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AMLO: irresponsabilidad y seguridad

Sería una irresponsabilidad regresar en estos momentos a la Marina y al Ejército a los cuarteles, dice López Obrador como si acabara de descubrir el agua tibia. Lo que fue una irresponsabilidad, en todo caso, fue ofrecer en campaña algo que sabía que no podría cumplir o peor, que ingenuamente pensó que podría cumplir. Tampoco lo van a lograr en tres años, como prometió el futuro secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo. El proceso de pacificación y reconversión de las instituciones de seguridad pública de este país llevarán al menos una década, dicen los optimistas, así que podemos irlo poniendo en la lista de adelantos.

Si de algo están sirviendo los foros de seguridad que arrancó el Presidente electo en Ciudad Juárez es para que los futuros funcionarios entiendan la complejidad del problema y sus bifurcaciones. Cada ciudad, cada Estado y cada región tiene sus propias dinámicas de poder e inseguridad y no hay manera de aplicar la misma receta a todos los enfermos. Si bien los síntomas son parecidos, violencia e inseguridad, las enfermedades son distintas. 

Combatirlas con las fuerzas armadas y solo con las fuerzas armadas equivale a tratar todas las enfermedades con una bomba de antibióticos, pero quitar los antibióticos de tajo es dejar al paciente a merced de los enemigos. 

Dos sexenios de fracasos en esta materia deberían de servir al menos para tropezar con otras piedras. El equipo de López Obrador está cometiendo los mismos errores del Gobierno de Peña Nieto (ya sé que pocas comparaciones resultan tan odiosas como ésta, pero así es). Ante lo impopular de las políticas de Calderón el riesgo es pensar que la violencia se puede administrar, que hay formas de convivir con el crimen organizado llegando a acuerdos. Nada más falso. El fracaso, primero de Calderón y luego de Peña, en Michoacán, dejó en claro que no hay salidas rápidas y que pactar políticamente con el crimen es convertir al Gobierno en rehén. 

Lo primero es recuperar al Estado, que no exista región alguna en el país en la que existan un grupo distinto a las instituciones que cobre impuestos o venda seguridad. Esas dos cosas tan básicas que tienen que ver con quién ejerce el poder en cada localidad son fundamentales. Suena a una verdad de Perogrullo, pero lo que quiere decir es que cualquier salida debe pensarse en términos de Estado, esto es, más allá del sexenio.

Da gusto ver que López Obrador comienza a dejar atrás la campaña. Ojalá comience también a dejar atrás las ideas de las salidas facilonas y moralistas. Todos queremos, agradeceremos, un Presidente austero y decente; ese ejemplo es necesario, pero sobre todo queremos un Presidente que sea jefe de Estado.
 

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