Cultura

Resistencia cultural en el tianguis de la Leña

En Santiago Tianguistenco, Estado de México, las comunidades de distintas regiones productivas se encuentran para comercializar con el antiguo sistema del trueque

Más que un simple mercado, el tianguis (del náhuatl tianquiztli) es una institución socioeconómica mesoamericana cuya estructura y prácticas han perdurado por más de quinientos años. Lejos de ser una reliquia, el tianguis contemporáneo funciona como una radiografía de la vida comunitaria, revelando desde los ciclos agrícolas y sistemas alimenticios hasta las redes sociales que cohesionan a la localidad. Es un espacio dinámico que se resiste a desaparecer.

Este mercado se caracteriza por ser un microcosmos social. Generalmente al aire libre y con una periodicidad semanal, transforma calles y plazas en un hervidero de actividad. Su atmósfera sensorial es única: los pregones de los vendedores, la mezcla de aromas, los pasillos estrechos y el saludo constante entre conocidos. Pero su función trasciende lo económico; es el epicentro de la vida pública. En el tianguis se fortalecen los lazos de compadrazgo, se conciertan citas, se debaten asuntos comunitarios y se reafirman las identidades.

Un caso de estudio excepcional es el tianguis de Santiago Tianguistenco, en el Estado de México. Con cerca de 9 mil 500 puestos registrados a mediados de la década del 2000, su escala es monumental. Dentro de este universo mercantil sobrevive un espacio particular conocido como el “tianguis de la leña”, donde la práctica del trueque o intercambio directo sigue vigente. 

Es nombrado así porque la mayor parte de la gente que participa en él utiliza la leña para el trueque, aquí la moneda en los intercambios es limitada; la leña es el principal producto que se intercambia, es decir, leños por producto y viceversa.

El sistema de intercambio posee una lógica propia. Por ejemplo, un "cambio" equivale a dos leños, tasado informalmente en el valor de un peso. Con un "cambio" se puede adquirir un producto específico, como un jitomate o un aguacate. Este intercambio no es meramente una transacción arcaica; representa un sofisticado sistema de complementariedad ecológica. En él convergen dos grupos:

Pobladores de la serranía que aportan recursos del bosque, principalmente la leña, pero también ocote y hongos, y pobladores del valle que ofrecen productos agrícolas como frutas y verduras, procesados como la sal, azúcar y aceite, entre otros; guisados como nopales, tortillas, gorditas de haba y frijol, arroz y frijoles, además de productos lacustres como mojaras, ancas de rana, pescado frito y fresco. 

Así, el tianguis de la leña no es solo un vestigio del pasado, sino un mecanismo vivo de resistencia y reproducción cultural. A través del trueque, se garantiza el flujo de recursos entre distintas zonas productivas, se refuerzan las relaciones sociales y se perpetúa una economía alternativa que da identidad y sustento a la comunidad.

En Guadalajara se cuentan con diverso tianguis, es común que en cada colonia por lo menos un día a la semana se coloque un espacio mercantil, entre los más conocidos están: el tianguis del sol, le mercadita, el cultural y el baratillo considerado como el más grande del occidente, es importante mencionar que muchas veces se logra practicar el truque (producto por producto).

Para saber

Esta entidad está compuesta por aspectos de índole multicultural que durante su proceso evolutivo ha forjado de manera distintiva su identidad. Sus habitantes como parte esencial de sus componentes producen la herencia cultural material e inmaterial, representada por su entorno natural, arquitectura, urbanismo y tradiciones, los cuales, se encuentran sujetos a un proceso constante de adaptación a los tiempos modernos.

Dr. Ricardo Ortega Gonzalez

Profesor Investigador INAH

Museo Regional de Guadalajara

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