Consulta autoritaria
La construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México fue el gran anuncio con el que Enrique Peña Nieto cerró su triunfalista Segundo Informe de Gobierno. Era septiembre de 2014, y el Presidente presumía su récord de 11 reformas estructurales alcanzadas en menos de dos años gracias a su “audaz” Pacto por México con el PAN y el PRD. Ese momento de gloria efímera lo hizo revelar con bombo y platillo, y sin la más mínima discusión pública de por medio, que el México reformador estaba por iniciar la construcción de una nueva terminal aérea de primer mundo.
No contaba con que unos días después le estallaría la crisis de los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa, y el bochornoso episodio de conflicto de intereses de la pareja presidencial que significó la mega residencia casa blanca, que dinamitó para siempre su imagen y su narrativa de resucitador del país.
En esa decadencia y debilitamiento del peñismo, fue que Andrés Manuel López Obrador decidió que uno de los ejes discursivos de su campaña presidencial sería echar atrás el nuevo aeropuerto que estaba “salpicado de corrupción”. Lo que nadie imaginábamos es que ese mismo exceso de EPN originaría la primera gran caída del tabasqueño en las tentaciones autoritarias que se veían venir por su abrumador triunfo electoral. Mucho menos que incurriera en ellas a 37 días de asumir como Presidente.
Porque la consulta que inicia hoy y termina el próximo domingo para supuestamente definir la decisión del Gobierno de AMLO de continuar con las obras en Texcoco u optar por la alternativa de Santa Lucía, como propuso en su campaña, es sólo eso, una simulación burda y autoritaria.
Las improvisaciones y las carencias metodológicas y legales de la consulta por el tema del aeropuerto que múltiples voces le han hecho ver a los organizadores y promotores (entre ellas la muy autorizada del ex presidente del IFE, José Woldenberg), lejos de honrar los beneficios sociales de la participación ciudadana y la democracia directa para discutir y decidir sobre los grandes asuntos públicos, las degrada y desvirtúa. Y lo más peligroso, deja un grave precedente para legitimar futuras imposiciones desde el poder que amenazarían gravemente la democracia que tanto ha enarbolado López Obrador en su andar político.
La opacidad con la que se organizó la consulta y se definieron los criterios para la ubicación de las urnas, anulan la credibilidad en el resultado de este ejercicio, que parece más una coartada para justificar una decisión ya tomada.
Hace unas semanas pensaba que se trataba de una clara operación para que ganara la opción de continuar con Texcoco y bajar así el costo político de incumplir una promesa central de su campaña electoral. Hoy no estoy tan seguro de que esa vaya a ser la ruta. Lo caprichoso y claramente tendencioso de poner más urnas en municipios con una amplia presencia del voto duro morenista, y que ya no se diga nada del valor que tendrá la encuesta frente a la consulta, abre la posibilidad de que la decisión que se quiera respaldar sea la de Santa Lucía.
Lo único cierto es que se trata de una desafortunada consulta autoritaria en la que obviamente no participaré.