La pobreza, más allá de las cifras
La pobreza en México, como en cualquier parte del mundo, es un fenómeno estrictamente político. Reducirla a un problema técnico de ingresos o acceso a bienes y servicios constituye una estrategia cómoda para quienes detentan el poder. En realidad, discutir la pobreza significa discutir el modo en que se distribuyen los bienes y servicios socialmente producidos, es decir, quién accede y quién no a los recursos que permiten la vida digna. Esto implica, inevitablemente, una reflexión sobre la estructura de poder que decide a quién se le cobra impuestos, cuánto se cobra, y cómo se redistribuye -o no- la riqueza social. La pobreza, por tanto, no es simplemente una carencia objetiva; es la manifestación de un orden social en el que las decisiones políticas y económicas perpetúan desigualdades históricas.
A partir de la década de 1990, el debate público en torno a la pobreza en México se desplazó hacia el terreno del manejo político de las cifras. La reducción de la pobreza comenzó a medirse principalmente en función de indicadores mínimos: acceso a ciertos bienes y servicios y niveles de ingreso, laborales o no laborales. Así, la pobreza fue conceptuada como un indicador estadístico: el porcentaje de personas que cruzan una línea determinada de ingresos o que tienen afiliación a servicios básicos y accesos mínimos a infraestructura en la vivienda.
En este marco, los sucesivos gobiernos han buscado incidir en los componentes que más peso tienen en la medición oficial. Morena ha sido particularmente exitoso en ello. Su estrategia ha consistido en mejorar el componente de ingreso, lo cual tiene un efecto inmediato en los indicadores de pobreza, pero también reproduce una trampa lógica y filosófica: se mejora la estadística sin necesariamente transformar las estructuras que producen y reproducen la pobreza. Lo que se observa es un ajuste en la superficie de la medición, más que una transformación estructural de las condiciones de vida de millones de personas.
Esta trampa no es menor. Bajo la lógica actual, el debate sobre la pobreza se encuentra atrapado en la aritmética de los umbrales de ingreso y de consumo, lo cual impide una discusión más amplia sobre su naturaleza y alcances. ¿Qué significa realmente no ser pobre? ¿Basta con que el ingreso mensual supere una línea de pobreza vinculada a una canasta básica que no responde a estándares constitucionales? ¿Qué ocurre con las dimensiones no cuantificables de la pobreza?: la inseguridad permanente, la exclusión simbólica, el deterioro de los vínculos comunitarios, la precarización cultural y de la salud. Reducir la pobreza a lo medible invisibiliza sus raíces más profundas y el sufrimiento real que genera.
Es urgente abrir un debate que trascienda la dimensión técnica y se adentre en las implicaciones éticas, políticas y filosóficas del fenómeno. Tal debate debe cuestionar si no es tiempo de construir un concepto de pobreza que incluya lo que no es posible reducir a números, y de apostar por un modelo de desarrollo distinto. Esto significa entender que la pobreza no es sólo ausencia de recursos, sino la negación de la posibilidad de ejercer derechos fundamentales en condiciones de igualdad.
Para México, avanzar en esa dirección exige revisar las bases de su pacto y política fiscal, sus prioridades de gasto público y su curso de desarrollo. Se trata de repensar la estructura económica que produce riqueza para unos pocos y precariedad para las mayorías. Significa también incorporar dimensiones cualitativas en la evaluación de la pobreza, que permitan visibilizar el sufrimiento humano detrás de las cifras.
La discusión sobre la pobreza es, por ello, una discusión sobre justicia social y sobre las otras justicias -como lo diría el filósofo Julián Marías-, y sobre el tipo de sociedad que aspiramos a construir. Mientras se mantenga reducida a indicadores y estrategias de administración de la carencia, se seguirá eludiendo el problema de fondo: la profunda desigualdad estructural que caracteriza al país. Reconocer la pobreza como un problema político y filosófico es el primer paso para superarla de manera real.
@mariolfuentes1
Investigador del PUED-UNAM