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La paradoja de la sobrevivencia

Para qué sobrevivir al virus, si al quedarse encerrado en casa se está muriendo de hambre.

Esa es la paradoja de la sobrevivencia en tiempos del coronavirus.

La ciudad se mueve. 

Lejos de los enanos mentales que en todos los niveles socioeconómicos han salido o a tomar carretera para ir buscar en autos repletos de familia las playas, o quienes irrumpieron imprudentemente en los mercados del mar desde el jueves santo, o quienes en la zona Oriente y en colonias populares siguen organizando fiestas y reuniones callejeras, hay una gran parte de la ciudad que se tiene que mover. 

La economía de la ciudad se mueve, a trompicones y con restricciones, pero se sigue moviendo.

Y es que hay una parte fundamental de una economía de gran ciudad como la Gran Guadalajara (los 10 municipios) que no entiende de restricciones o cuarentenas; es la economía de sobrevivencia.

Y no es de ahora, es de siempre, son miles de personas (le llamaríamos emprendedores a fuerza) que tienen que salir todos los días a realizar cualquier tipo de oficio o trabajo con tal de llevar unos pesos a casa y garantizar por lo menos la subsistencia del día.

Sobrevivencia pura.

Y representan, según nuestros cálculos, más de la mitad de quienes trabajan en la ciudad.

No habrá fuerza humana ni argumento capaz de convencerles que es obligatorio permanecer inactivos por tiempo indefinido, en condiciones de hacinamiento y carencias que complican la convivencia.

Es ese sector que arriesgando su resto (su salud) emprende todos los días el camino a perseguir “la chuleta”, pase lo que pase, y no descansarán hasta saber que, por lo menos, le están haciendo la lucha.

Es para ese sector, que se sigue moviéndose anónima y silenciosamente en la total informalidad, que ha faltado sensibilidad por parte de los especialistas de gobierno que tanto a nivel federal como a nivel local dictan medidas de aislamiento, cuarentena y restricciones.

Ese sector no entiende de virus; como es un enemigo invisible e intangible, suena más a una fantasía que vendría a sumarse a la ya larga lista de problemas que les acarrea tener por ejemplo un problema de salud porque tienen que recurrir a los servicios públicos, escasos y limitados, a esperar casi por piedad atención.

Están muy lejos de amenazas y regaños; los mensajes de gobierno en redes sociales no les llegan, y si algo se cuela es información distorsionada y limitada.

Ven a los gobernantes como burócratas que desde sus escritorios pueden hacer y deshacer recomendaciones de aislamientos porque al fin del día ellos tienen garantizados sus ingresos quincenales vía sueldo. No tienen que luchar día a día por sobrevivir. Ellos quizás se puedan quedar en casa y hacer home office sin problemas.

Los emprendedores a fuerza no se pueden quedar. Si no trabajan no comen, y el trabajo estaría en las calles, en el día a día.

Irrisorio para ellos quedarse en casa; preferible arriesgarse a ser víctimas del virus que quedarse en casa con los brazos cruzados.

Es la paradoja de la sobrevivencia.

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