Valle de Guadalupe: chulada y orgullo mexicano
Opinamos que sería más atractivo llamarlo 'Valle de Calafia' debido a las leyendas de Garcí Rodríguez de Montalvo
GUADALAJARA, JALISCO (20/NOV/2016).- Baja. Me encanta el nombre. Simplemente Baja. Breve nombre que le agrega mucho… lejana, exótica, desértica, deportiva, cosmopolita, vacacional, y más que atractiva y llena de oportunidades (ojo mexicanos).
Sin embargo, en cuanto al famoso Valle de Guadalupe, la región vinícola en el norte… opinamos que sería más atractivo llamarlo “Valle de Calafia” debido a las leyendas de Garcí Rodríguez de Montalvo quien, en el mil 470, relata la existencia de una princesa negra, muy negra y muy bella llamada Calafia: dueña y señora de la “tierra nueva” llamada California, de quien se decía que era custodiada por un ejército de “Grifos” (cuerpo de león y cabeza de águila) acompañados por una milicia de bravas mujeres que la protegían. Cervantes, en el Quijote ya se solazaba con la bella y mítica Calafia.
Sin embargo la guadalupana de los misioneros fue la que triunfó; y a este valle donde se producen los magníficos vinos, se le llama “Valle de Guadalupe”: un pequeño rincón de nuestro México bendecido por su clima, su sol, sus vientos, la aridez de sus tierras y su bruma, que ha permitido que aguerridos y visionarios empresarios, con sus excelentes viñedos y cavas de altísima tecnología, produzcan hasta el 90 % de los buenos vinos mexicanos.
La posición geográfica, y la extraña naturaleza de este valle árido y casi sin lluvias, con inviernos húmedos y rigurosos (-6º en ocasiones) y veranos secos y calurosos (hasta 49ºC) hacen que las vides (Vitis vinífera) se llenen de miles de jugosas uvas que serán convertidas en deliciosos vinos. Las frías corrientes marinas que circulan en el océano, hacen que una bruma muy densa y muy baja, pase entre los viñedos refrescándolos, para luego desvanecerse entre las montañas, dejando un sentimiento de romance y de misterio en todo el valle.
Gran sorpresa fue enterarnos que algunas compañías colectan “por la noche” las uvas destinadas a los vinos blancos… iluminando a los recolectores con enormes lámparas montadas en los brazos de un tractor que avanza al ritmo de ellos; esto con el objeto de controlar el proceso de fermentación de la delicada fruta y lograr la excelencia de sus vinos. Habrá quien diga que el mejor vino blanco es un tinto, con lo que disiento. Pero bueno… cada quien. Sabio es dejar que la vida fluya libremente, tomando lo mejor de ella sin comparar, ni juzgar, ni formar expectativas.
Las dos carreteras que rodean al valle, llegan a casi todas las vinícolas de la región; y muy cerca de ellas de seguro se encontraran algún restaurante digno de conocerse. Deckmans en los viñedos el Mogor es uno de los más conocidos. La finca de Altozano, con su exótico asador al aire libre vale la pena. No quisiéramos mencionar más, porque ciertamente, tan buenos los unos como los otros: verdaderas excelencias vinícolas y culinarias hallarán por todo el valle. Fácilmente localizarán a LA Cetto, Santo Tomás, Domecq y algunas de las más grandes y conocidas; pero vale la pena mencionar Monte Xanic que, además de sus excelsos vinos llama la atención la delicada arquitectura de su fachada contemporánea ¡tejida de arriba abajo en soga natural!
En esta ocasión, quizás la bruma de la que platicábamos nos llevó a “Bruma”: un pequeño viñedo que al estar iniciando su producción, decidió construir un pequeño, bella y modernísima residencia, de tan solo ocho cuartos: una delicia para quien tenga la suerte de hospedarse ahí. Su lujo está en la arquitectura y el concepto. Los muros fueron construidos con enormes piedras de los alrededores. Grandes espejos de lado a lado, excelentemente utilizados, reproducen los espacios interiores sin causar molestia. Un cajón de plancha de acero con apariencia oxidada, y un cristal deslizable de techo a piso y de lado a lado hace las veces de puerta y de ventana al horizonte. Un par de sillas y una mesita le agregan un cierto romance al cajón de fierro que las rodea. Otra gran caja con el mismo concepto y grandes ventanales deslizables, enmarca al par de sofás de la sala y biblioteca. En otra pequeña y acogedora sala-cocina de enormes ventanales igualmente deslizables, habrá que gozar de los colibríes que pululan entre las olorosas salvias, mientras el aroma de los chilaquiles y los frijoles que serán servidos al aire libre bajo la sombra de un encino milenario, parecen asegurar que el cielo existe.
En los viajes, algunas veces la suerte acude, y aunque sabemos que no merecemos nada de lo platicado… de todos modos queremos compartirlo con ustedes. ¡Abrazote!