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Privilegio para pocos o vida para millones

Con una histeria y alarmismo pocas veces visto, los defensores del megaproyecto aeroportuario en el Lago de Texcoco, predijeron que la cancelación de dicha obra se convertiría en una catástrofe económica de gran magnitud, y están tan seguros de sus predicciones que incluso ya bautizaron esta supuesta crisis: “error de octubre”.

Los defensores del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM) anticiparon una gran devaluación del peso frente al dólar, baja calificación crediticia del país, demandas para exigir cumplimiento de contratos y retiro de capitales para configurar la perfecta tormenta económica. Toda una catástrofe.

Puede que ocurra, pero por lo pronto ayer el peso cerró en 20.12 por dólar, que no es la mega devaluación que los defensores del NAICM en Texcoco anunciaban.

Con estas alarmas, los defensores del NAICM reiteran lo que ha sido la base de su justificación del proyecto en Texcoco: puras razones económicas, financieras y de inversión e ignorando o subestimando las razones ecológicas, y, sobre todo, el derecho de los pueblos a elegir su propio desarrollo sin que se les imponga desde afuera.

Al justificar el NAICM en Texcoco, los defensores compraron la propaganda de que dicha inversión se convertiría en la palanca del desarrollo nacional, sin ninguna evidencia de qué tanto una inversión pública de medio billón de pesos se traduciría en mejores condiciones de vida para la mayoría de la población.

Estos defensores pasaron por alto, o ignoraron deliberadamente, los negocios privados que se hicieron en la obra del NAICM en Texcoco y los grandes negocios inmobiliarios que se pretendían hacer en la Aerotrópolis y en la reconversión del actual aeropuerto internacional, en un renovado distrito inmobiliario, comercial y turístico.

Como se ha descubierto y revelado ya, el grueso del dinero invertido se concedió de manera directa a un puñado de constructores que, casualmente, son algunos de los hombres más ricos de este país y allegados al Gobierno saliente.

Es decir, los defensores del NAICM en Texcoco defendieron su privilegio de tener un aeropuerto moderno y cercano (para no pagar tanto en tarifas de Uber) sin admitir que se trataba de un gran negocio privado, que pagaríamos todos los mexicanos y sin advertir la enorme devastación ambiental que acarrearía el NAICM en Texcoco, no sólo para los pueblos que viven en sus linderos, sino para más de 20 millones de personas que viven en el Valle de México.

Como escribió el historiador Federico Navarrete en un lúcido ensayo sobre el riesgo del ecocidio en Texcoco: en la consulta sobre el NAICM, “no sólo estamos definiendo el destino del tráfico aéreo, ni garantizando la comodidad de la pequeña minoría de mexicanos que utilizan aviones. Enfrentamos a una decisión histórica sobre el destino del Valle de México y de los más de 20 millones de personas que vivimos en él; una decisión en que se juega nuestra seguridad física contra las inundaciones y también la disponibilidad del agua potable de que vivimos”.

Aunque ahora estén molestos y hasta histéricos, al final los defensores del NAICM en Texcoco tienen qué agradecer la lucha de resistencia de los pueblos del lago porque gracias a su tenacidad ellos ejercen el derecho a seguir viviendo en su territorio, y con ello abren la posibilidad de recuperación de las funciones hidrológicas de dichos vasos, y con ello se posibilita la vida para millones de personas que viven en todo el Valle de México. 

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