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Un gol para el feminismo

La voz de las mujeres se ha hecho escuchar desde el interior de la comunidad universitaria. El profesor Horacio Hernández Casillas, coordinador de Antropología del CUCSH, fue destituido de su cargo tras las acusaciones de hos tigamiento sexual y acoso que fueron ignoradas durante mucho tiempo. La maestra Tanya Elizabeth Méndez y la alumna Noemí López, fueron las primeras mujeres valientes que señalaron de forma contundente lo que ocurría en torno a las aulas: el secreto que todos conocían sin darle mayor importancia para no “entrometerse”, para no “hacer más grandes las cosas”.

Hernández Casillas sabía muy bien cómo condicionar una calificación, el salario, o la aprobación del cuerpo docente. Aprovechaba sus relaciones para acallar los posibles señalamientos pues sabía que, sin importar lo reprobable de su actitud, contaba ya con una red de protección que lo salvaba de un despido. El proceso de revisión tardó meses enteros. Hace unos días el feminismo anotó un gol cuando, gracias a las protestas, la Comisión de Responsabilidades y Sanciones del CUCSH declaró culpable al docente, con lo que no volverá a impartir clases en la Red Universitaria.

Lo alarmante es que no bastó con la denuncia de las víctimas de acoso. El Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres (Cladem) estuvo involucrado para denunciar los conflictos de intereses en la Universidad de Guadalajara, pues el abogado Javier Peña Razo se volvió más un defensor de pruebas absurdas que intentaron mantener a toda costa al ex coordinador en su puesto. Alejandra Cartagena, abogada de las denunciantes, aseguró que el proceso de impartición de justicia ha sido desigual, que la estructura parece querer favorecer a los acusados en lugar de analizar objetivamente lo que sucedió, a pesar de la carta firmada por casi 200 personas que apoyan lo dicho por la maestra y las alumnas. No se sabe entonces hasta qué punto cerró este asunto, porque aun cuando Hernández Casillas esté fuera de la nómina, sigue frecuentando el centro universitario e intentando amedrentar a las denunciantes.

Este caso sirve para poner la atención en las diferentes universidades de nuestro país y sus mecanismos de respuesta. El daño todavía no ha quedado resarcido. Urge una estrategia que sensibilice al personal, a los alumnos, a todos los involucrados con las aulas, para reconocer y enfrentar el acoso sexual. Para dejar de minimizarlo en sus diferentes presentaciones. No es posible que haya una preocupación más grande por proteger las trayectorias personales, que la integridad de las mujeres, o dicho de otra forma: que se siga poniendo en duda a las víctimas en lugar de darles atención oportuna.

Esto es un gol para el feminismo, pero nos hace falta ganar el partido. Y para eso es necesario que sigamos haciendo equipo.

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