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- Cifras pavorosas

No hay, en el tema de los contagios y las consiguientes defunciones imputables al coronavirus, demasiados motivos para echar a vuelo las campanas, aunque los más optimistas proclamen que ya se ve la luz al final del túnel, y aunque, en el desenlace de la película, haya más vivos que  muertos. En el de los damnificados por el impacto económico de la pandemia, en cambio, sólo los ilusos aventuran para el corto plazo una recuperación que devuelva las cosas al estado en que se encontraban cuando comenzó esta pesadilla.

-II-

Ahí están, por ejemplo, las previsiones de Xavier Orendáin, presidente de la Cámara de Comercio de Guadalajara, en el sentido de que diez mil de las “unidades económicas” -comercios, negocios, pequeñas industrias…- que se vieron obligadas a cerrar a raíz de la contingencia, probablemente lo hayan hecho de manera definitiva, porque las nuevas circunstancias no propiciarán el retorno a la antigua normalidad: una normalidad que, desde el prisma de la “nueva”, se antoja idílica… aunque entonces pareciera de “peor es nada”. O las de los expertos del Grupo Financiero Monex (EL INFORMADOR, VI-13-20) en el sentido de que “la crisis será más profunda y la recuperación más lenta” de lo que avizora -basado en los “otros datos” que nada más él tiene- cierto incontenible vendedor de paraísos que anda suelto por ahí.

Marcos Arias, analista del grupo referido, prevé que el confinamiento y las restricciones derivadas de la pandemia dejen un saldo de 1.3 millones de empleos perdidos, y recordó que tras la crisis financiera de 2009, debieron de pasar diez años para que México recuperara su nivel de entonces, porque “la creación de empleo no se da tan rápidamente como la recuperación del consumo”.

-III-

Hay otras cifras pavorosas: a los más de dos millones de desempleados de la Población Económicamente Activa (PEA) referida en abril -tras el primer mes de la pandemia- por el INEGI, hay que sumar los 12.5 millones de trabajadores informales que ese mismo mes de abril se quedaron sin empleo o sin ingresos… y que, como un milagro no suceda, quizá mañana o pasado se encuentren con un mercado laboral tan deprimido que les quite las ganas de colocarse en él.

Decían bien las abuelas de antes: “Para enfermarse o morirse, basta un descuido; para recuperar la salud, en cambio, a veces no alcanza el resto de la vida”.

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