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La diáspora mexicana

La diáspora mexicana es un hecho social único en el planeta por su dimensión y atributos: según cifras oficiales, hay más de 33 millones de mexicanos en Estados Unidos que mantienen no sólo su lengua y cultura sino que son cada vez más conscientes de su fuerza en ambas naciones. Además hay otro millón emigrado en otras naciones. No hay un fenómeno siquiera parecido en el mundo.

De la migración mexicana a Estaos Unidos, según en centro Pew, 6.6 carece de estancia legal. El resto está formado por emigrados e hijos de emigrados que cuentan con ciudadanía o residencia legal. Y el servicio exterior ha credo la matricula consular que identifica a más de 800 mil residentes mexicanos en Estados Unidos.

Las comunidades mexicanas están ubicadas en todos los estados de la Unión Americana, incluyendo Alaska. Y ellos envían a México casi tres millones de dólares por hora, es decir, formalmente más de 28 mil millones de dólares anuales. Aunque su participación política ha sido marginal aun en México, pues apenas votaron casi 100 mil ciudadanos, en Estados Unidos su participación es creciente en las ciudades de mayor densidad.

Por otra parte vale la pena destacar que su perfil sociodemográfico ahora se ubica como nuevas clases medias bajas emergentes allá, con tendencia creciente en educación, ingresos y movilidad. Más de 16 millones de mexicanos viajan a ver a sus familias en Estados Unidos cada año.

A estas comunidades debemos de verlos de forma incluyente, es decir, que para empezar hay que decir que México es un conjunto de 154 millones de personas: 120 quienes vivimos acá y 34 millones que viven en el exterior. Luego hay que decir que la mayoría de las familias mexicanas está integrada por mexicanos residentes y emigrantes, y que la relación intrafamiliar es muy intensa social y económicamente.

A lo largo de décadas, las autoridades mexicanas han realizado un enorme esfuerzo para atender a los mexicanos en Estados Unidos, construyendo la red consular más importante del mundo, pero sin duda los resultados por positivos que quieran verse son a todas luces insuficientes. Mientras tanto el Gobierno actual de Estados Unidos ha tomado actitud agresiva contra los migrantes mexicanos y, por ende, el reclamo de atención se ha multiplicado.

Hay un enorme trabajo por hacer para fortalecer la integración de las comunidades mexicanas en el exterior con las ciudades mexicanas, en tareas específicas que han hecho sobre todo las asociaciones creas por los llamados hijos ausentes que se cuentan por cientos en ambos lados de la frontera. Son una manifestación social que merece la pena ser impulsada por las autoridades, como también lo es la acción jurídica para la defensa de los mexicanos ante las agresiones de todo tipo que desafortunadamente se multiplican, cada día, como lo remarcan, por ejemplo, las recibidas en el consulado de Nueva York la semana anterior.

La tarea de integración, defensa, comunicación y promoción de la diáspora mexicana es una labor de importancia capital. Es un asunto que el Estado mexicano debe asumir con una visión profunda, larga y con responsabilidad. En muy corto tiempo los mexicanos emigrados en las grandes ciudades estadounidenses serán más preparados, educados, y económicamente fuertes que la mayoría de las comunidades de acá, y jugarán un papel cada vez mayor en el liderazgo de pueblos y ciudades pequeñas mexicanas, como ya se deja ver en regiones como El Bajío, Los Altos de Jalisco o en Michoacán y Guerrero, donde los migrantes juegan una papel fundamental en pueblos rurales y ciudades pequeñas por su capacidad para influir en todo tipo de asuntos.

Vernos a nosotros mismos como una nación plural, formada por diversas manifestaciones culturales, etnias e integrada por residentes e inmigrantes es uno de los retos más importantes de los próximos años. La diáspora mexicana es una riqueza inmensa a la que poco volteamos a ver y forma parte de nosotros mismos.

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