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Ciudad Creativa o cómo pervertir un proyecto

Los tapatíos podríamos escribir ya un manual de Cómo pervertir un gran proyecto en tres sencillos pasos para la colección “Hágalo usted mismo en su ciudad”. Por supuesto que cuando termináramos de escribirlo habría muchísimas ciudades como Monterrey, Ciudad de México, Tijuana, Puebla, etcétera reclamando derechos de autor, pues ellos también han hecho de grandes proyectos fracasos monumentales.

Ciudad Creativa Digital (CCD) era y es una extraordinaria oportunidad para rescatar una parte del enorme Centro Histórico de Guadalajara, el problema es que nunca fuimos capaces de definir qué entendíamos, queríamos y deseábamos de este proyecto por lo que a fuerza de jaloneos terminó siendo, como sucede siempre que hay más recursos que claridad en los proyectos, un espacio ideal para la corrupción.

El gobernador electo, el fiscal anticorrupción y el auditor superior ya le pusieron atención al tema. Si la mitad de lo que se dice es cierto, terminará siendo un escándalo, pues de acuerdo con fuentes internas, el primer edificio, que se adjudicó después de un proceso opaco, con una convocatoria que abrió un 24 de diciembre y se decidió el 31 del mismo mes, tiene un sobreprecio que podría alcanzar 200%. Es decir, la Secretaría de Infraestructura y Obra Pública (SIOP) pagó 40 mil pesos el metro cuadrado de construcción lo que una valuación externa dijo que vale 14 mil. De ese tamaño es el boquete, o la tranza, para ser claros.

La mejor manera de asegurar el fracaso de un proyecto y más aún de uno que implica una gran transformación urbana, es poner las decisiones en un lado y los recursos en otro

Pero más allá de la corrupción específica que hay en esta obra y muchas más, en Ciudad Creativa se hicieron patentes los “tres sencillos pasos” para echar a perder un buen proyecto. A saber: 1) Confundir una buena idea con un buen proyecto. Cuando el Gobierno federal, con expertos de MIT, decidió que Guadalajara y concretamente los alrededores del Parque Morelos era el lugar ideal en México para hacer una Ciudad Creativa Digital, lo que presentó fue una serie de indicadores de factibilidad. Lo que seguía era hacer un proyecto que permitiera, entre otras cosas, que todos entendieran lo mismo. Nunca se hizo. Hoy cada político y cada funcionario entiende una cosa distinta sobre lo que es y debe ser CCD. 2) Hacer una estructura, con amplia participación ciudadana, pero pensada en el control. Los políticos son expertos en hacer estructuras que les aseguren el control, pero que no sirven para decidir. La de CCD es una estructura complejísima, que funciona muy bien para que las cosas no sucedan, y así han (no) sucedido en nueve años. 3) Darle al organismo todas las responsabilidades, pero negarle autonomía financiera. La mejor manera de asegurar el fracaso de un proyecto y más aún de uno que implica una gran transformación urbana, es poner las decisiones en un lado y los recursos en otro, con lo que queda asegurado que nada funcione.

Ojalá Enrique Alfaro revise, como prometió, el uso de los recursos, pero sobre todo le dé viabilidad y rumbo a una idea que, casi una década después, sigue siendo viable, necesaria y transformadora.

(diego.petersen@informador.com.mx)

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