el apoyo mutuos>.

Queda bien claro que existe una visión de las diferencias, al mismo tiempo que de buscar complementarse, y que de seguro surgirán problemas cuando se rompe esa armonía.

Resulta inadmisible que una pareja venga con el planteamiento de que tienen problemas entre sí, debido a que piensan diferente. Y  es tan evidente, que parece que no se han dado cuenta de que es eso precisamente de lo que se trata. De pensar en forma diversa, pues obliga  a que para hacer las cosas se requieren de acuerdos y todo tipo de negociaciones. De lo contrario, habrá dificultades y distanciamiento.

Para terminar esta reflexión, queda entonces claro que por un principio básico al existir una diferencia evidente entre hombres y mujeres, se instaura una fragilidad que permite fácilmente la discordia, el desacuerdo y el conflicto. Y eso es lo que hay que cuidar que no se incremente y desparrame.
Un tema importante al repensar el matrimonio.

DR

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