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La revocación y las sonrisas

No a todos les fue igual el domingo. Hubo algunos con cara de velorio, otros menos apesadumbrados, pero en realidad solo un ganador: Andrés Manuel López Obrador, que tiene en sus manos un poderoso instrumento de cara a la sucesión presidencial. Aunque algunos siguen hablando de reelección, en realidad lo que está en juego, como decíamos ayer, es la continuidad del proyecto de la llamada Cuarta Transformación. 

A Claudia Sheinbaum no le fue bien. Una participación de 18.5 por ciento, con un millón 300 mil votos por la No Revocación en la ciudad que ha gobernado la izquierda desde hace un cuarto de siglo y donde más dinero hay invertido en programas sociales, no es un buen resultado. De poco sirvió el mitin disfrazado de campaña del jueves y la cantidad de recursos invertidos por contratistas del Gobierno de la Ciudad de México en espectaculares; el resultado fue menor que en estados como Oaxaca, Campeche o Guerrero.

La vara está puesta: quien quiera ser candidato tiene que superar los 15 millones de votos. Se dice fácil, pero no los tuvieron ni Anaya ni Meade en el 2018...

Mario Delgado es el gran derrotado. Al presidente de Morena le van a cargar las culpas. Un resultado por debajo de los 20 millones de votos por la No Revocación no es el esperado. A pesar de que hubo bateo libre, es decir, el presidente autorizó a violar todas las leyes violables en la promoción del voto, sigue la desconexión entre el gobierno, los programas sociales y el partido. Explicaciones puede haber muchas, responsable solo hay uno: Mario Delgado. Su puesto quedó, por decirlo bonito, sumamente comprometido.

Adán Augusto López tampoco puede estar muy satisfecho. Si bien puede decir que su estado, Tabasco, es el que más porcentaje de participación tuvo, el resultado es atribuible más al presidente que al actual gobernador o al secretario de Gobernación. Por el contrario, los estados a donde fue a hacer campaña, Coahuila y Sonora, no ofrecieron buenas cuentas, ambos por debajo de la media nacional 12.5 y 15.4 por ciento, respectivamente.

Donde la sonrisa es pintada, como la del payaso, es entre las “figuras” de los partidos de oposición, los de enfrente. La vara está puesta: quien quiera ser candidato tiene que superar los 15 millones de votos. Se dice fácil, pero no los tuvieron ni Anaya ni Meade en el 2018 y apenas los tuvo “haiga sido como haiga sido” Calderón en 2006. De acuerdo con las encuestas recientes, en este momento ninguno, ni Ricardo Anaya, ni Enrique de la Madrid, ni Margarita Zavala, ni Luis Donaldo Colosio llegaría a los 10 millones de votos. Dicho de otra manera, esos 15 millones de votos son los que, en una elección presidencial dividida con una participación entre 55 y 60, necesita Morena para un triunfo. Apretado, sí, pero triunfo.

En síntesis, después de la consulta de revocación el único que sonríe es López Obrador.

diego.petersen@informador.com.mx

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