Cultura

Breve relato de los orígenes del Museo Regional de Guadalajara

De seminario colonial a emblema cultural, sus muros narran siglos de poder, conflicto y preservación histórica.

Más que un edificio, este espacio es un testimonio de las fuerzas que moldearon a Guadalajara. Lo que en el siglo XVII fue una huerta para el esparcimiento del alto clero se transformó en un monumental proyecto arquitectónico: el Seminario Conciliar de San José, impulsado por el obispo Juan Gómez de Parada. Su construcción se extendió por gran parte del siglo XVIII y fue levantada por las manos de artesanos y peones indígenas y mestizos.

Desde 1758, sus aulas se llenaron de estudiantes, principalmente criollos, hijos de las familias prominentes de la región. El Seminario no era solo un centro educativo; era una institución clave para formar a la élite que administraría el poder religioso y social, reforzando un orden donde lo español y lo criollo ocupaban la cúspide de la pirámide social.

El orden colonial que este Seminario representaba se fracturó en 1810. La llegada de las tropas insurgentes no fue solo una ocupación militar, sino una inversión simbólica del poder. El ejército popular, comandado por el ranchero José Antonio “El Amo” Torres y formado en gran parte por indígenas, campesinos y mestizos, tomó el principal centro de la élite criolla como su cuartel.

Bajo el movimiento que dirigía Miguel Hidalgo, estos muros presenciaron una de las caras más crudas de la guerra: el edificio se convirtió en prisión para los españoles. Al partir los insurgentes, el edificio fue retomado por el ejército realista, volviendo a ser un bastión del orden que se intentó derrocar.

El siglo XIX convirtió estos muros en un campo de batalla ideológico. Aunque retomó brevemente su función religiosa, el edificio fue un reflejo de las luchas nacionales entre liberales y conservadores. Su transformación en Liceo de Varones y sede de la Biblioteca Pública del Estado no fue un simple cambio administrativo, sino una victoria del proyecto liberal y secular sobre la educación clerical.

Aquí, el conocimiento dejó de ser exclusivo de la teología para abrirse a las ciencias y las humanidades, buscando formar al nuevo ciudadano. Sin embargo, este proyecto también tuvo sus límites, pues la educación seguía siendo un privilegio mayoritariamente masculino y urbano. El abandono del inmueble en 1914 es el preludio de una nueva y violenta transformación: la Revolución Mexicana.

De las cenizas de un mundo que se derrumbaba nació este museo. La entrada del ejército constitucionalista en 1914 desató un fuerte sentimiento anticlerical, reflejo del rol que la Iglesia había jugado durante el Porfiriato. Conventos y templos fueron intervenidos, y su invaluable patrimonio artístico quedó en riesgo de ser saqueado, destruido o perdido para siempre.

En medio de este caos revolucionario emerge la figura de Juan “Ixca” Farías. Con una visión histórica excepcional, comprendió que esas obras, más allá de su función religiosa, eran el testimonio material de la historia de Jalisco. Su labor no fue solo la de un coleccionista, sino la de un rescatista cultural. El inventario y la recolección que emprendió fueron una carrera contra el tiempo. Así, el 10 de noviembre de 1918, este edificio -que fue símbolo del poder clerical- renació como un espacio para la memoria pública: el Museo de Bellas Artes, hoy nuestro Museo Regional de Guadalajara.

Para saber

Esta entidad está compuesta por aspectos de índole multicultural que durante su proceso evolutivo ha forjado de manera distintiva su identidad. Sus habitantes como parte esencial de sus componentes producen la herencia cultural material e inmaterial, representada por su entorno natural, arquitectura, urbanismo y tradiciones, los cuales, se encuentran sujetos a un proceso constante de adaptación a los tiempos modernos.
 

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