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LXIV Legislatura Federal: ¿el regreso de la aplanadora?

Con la toma de protesta ayer de las y los 127 de 128 Senadores, y de las y los 499 de 500 diputados federales (faltó un senador priista de Nuevo León por problemas legales y un diputado oaxaqueño de Morena por enfermedad), quedó todo listo para que este sábado inicie su andar la LXIV Legislatura, en la que es altamente probable que veremos echar andar la nueva versión de la aplanadora legislativa.

Su época de oro fue en los tiempos autoritarios del PRI, cuando el Gobierno era juez y parte en las elecciones, el tricolor ganaba prácticamente todo y las cámaras alta y baja se convertían en extensiones de la Presidencia de la República. No había contrapesos. El Poder Legislativo y el Poder Judicial estaban sometidos al titular del Ejecutivo. Al gran Tlatoani.

Eso terminó en cuanto las votaciones las reguló una autoridad electoral independiente y que desembocó en la primera alternancia política del país, en el año 2000, con la llegada a la Presidencia del panista Vicente Fox. Sin embargo, ni el primer Presidente no priista, ni los dos que le siguieron: el panista Felipe Calderón y el priista Enrique Peña, tuvieron la mayoría con la que contará Andrés Manuel López Obrador. Así, pues, la última aplanadora priista apareció en 1997, pero los legisladores y legisladoras pro amlistas (en el Senado 69 de 128, sumando los 55 de Morena, 8 del PES y 6 del PT; contra 23 del PAN, 13 del PRI, 8 del PRD, 7 del Verde, 7 de MC y 1 de Nueva Alianza. En San Lázaro tiene 307 de 500 curules, si se suman los 247 de Morena, 31 del PES, y 29 del PT, contra los 80 del PAN, 47 del PRI, 28 de MC, 20 del PRD y 16 del Verde) están listos para estrenar este nuevo modelo de aplanadora, que aunque distinta, puede ser igual de preocupante por la pérdida de contrapesos y las tentaciones autoritarias que esto puede generar. Más aún cuando las otras dos alianzas (PAN-PRD-MC y PRI-Verde-Panal) quedaron ya desintegradas, y tampoco existirá la expresión independiente, ya que ninguno de los candidatos y candidatas que buscaron llegar por esta vía lograron su objetivo.

Lo que en estricta justicia habrá que decir, es que las mayorías legislativas que lograba el PRI eran fruto de contiendas inequitativas y muchas veces fraudulentas, mientras que la que alcanzó el futuro Presidente fue fruto de una elección democrática, sin cuestionamientos graves.

En ese sentido llegan con plena legitimidad y con la oportunidad de marcar diferencia y contribuir a recuperar la credibilidad dilapidada por el desprestigio ganado por diputados y senadores, por años de excesos y por supeditar los intereses de los ciudadanos que dicen respetar por los de sus partidos o jefes políticos. Lo empezaremos a ver muy pronto.

jbarrera4r@gmail.com

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