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El primer día del resto de nuestra vida judicial

Hoy es el primer día del nuevo Poder Judicial, del Poder Judicial electo por el pueblo, o impuesto por Morena, dependiendo a quién le pregunte. Tendremos una nueva Suprema Corte y nuevos juzgadores federales en la mitad de los juzgados. Para los promotores de la reforma se trata del fin de la corrupción y la impunidad. Para no pocos observadores externos estamos ante un nuevo Poder Judicial cooptado por el grupo que hoy detenta el poder. 

La pregunta pertinente, sin embargo, es si a partir de hoy tendremos un mejor o peor Poder Judicial. Otra vez la respuesta dependerá de a quién le pregunte. Los fanáticos del régimen dirán que por mal que salga el experimento será mejor que lo que había. Los críticos, por el contrario, sostendrán que será un desastre por el bajo perfil de los juzgadores electos y por el control político que los poderosos tienen sobre los jueces (igual que antes, pero ahora son otros los poderosos y los que tienen el control). Para la mayoría de los mexicanos no significará diferencia alguna: antes no tenían acceso a la justicia y tampoco la tendrán en el futuro.

Los que tenemos más de cincuenta años sabemos que difícilmente veremos una nueva reforma judicial, o lo que es lo mismo, moriremos sin haber conocido un sistema de justicia que funcione. Si de casualidad hay una nueva reforma en los próximos 30 o 40 años es porque esta fracasó estrepitosamente y en el inter el costo será enorme.

¿Podemos ser optimistas y pensar que esta reforma, llena de lagunas y absurdos, podrá ser corregida poco a poco a lo largo de los años hasta llegar a algo que más o menos se parezca a un sistema judicial eficiente e independiente? Me temo que no. Por supuesto que la reforma judicial será reformada una y otra vez (nada nos gusta tanto en este país como parchar leyes) no obstante, el pecado de origen, la elección en las urnas de jueces, magistrados y ministros de la Corte, genera una dependencia política del Poder Judicial difícil de subsanar. 

Hoy estrenamos un Poder Judicial que genera más dudas que certezas y eso en sí mismo es una pésima noticia. Cuando el poder que debería de darnos certidumbre de que todos los ciudadanos somos iguales ante la ley no es capaz de darnos confianza en que ese principio básico está asegurado, hay pocas razones para el optimismo.

Peor aún, cuando la justicia se usa para sostener a un régimen político, lo que sigue es una irreparable pérdida de libertades. Nada me gustaría tanto como estar equivocado en este punto, pero me temo que lo que viene será una etapa de menores libertades y mayor control político por la vía de la persecución judicial. 

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