¿“Austericidio” en Brooklyn?
La tragedia del Cuauhtémoc, el velero escuela de la Marina de México, dejó un mar de dudas y un debate absurdo entre los gobiernistas que dicen, siguiendo a la Presidenta, que es de mal gusto politizar un accidente, y quienes quieren ver en esto un fracaso gubernamental. Ambas posiciones son, por extremistas, inútiles para efectos de comprensión.
A diferencia de otras tragedias con componente político en nuestro país -el caso de la Guardería ABC en Hermosillo o la caída del colegio Rébsamen, en el terremoto de 2017, por citar solo algunas de las más conocidas-, en la del velero Cuauhtémoc tenemos muchas más posibilidades de saber la verdad por una sencilla razón: será la Agencia de Seguridad del Transporte (TSA por sus siglas en inglés) quien realice la investigación, tal como sucede con cualquier accidente aéreo, ferroviario o marítimo en ese país. El accidente dejó hasta ahora dos muertos y 22 heridos, tres de ellos muy graves. Como en todo accidente, hay responsabilidades. Se trata de homicidios culposos y alguien tiene que dar la cara por ellos.
Hay dos elementos que, con el paso de las horas, han ido quedando claros.
El primero es que un solo buque remolcador o piloto era poco para la maniobra de salida del muelle de un barco de 90 metros de eslora (largo). De acuerdo con expertos que han revisado el accidente, mover un barco de ese tamaño en un espacio tan corto hubiese requerido dos pilotos. Es falso, como se dijo en un primer momento, que se haya roto el cabo de remolque. Nunca lo hubo; el barco piloto solo ayudaba con el arrastre lateral para poner al velero mexicano apuntado a su rumbo. Alguien decidió contratar un solo barco piloto. ¿Si hubiese existido un segundo, se pudo haber evitado el accidente? Es parte de lo que tendrán que dilucidar las investigaciones.
Esto significa -y este es el segundo elemento- que el Cuauhtémoc debió salir del río Hudson rumbo al sur-sureste con su propio motor, no remolcado. En todas las secuencias es evidente que el velero escuela mexicano nunca logró propulsión avante (no hay estela de la propela) y, por el contrario, conforme se va acercando al puente de Brooklyn, aumenta súbitamente la velocidad en reversa de 2.2 arrastrado por la corriente a 5.9 nudos, lo cual indica que entró en funcionamiento el motor. El golpe de los mástiles contra el puente fue a poco más de diez kilómetros por hora. No parece ser una falla eléctrica, pues los mástiles están iluminados, sino mecánica, probablemente en la transmisión: el Cuauhtémoc nunca fue capaz de poner sus motores avante. Cuando pidió ayuda, según informó ayer la TSA, era ya demasiado tarde.
Un barco que viaja por altamar, en todos los rincones del mundo, con 200 pasajeros a bordo, debe tener un estricto protocolo de mantenimiento. Este será un elemento clave a revisar, pues es muy probable que estemos, parafraseando a Tres Patines, frente a un “austeridcidio”, un accidente cuyo origen sea uno más de esos irresponsables recortes presupuestales hechos a machetazos.
diego.petersen@informador.com.mx