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Usos y costumbres de la vida social tapatía

Al derrocamiento de MAXIMILIANO, nuestro hombre se refugia por instinto de supervivencia en Zamora, Michoacán

Por: El duque de Tlaquepaque

II Parte

E n nuestra anterior entrega Querido Diario, realizamos la semblanza de ese mítico personaje tapatío de mediados del siglo XIX que tan acertadamente la investigadora michoacana BERTHA G. CERDA califica como “Un hombre de su época” y que no es otro que J. FRANCISCO VELARDE y DE LA MORA, más conocido como “El Burro de Oro”, que a lo largo de la historia en la región Jalisco-Michoacán ha venido siendo toda una leyenda.
Controvertido general imperialista que fue envidiado, odiado, satanizado, amado, detestado, querido, mitificado, calumniado... pero eso sí... jamás OLVIDADO... ¿Qué clase de magia ejerce aun en nuestra época este gran personaje?... ¿Por qué razón la memoria colectiva lo recuerda más que a muchos primeros mandatarios de épocas recientes de este país...?

... Querido Diario, precisamente hoy sábado 14 de junio, se cumple un aniversario más de su trágico fusilamiento, hace ya 141 años, víctima de una larga cadena de intrigas y traiciones... Como ya lo habíamos mencionado, su “pecado” fue vivir como un GRAN SEÑOR, como pocos, poquísimos hombres vivían... no porque no pudieran, sino por el savoir faire que éste dominaba a la perfección.

La envidia, uno de los peores pecados capitales que puede albergar el ser humano, se ensañó en contra de nuestro personaje y de esta forma le adjudicaron las más absurdas y obscenas calumnias... que si poseía un “harén” de bellas y púberes jóvenes... que no sabía leer y mucho menos escribir... que era tan ostentoso que los tacones de sus botines eran confeccionados en oro puro... que en sus numerosas casas y haciendas distribuidas entre Guadalajara, Buenavista y La Barca organizaba las más inmorales francachelas... y que también -para colmo- era un ateo de “tomo y domo”... su peor “delito”, el ser además imperialista y supuesto amigo de MAXIMILIANO de HABSBURGO en los momentos en que el poder del nobilísimo austríaco iba ya en picada.

Analizando y después de hacer exhaustivas investigaciones, entre documentos privados de distinguidas familias de la vieja Guadalajara, nos hemos topado con documentos interesantes y que nos acercan a la realidad. Y así, totalmente SORPRENDIDOS, hemos encontrado algunos datos curiosos que nos permiten suponer -si no es que asegurar- que los abuelos maternos de Don MIGUEL HIDALGO I. COSTILLA, el Padre de la Independencia, Don JUAN GALLAGA Y NAVARRO y DE LA MORA y Doña JOAQUINA de VILLASEÑOR y CORTÉS de SILVA (naturales de La Barca, Jalisco) están fuertemente emparentados con este original personaje.

JOSÉ FRANCISCO VELARDE Y DE LA MORA nació en el año de 1809, en el palacio neoclásico que forma la esquina de  avenida Hidalgo y Pino Suárez en Guadalajara, anteriormente propiedad del Mayorazgo de GÓMEZ DE PARADA, hijo del abogado y miembro del Real Consulado y la Diputación, Don JOSÉ CRISPÍN DE VELARDE (no encontramos muchas referencias sobre los peninsulares VELARDE salvo unos ricos comerciantes de Tepic de la época de bonanza del Puerto de San Blas y que debe ser la misma rama) y de Doña JOSEFA DE LA MORA y TORRES, rica heredera de las más importantes haciendas de la zona de La Barca, Jalisco, como San José, Cumuatoy, Buenavista, que juntas formaban un enorme latifundio, a su vez emparentada con una intrincada red de riquísimas familias como los JASO, los SANCHEZ-LEÑERO, VILLAR-VILLAMIL, los MORENO, TRUJILLO, CASTRO-OSORES, SALCEDA-ANDRADE, CALDERÓN y MARÍN DEL VALLE, MORENO DE TEXADA, VILLASEÑOR, con vastísimas propiedades repartidas en rededor del lago de Chapala, y los hoy Estados de Michoacán y Nayarit, teniendo como centro neurálgico Guadalajara.

Siendo único varón en la familia (sus dos hermanas profesaron muy jóvenes en el Convento de Santa María de Gracia) J. FRANCISCO se convirtió en el heredero de las mencionadas haciendas, más el palacete de Guadalajara, y se hizo construir dos casas de campo: una suntuosísima llamada hasta hace poco Quinta Velarde en las cercanías de la antigua Garita de San Pedro y otra más en Tlaquepaque, que hoy se mantiene en pie como Museo de la Cerámica.

