Ideas

La 4T a golpe de adjetivazos

Reaccionarios, golpistas, cómplices de corruptos, conquistadores, colonialistas, belicistas, panfletarios, desinformados, analfabetos, involucionados, injerencistas, maníacos, arrogantes, calumniosos, conservadores y borregos (esto último sin ofender y con mucho respeto).

El Presidente Andrés Manuel López Obrador usó todos esos adjetivos para referirse a los 607 diputados del Parlamento Europeo que votaron a favor de una resolución para conminar a México a frenar la violencia contra periodistas y defensores de derechos humanos.

La polémica respuesta a los eurodiputados, redactada por la colorada pluma del Presidente, alarmó hasta al diputado Fernández Noroña, Padre del Desfiguro, quien desaprobó las rudas formas del mandatario.

El caso de Patricia Armendáriz, diputada morenista, reveló la actitud borreguil de la clase política ante el jefe. La legisladora primero llamó «burdo escrito» al texto, pero al enterarse que lo redactó el Señor Presidente, «respaldó» el documento y rechazó el injerencismo europeo. Su caso y el de otros morenistas se resume en el famoso chiste sobre los aduladores:

-Los cocodrilos vuelan.

-¿Quién dijo esa estupidez?

-El jefe.

-Bueno, sí vuelan, pero muy bajito.

Volvamos al punto. Revisé el debate y el documento votado por los eurodiputados. La resolución funciona para fines prácticos como un exhorto: su efecto es político, no legal. Lo promovió el eurodiputado venezolano-español Leopoldo López Gil, férreo opositor al régimen de Nicolás Maduro. En la moción hablan durante 40 minutos 25 parlamentarios, la mayoría españoles, más algunos italianos, suecos y un rumano. Todos exigen acciones para proteger a periodistas y activistas de derechos humanos en México. Estos exhortos son comunes en el Parlamento Europeo. Entre sus clientes frecuentes están Filipinas, Irán, Burkina Faso, y ahora México.

El llamado de estos «borregos», como los calificó el Presidente, se basa en datos reales y públicos: en este sexenio, 47 periodistas y 68 defensores de derechos humanos fueron asesinados. México es el país más peligroso para ejercer el periodismo fuera de una zona de guerra y ocupamos el lugar 143 de 180 en el Índice de Libertad de Prensa de Reporteros Sin Fronteras. Hasta enero, 495 periodistas tenían medidas de protección especial, un mecanismo inútil.

«El adjetivo, cuando no da vida, mata», escribió el poeta Vicente Huidobro. Y el Presidente utiliza el adjetivo para matar el debate y descalificar al mensajero sin escuchar el mensaje. Le sirve para sostener un soliloquio autocomplaciente en donde la víctima siempre es él. López Obrador adjetiva para matar la realidad. Nunca responde con ideas, datos o políticas públicas sino con adjetivos. Y ninguno de sus correligionarios o cercanos se atreve a contradecirlo.

Al margen del lenguaje de cantina y el adjetivazo como política de gobierno, conforme avanza el sexenio, AMLO renuncia cada día más claramente a la pesada tarea de transformar el país para dedicarse, mejor, a la sencilla labor de defender con adjetivos descalificativos la idea de su «proceso transformador».

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