Ideas

Comprender al Parque Rojo

No tengo claro cuándo fue que el Parque Revolución, o mejor conocido como el Parque Rojo, dejó de ser un espacio de poder de la política para convertirse en el espacio de lo político. La filósofa Chantal Mouffe solía escribir que esa diferencia de la política y lo político era trascendental para comprender la apropiación de los espacios públicos, las formas colectivas de organización y las dimensiones de ejercicio político-social fuera de las formas políticas tradicionales. Lo político es justo eso, la forma en la que la sociedad y sus organizaciones se apropian de los espacios para construir comunidad y cohesión.

Podría hablar de esa desapropiación del poder político del Parque Rojo desde las épocas de la llamada “guerra contra el narcotráfico” de Felipe Calderón, cuando las organizaciones de la sociedad civil, organizadas en las demandas del poeta Javier Sicilia y los LeBaron (entre muchos otros), convocaron a la sociedad de todo el país a construir acciones de activismo que reflejaran la devastación de la cohesión social y la inseguridad. En aquel entonces, la gran y admirada doctora Rossana Reguillo nos convocó a mí y a la dra. Gabriela Gómez a organizarnos en un movimiento social cuyo lema era “¡Por un México sin violencia, basta!”. Juntas, llamamos a tomar las calles para denunciar el incremento de la violencia en nuestro país, y una de esas acciones nos convocó a escribir los nombres de las personas asesinadas en listones blancos y colgarlos de los árboles del Parque Rojo, junto con muchas otras personas más.

En esas mismas épocas, las mujeres que conocíamos como “Bordadoras de la Paz” (perdón si me equivoco en el nombre) se reunían los fines de semana en el Parque Rojo para bordar los nombres de las personas desaparecidas y las víctimas de la violencia. Entre ellas estaban Margarita Sierra y la gran Tere, que en paz descanse. Con el tiempo, la colectiva “Hilos”, que tejía mantas enormes con hilos rojos que referenciaban la sangre derramada por la violencia y la inseguridad, también se reunía a tejer en ese mismo parque. Entre ellas estaba mi querida Maj Lindstrom, que fotográficamente documentó todo su trabajo a lo largo de los años. Con el paso de los años, el Parque Rojo era el punto de reunión para las marchas del 8 de marzo, las protestas contra el asesinato de periodistas en México y muchas otras luchas sociales. Desde entonces, el Parque Rojo estaba en manos de la legítima protesta, de la lucha y de la resistencia. Sus bancas siempre fueron ocupadas por un nosotros detrás del cual estaban ustedes, los del poder político tradicional que permanentemente mantenían en el descuido y el olvido ese espacio de lucha. Fueron ustedes quienes lo perdieron y hoy no lo pueden comprender.

Hoy el Parque Rojo, además de seguir siendo un espacio de lucha y resistencia, es un espacio de cohesión y construcción de comunidad en donde confluyen diferentes grupos sociales que dan cuenta de la enorme diversidad y pluralidad que conforma esta ciudad. Colectivas feministas radicales o separatistas, cuyo espacio siempre es respetado; fanáticos del K-pop; jóvenes con identidades diversas y poco comprensibles para el poder político. Cuando se habla de identidad juvenil, se tiene que hacer referencia a múltiples factores que inciden en esa construcción y que están atravesados por la clase, el género, la cultura o la orientación sexual, entre muchos otros componentes. La identidad es un proceso que genera pertenencia e identificación y que, por tanto, se atraviesa por diferentes códigos que les diferencian, tales como la vestimenta, las posturas y muchos otros más. Esas juventudes del Parque Rojo no se identifican con el poder político.

El periodista Johnatan Lomelí publicaba en una columna de esta semana que la construcción de comunidad del Parque Rojo se organiza por coordinadores que son elegidos entre pares, que se vertebra por modelos autogestivos, por el trueque y, sobre todo, por la cooperación y la cohesión sin cobrar un solo peso o cuotas por estar, intercambiar y/o vender en dicho parque. Lo que ocurre en el Parque Rojo no es solo comercio, no es un tianguis, es una construcción de cohesión social vertebrada por el cuidado comunitario. En ese tenor, es claro que el poder de la política no es capaz de comprender estas lógicas de cohesión porque nunca han ido a ese parque, porque no les pertenece desde hace tiempo y porque lo que ahí ocurre rebasa su comprensión. Es claro que el Ayuntamiento de Guadalajara se equivocó al cerrarlo con mallas y pretender reubicar algo que no puede ser reubicado: el sentido de solidaridad, cohesión, apoyo y construcción de comunidad y cuidado. Más que ausencia de sensibilidad, es una total incomprensión de la ciudad y las personas que gobiernan.

ierika.loyo@udg.mx

Temas

Sigue navegando