Jalisco, infierno del abuso sexual infantil
Tuve acceso a la denuncia por abuso sexual infantil contra el ex futbolista Omar Bravo. La revelación de los detalles sobre la violencia sexual contra la menor -que no compartiré- sólo alimentan el morbo y banalizan un problema que debería escandalizarnos por su frecuencia, no por el nombre del acusado.
La prensa, los abogados de ambas partes y, ahora, la hermana del ex jugador, han convertido en un espectáculo y litigio mediático la historia de una menor que -según su declaración- padeció de los 11 a los 17 años tocamientos denigrantes, amenazas y chantajes emocionales.
Las numerosas entrevistas buscan contar una historia a partir del morbo, sin sentido humano, con “revelaciones” y detalles de quien presenta una monstruosidad de feria.
Sólo hay que preguntarnos, ¿nos gustaría ver expuesta así la historia de nuestra hija o nuestra hermana?
La adolescente acude a la escuela, tiene amigos, denunció un infierno y todavía debe soportar la revictimización de una sociedad que pide a los leones sin darse cuenta de que el coliseo somos nosotros mismos.
Esta denuncia hiper mediática debería alertarnos como sociedad para entender, detectar y prevenir mejor este delito. Y para exigirle a la autoridad castigos ejemplares a los abusadores.
En la denuncia contra el ex futbolista asoma el patrón que se replica en muchos casos de abuso sexual infantil.
La víctima de violencia sexual normaliza lo que le ocurre. Esto se debe a la asimetría de poder frente al abusador, generalmente una figura de autoridad por edad, poder económico, parentesco u otro.
El empleo de chantajes y amenazas los convierten en rehenes emocionales de la agresión. Muchos, al crecer, no se consideran víctimas, sino cómplices de lo que padecieron. Así de profundo es el daño…
La manipulación y violencia psicológica -“si hablas, tú y tu madre ya no tendrán dónde vivir ni qué comer”- es recurrente.
El año pasado, Jalisco fue la entidad con la tasa más alta de abuso sexual infantil en México: 61 casos por cada 100 mil habitantes, con 5 mil 323 denuncias en total, según la Plataforma de Seguridad del IIEG.
Quintana Roo, en segundo lugar, tuvo una tasa de 58 casos por cada 100 mil habitantes y un acumulado de mil 87 denuncias. Yucatán, entre los estados con menos incidencia, sumó sólo 110 denuncias, lo que da una tasa de 4.6 casos por cada 100 mil habitantes.
De ese tamaño debería ser nuestra indignación ante este infierno que viven miles de niños y niñas.