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Burocracias culturales, o el poder de la llave de baño

Nadie hay más poderoso en una oficina que aquel o aquella que tiene la llave del baño. “Quien controla el acceso al escusado controla el mundo”, dice la máxima burocrática. La persona que tiene la llave puede ser el número cinco o diez en el escalafón, incluso tener un puesto insignificante en la estructura de la oficina, su poder radica en lo que puede obstaculizar, en decidir quién pasa al baño y, sobre todo, quién no.

La metáfora de la llave del baño sirve para explicar la lógica burocrática en todas las oficinas del mundo, sean servidores públicos o empresas privadas, aunque es mucho más evidente cuando se trata de burócratas por la inamovilidad de los personajes. En una empresa privada siempre existe el riesgo de que te corran; de la burocracia suelen salir jubilados o con los pies por delante.

La semana pasada nos enteramos de la cancelación de una exposición que, más allá de la falta de respeto a la artista Ana Luisa Rébora, retrata de cuerpo entero a la burocracia cultural. La exposición, pactada desde enero, debía abrir sus puertas en mayo. 

Como suele suceder en cualquier museo del mundo el contenido se dialogó entre la artista y la directora del espacio cultural, Gabriela Serrano, el cual incluía 11 obras de caballete, 12 de gráfica y nueve de cerámica. 

A unos días de la fecha pactada para la inauguración se informa a la artista que un nuevo personaje en la burocracia cultural, Luis Fernando Ayala, con el nombramiento de director de proyectos estratégicos, aunque él dice que es de exposiciones y museografía, se haría cargo de la exposición (el nombre del puesto es por demás extraño, quise corroborarlo en la página oficial, pero en el directorio solo aparece el director general de la OPD Museos Exposiciones y Galerías, conocido como MEG, nadie más). Pasó la fecha pactada y sin haber visto la obra ni platicado con la artista el funcionario decidió que solo expondría las obras de caballete, dejando claro quién tenía la llave del baño.

La artista decide cancelar la exposición por los movimientos de fechas y contenidos. Intervienen tanto el director del MEG, José Luis Coronado y el mismo secretario de Cultura, Gerardo Ascencio, para rescatar la exposición. Ya con nueva fecha, nuevamente el personaje decide reducir la exposición a solo una sala. La artista cancela definitivamente la exposición a pesar de los esfuerzos personales del secretario por rescatarla.

La exposición de Ana Luisa Rébora murió de exceso de burocracia. Decisiones tomadas desde el escritorio y el afán de un burócrata por mostrar que quien decide es él. El resultado, más allá de la cancelación de esta exposición, es que no hay un programa de exhibiciones en los museos y galerías del Estado.

Pocas cosas hay tan dañinas para la administración pública como el exceso de burocracia. Cuando se trata de cultura, donde los presupuestos son además raquíticos, la tragedia es doble: tan poco el presupuesto y gastarlo en burócratas, puestos redundantes que solo estorban.

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