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El regreso del 8M

Fuera de las loas que las mujeres funcionarias del gabinete estatal y federal hicieron a sus respectivos jefes, al gobernador Enrique Alfaro con una carta y al Presidente Andrés Manuel López Obrador con la clásica consigna y arenga de que “es un honor estar con Obrador” en plena mañanera, y que nada bien cayeron entre las organizaciones que convocaron a la conmemoración del 8M, las marchas por el Día Internacional de la Mujer regresaron sus voces y reclamos a las calles.

Fueron manifestaciones que significaron el resurgimiento vigoroso de las protestas por la creciente violencia contra la mujer y las demandas por la inalcanzada equidad de género en los distintos ámbitos de la vida social en este país, a las que obligadamente contuvo la pandemia.

Desde la víspera del 8M, las declaraciones que hizo el Presidente en su púlpito presidencial dejaron claro que le sigue costando mucho trabajo entender la agenda feminista y que prefiere amurallar la ciudad para no escucharlas. 

Esa falta de empatía ante la violencia y las inequidades que sufren, más allá de nombrar mujeres en su gabinete y decir que él es quien es por la educación que le dio su madre, su incomprensión se reflejó en toda su dimensión con la muy desafortunada afirmación de que su gobierno tenía datos de que había mujeres que se estaban preparando con “marros, con sopletes, con bombas molotov” para la marcha y que eso no era “defender a las mujeres, ni siquiera feminismo”, sino una postura “conservadora reaccionaria en contra nuestra (de la 4T)”, reafirmando su yerro de que el feminismo y el ecologismo son cosa de neoliberales. Lo peor es que ese tono lo copió la jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum, y su segundo Martí Batres.

En el gobierno de Jalisco parecieron aprender más del encontronazo que tuvieron a inicios del sexenio con organizaciones feministas y en los primeros días de marzo pasado dieron a conocer un nuevo programa de atención y protección integral a la mujer, que desde luego deberá pasar del discurso al hecho. 

Aunque, excepto en el ámbito municipal, hay avances importantes en la equidad de género en el terreno político y gubernamental, así como en el académico y social, falta mucho avanzar en el mundo empresarial y la vida laboral donde prevalece una visión patriarcal.

Pero sin duda la gran deuda sigue estando en la protección efectiva y el combate a la violencia contra las mujeres, desde los acosos, las violaciones y las desapariciones hasta llegar a la expresión más extrema de esas agresiones como lo es el feminicidio, en el que Jalisco aparece como la segunda entidad donde más se comete. 

Esperemos que al próximo 8M lleguemos de verdad con una reducción significativa de los niveles de violencia contra las mujeres y que tanto el gobierno federal, el estatal y los municipales hagan los ajustes institucionales que nos hagan avanzar en esta gran asignatura pendiente por la que pasa la pacificación del país.

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