Con este gran bagaje social, económico y cultural nos resulta absurdo imaginar que el BURRO DE ORO fuese un personaje sin cultura ni educación como lo siguen tachando. Encontramos un curioso documento en que se menciona que Sor MARÍA GUADALUPE del Santo Rostro (MARÍA GUADALUPE DE LA MORA) tía carnal de D. FRANCISCO VELARDE, sorprendía a la misma orden religiosa de Santa María de Gracia por sus virtudes y observancia a la más humilde forma de vida, después de provenir del seno de una familia tan generosa y educada como rica, al grado que absolutamente toda la loza (sic) de cocina, utensilios o cualquier objeto utilitario de cualquier clase era de plata pura. Así pues, el tren de vida de nuestro personaje debió levantar muchísimas envidias, además de destacarse como hombre de empresa y más aun cuando obtiene la bella casona conocida como “La Moreña” y la hace decorar por una célebre firma parisina, mientras en patios y pasillos (como contraste) le plasma GERARDO SUÁREZ los más bellos murales costumbristas que existen en todo el país, sobre temas mexicanos. Allí sobresale la figura de una bella chica balanceándose en un columpio, corriendo la leyenda que el pintor plasmó a una de las mujeres que más amó VELARDE (fuera de su esposa oficial Doña NICOLASA YLIZARRITURI), una de ellas llamada BENIGNA y la otra cariñosamente apodada CHANA... ¿cuál de las dos es la que está allí?... imposible saberlo... el pintor se llevó a la tumba el secreto. Lo que sí es verídico es que hacia 1937 una anciana pordiosera que habitualmente pedía caridad en los portales que circundaban la mansión, agonizaba a sus casi cien años de vida, mientras nadie hacía caso de sus ruegos. Un alma piadosa le ayudó a bien morir y como recompensa recibió de la pobre menesterosa un cofre y una ánfora de porcelana “Vieux Paris” repletas de valiosísimas y antiguas joyas que previa y secreta indicación de la anciana se sustrajo de un muro oculto de “La Moreña”... la dama del columpio era ¡¡la bella CHANA....!!

Antes de concluir, señalo que al derrocamiento de MAXIMILIANO, nuestro hombre se refugia por instinto de supervivencia en Zamora, Michoacán. Allí le traiciona un vulgar peluquero de apellido GONZÁLEZ, le aprehende el general MANUEL MARQUEZ y lo sentencia a muerte un mediocre prefecto llamado ANICETO CASTELLANOS, con quien años antes había tenido VELARDE un absurdo altercado, este resentido y demostrando su poca calidad humana agiliza el fusilamiento, precisamente la mañana de un 14 de junio de 1867, dolosamente, aun cuando ya había llegado un INDULTO firmado por el mismo BENITO JUÁREZ en virtud de los grandes beneficios que EL BURRO DE ORO había venido aportando a toda la región.

Después se supo más que la verdad...VELARDE además de generoso con la Iglesia, las escuelas y los asilos, les realizó importantes sumas de dinero a un grupo de influyentes riquillos de “medio pelo” de Zamora y sin réditos, como “agradecimiento”, estos para no pagar sus deudas (incluido el prefecto CASTELLANOS) aprovechan la oportunidad, esconden el INDULTO y así nuestro héroe, muere fusilado vilmente y acusado de traición en la Plazuela de la Cal... no sin antes proferir sus últimas palabras ... “Mienten, no soy ningún traidor...me matan por no pagarme...”.

Como epílogo, a la muerte del gran BARÓN DE VELARDE la familia, hijos y mujeres incluidos, fue despojada, ultrajada y hasta hecha prisionera, quedando en la ruina alcanzaron a poner a la venta la hacienda de BUENAVISTA al gran caballero tapatío que fue Don FRANCISCO MARTÍNEZ-NEGRETE y RONCAL, mismo que habitó con su primera esposa JESUSITA SERRANO y a la muerte de esta casóse con su cuñada BENILDE del mismo apellido, pertenecientes a las mejores familias de Lagos, los que se dieron a la tarea de engrandecer lo que VELARDE había comenzado, como amigos que fueron del BURRO DE ORO.

En lo que respecta a la suntuosa Quinta Velarde decorada también con bellos murales debidos al parecer a los artistas FONTANA o ZAPARI venidos de la capital, esta pasó a manos de AGUSTÍN PADILLA. De esta señorial casa de campo no quedaron ni rastros... hasta hace relativamente poco tiempo aun se podían distinguir algunas ruinas. Por su parte la casona de San Pedro Tlaquepaque la adquirió la familia de MANUEL FERNÁNDEZ DEL VALLE y el palacete de Guadalajara, pasó a felices manos de la gran dama que fue Doña MARÍA CAMARENA de CAMARENA a la que despojó vilmente un personaje llamado HELIODORO RUVALCABA destruyéndole poco después a la señorial casona su planta original... ¡¡vaya condición humana...!! No por nada se dice, y lo aseguramos, que la realidad supera con mucho a la ficción...

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