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¿De qué hablamos cuando hablamos de gentrificación? (II/III)

La vez pasada me referí al proceso que Ruth Glass observó en el Londres de los años sesenta al que llamó gentrificación, por el que la clase trabajadora fue desplazada y el carácter social urbano de la ciudad de Londres transformado. También mencionaba en esa entrega que la gentrificación es un proceso complejo, cambiante y dependiente del contexto geográfico-temporal. A continuación propongo una apretada síntesis de la evolución del concepto de gentrificación.

Empiezo con Philip Clay, quien en 1979 publica un modelo de cuatro etapas para describir el proceso de gentrificación, basado en una encuesta sobre cambios sociodemográficos en barrios de ciudades norteamericanas. Es claro que este modelo es imposible que aplique a todas las ciudades, aunque en su generalización, con sus limitaciones, está su virtud.

La primera etapa comienza con unos cuantos “pioneros”, quienes toman el riesgo de moverse a un barrio céntrico y renovar las propiedades para su uso. En esta etapa no hay desplazamiento de personas porque hay demasiada oferta de vivienda. La segunda etapa destaca por la participación de pequeños desarrolladores y agentes inmobiliarios que ven potencial en la zona y promueven inversión a través de la reventa o alquiler de propiedades. En esta etapa comienza el desplazamiento involuntario de personas.

En la tercera etapa la prensa da cobertura al fenómeno, validando el “renacimiento del barrio” y dando confianza a clases medias de profesionistas que invierten en el barrio. La mejora física es más visible, pequeños desarrolladores son atraídos a la zona para rehabilitar vivienda, cuyos precios comienzan a subir, al igual que el desplazamiento de personas. La cuarta etapa atrae a la clase media empresarial, quienes adquieren las mejores propiedades una vez que el riesgo de invertir en esos barrios desaparece: el barrio ha sido gentrificado. Nuevos servicios y actividades comerciales que apelan al gusto de los nuevos residentes emergen.

En el año 2001 Jason Hackworth y Neil Smith identifican “tres olas” de gentrificación, entre 1968 y 1999, que tienen en común que suceden después de recesiones económicas. La primera ola “de gentrificación esporádica” se da a finales de la década de los sesenta. Es de baja escala y con limitada participación del Gobierno. La segunda ola, de “expansión y resistencia”, llevó la gentrificación a distintas ciudades. Durante esta ola, el fenómeno afecta barrios centrales deteriorados con la participación en el proceso de la comunidad artística. Se observaron conflictos políticos derivados del desplazamiento de residentes pobres, en un contexto de creciente polarización de la economía y aumento de la desigualdad social. La tercera ola inició a principios de los años noventa, después de una breve recesión, en un contexto en el que se llegó a hablar de un proceso de “desgentrificación”. Esta ola se distinguió por la expansión de la gentrificación más allá de los centros urbanos. Fue guiada por grandes desarrolladores, con acceso a capital internacional. En esta etapa el rol del Gobierno es mucho más activo.

Una cuarta ola de gentrificación es propuesta por Loretta Lees en el año 2008, caracterizada por una intensificación de la tercera ola. Integra la gentrificación local con mercados de capital globales, al combinar la financiarización de la vivienda con la consolidación de una política pro-gentrificación desde el Gobierno, asegurando que los barrios sean seguros para la inversión corporativa. En esta ola creció el flujo de recursos financieros al mercado de vivienda, encareciéndola.

Por último, Manuel B. Aalbers propone una quinta ola de gentrificación en el año 2018, caracterizada por la generalización e intensificación de la gentrificación. El liderazgo del Estado continúa, solo que ahora es suplementado por el sector financiero. Emergen plataformas de alquiler de vivienda temporal como Airbnb, contribuyendo al encarecimiento de la vivienda e impulsando la turistificación de ciertos barrios. También crece la participación de landlords corporativos en ciudades globales y capitales turísticas, apoyados por los mercados de capital internacionales: un ejemplo son los fondos de inversión en vivienda (REITs). La financiarización de la vivienda se consolida, y se trata a la vivienda como otro “asset class”. Se observa una nueva ola de inversión en barrios previamente gentrificados en lo que Loretta Lees ha llamado: supergentrificación, al referirse al barrio de Barnsbury, en Londres. En estos lujosos barrios, ha señalado Saskia Sassen, los súper ricos invierten en vivienda, con frecuencia no para lucrar con su alquiler, sino simplemente para proteger su inversión usando sus propiedades como “safe deposit box”, generando lo que llama: desurbanización.

Esta es una muy apretada síntesis de la transformación del fenómeno de gentrificación en las últimas décadas, que espero pueda contribuir a entender mejor este complejo concepto. Como podemos observar, los actores han cambiado. Estamos muy lejos de la gentrificación documentada en los años setenta en ciudades como Nueva York, en la que un grupo de artistas y jóvenes de profesiones liberales llegaban a barrios centrales, con diversidad étnica y arquitectura interesante, atraídos por precios bajos. Actualmente, muchos de esos jóvenes gentrificadores han sido también desplazados. El rostro de la gentrificación ha cambiado: ahora es guiado por Gobiernos en búsqueda de crecimiento económico, acompañados por capital financiero internacional. En la tercera entrega de esta serie hablaré de alternativas de política para atenuar este fenómeno.

* Eugenio Arriaga Cordero es doctor en estudios urbanos por la Universidad estatal de Portland y académico de la Esarq.

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