Ideas

Nick Kurtz: un novato de cuatro estaciones

El béisbol, ese deporte de pasiones profundas, memoria precisa y estadísticas casi sagradas, volvió a escribir una página dorada en su ya legendaria historia el pasado 25 de julio de 2025, cuando Nick Kurtz, un joven pelotero apenas iniciado en el máximo circuito, logró lo que pocos han podido concretar: conectar cuatro cuadrangulares en un solo juego. Y lo hizo no sólo con fuerza y técnica, sino con la frescura, osadía y garra que caracterizan a quienes se estrenan con hambre de gloria.

Fue en la paliza que los Atléticos de Sacramento propinaron a los Astros de Houston con marcador de 15 carreras a 3 que Kurtz se inmortalizó al batear esos cuatro bambinazos, convirtiéndose no sólo en el vigésimo pelotero en la historia de las Grandes Ligas en lograr tal proeza, sino además en el primero que lo hace en calidad de novato. Y eso, no es asunto menor.

Aunque este año ya habíamos sido testigos de un espectáculo similar por parte del veterano Eugenio Suárez, quien el 26 de abril se voló la barda en cuatro ocasiones contra los Bravos de Atlanta, lo de Kurtz tiene un sabor especial. No es lo mismo que lo haga un pelotero curtido en los duros lances de la Gran Carpa, a que lo consiga quien apenas pisa con pasos firmes el diamante de los sueños mayores.

Más allá del número, lo que sorprende es la forma en que lo hizo. En sus seis apariciones al bat, conectó de hit en todas. Fue un seis de seis que quedará grabado en los anales de la MLB, incluyendo un quinto batazo que, por un suspiro, no se convirtió en su quinto bambinazo de la jornada. De haberlo logrado, habría roto definitivamente la barrera de lo impensable.

Este joven -de rostro aún imberbe, pero mirada determinada- no sólo está llamado a ser un bateador temible, sino un referente del béisbol moderno. Su actuación remite a hazañas que creíamos reservadas para mitologías deportivas: J.D. Martínez en 2017, Josh Hamilton en 2012, Carlos Delgado en 2003, o incluso el explosivo Shawn Green, que en 2002 no solo pegó cuatro jonrones, sino que sumó 19 bases en un solo partido, cifra que aún se mantiene como récord.

Nick Kurtz ya está en esa lista, compartiendo sitio con hombres que han dejado huella profunda en el terreno de juego. Pero su caso resalta porque su juventud aún no ha sido domada por la rutina profesional, ni opacada por la carga de la fama. Su irrupción en los reflectores ha sido una bocanada de aire fresco, un recordatorio de que el talento, cuando se acompaña de disciplina, puede romper cualquier barrera.

Ahora bien, vale la pena detenerse a reflexionar sobre lo que esto significa para su carrera. Los números son tan sólo un indicio, pero el verdadero reto empieza después de la hazaña. ¿Será Kurtz una estrella fugaz o un astro persistente? ¿Sabrá mantenerse firme, aprender de sus errores y no sucumbir ante la presión mediática y la expectación de las aficiones? Porque el béisbol, como la vida misma, no se trata de un día glorioso, sino de constancia, de evolucionar, de sobreponerse a las malas rachas y seguir adelante.

En un mundo donde cada jugada se analiza con inteligencia artificial y cada swing se graba desde mil ángulos, el temple humano sigue siendo el factor decisivo. Y Kurtz parece tenerlo. No se le vio altanero tras su hazaña; al contrario, se mostró humilde, agradecido y consciente de que esto apenas comienza. Su actitud habla tanto como su bat.

De confirmarse lo que muchos ya presienten -que estamos ante un fenómeno generacional-, el béisbol podría haber encontrado en este joven a uno de sus nuevos estandartes. Y eso no es sólo bueno para su equipo o para su ciudad, sino para toda la liga, que necesita de héroes renovados que conecten con las nuevas generaciones, sin perder la esencia de lo que este deporte representa.

Que el nombre de Nick Kurtz esté ya inscrito junto a leyendas es mérito suyo. Que se mantenga, dependerá de su esfuerzo, su carácter y su capacidad de reinventarse cada vez que suba al plato. Por lo pronto, nosotros como aficionados, tenemos el privilegio de haber sido testigos de una gesta que no se ve todos los días.

Y quién sabe… tal vez un día, no muy lejano, volvamos a ver su nombre en los libros de historia. No como el novato que deslumbró con cuatro jonrones, sino como el consagrado que abrió así su leyenda.

Temas

Sigue navegando