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Todos somos cronistas

Una sola persona ya no puede registrar todo lo que ocurre en la ciudad, pero ahora todos podemos escribir historias

GUADALAJARA, JALISCO (17/NOV/2013).- “No pude traer mi tarea”, me dijo una señora que asistía hace algunos años a uno de mis talleres de crónica. “Es que no se me ocurrió sobre qué escribir porque he andado muy nerviosa por culpa del señor que vive en el árbol, frente al camellón de mi casa. Todo el tiempo me estoy asomando por la ventana porque me da preocupación de que se vaya a querer brincar mi barda, porque no debe ser cómodo dormir ahí. Aunque todos los días que salgo y lo veo se ve que está muy a gusto, ni necesidad tiene de buscar comida, porque los taxistas del sitio de la esquina le llevan de comer. Quién sabe dónde irá al baño”.

No había encontrado tema para escribir su crónica, pero en cambio —sin haberse dado cuenta— tenía frente a ella una historia sensacional.

Cuando en alguna de las primeras sesiones de mis talleres que doy desde hace casi diez años en la librería José Luis Martínez del Fondo de Cultura Económica digo eso de que de una u otra manera todos somos cronistas, a muchos no los convenzo de inicio hasta que pongo el ejemplo de quienes llegan a casa, por la noche y le cuentan a alguien todo lo que les sucedió en su aventura de enfrentarse a la vida día a día: las aventuras de viajar en el transporte urbano, el engorroso trámite burocrático, el azaroso encuentro con el amigo de la facultad que no veíamos desde entonces… al hacer ese relato sucinto de hechos, la gente está haciendo la crónica de su día. En su forma más primigenia, la crónica es la narración y descripción de un hecho o suceso.

Partiendo de esa idea fue que me decidí a armar un proyecto que, desde el Gobierno, incentivara la creación de talleres de escritura en distintas colonias y barrios: dotar a los ciudadanos de a pie de las herramientas mínimas básicas para sentarse a escribir sus historias. ¿Qué historias? Las que vive día a día en su colonia. Hay personas que tienen toda su vida viviendo en un solo barrio y que constituyen la memoria histórica de los cambios que ha habido ahí. Hay quienes conocieron a personajes excepcionales o a quien le tocó vivir situaciones inéditas.

Antes, esa era labor de una persona que era denominado Cronista de la Ciudad. Con el crecimiento urbano desmedido y caótico, no hay absolutamente ninguna posibilidad de que una sola persona alcance a registrar todo lo que sucede en una ciudad, por ejemplo, como Zapopan.

Por eso la idea de pasarle la estafeta a la sociedad civil es no sólo conveniente, sino necesaria. La democratización de la crónica.

Ese espíritu que hay que perseguir para ello es el de aquella idea de Renato Leduc, quien acuñó una de las mejores definiciones que se hayan elaborado sobre esa tarea: “El cronista es el historiador de lo inmediato”, dijo.

El registro que las personas hagan de lo que sucede en sus colonias, en sus barrios, las costumbres, las fiestas, las tradiciones, los personajes pasajeros o eternos, las eventualidades; lo que pasó o está pasando, queda ahí y constituye la memoria histórica de lo que en un futuro se leerá para enterarse de lo que entonces pasaba.

Hace unos días leía un recorte de un periódico de finales de los años cuarenta, principios de los cincuenta: era una crónica de las familias que iban a caminar por la avenida Chapultepec y llevaban a sus hijas a que anduvieran en patines. Y ahí andaban las muchachitas, con sus faldotas largas largas y los patines de fierro, haciendo gracias y volteando a ver a algunos muchachos que atisbaban desde las aceras el menor descuido de los padres para siquiera sonreírles a las mujeres o hasta guiñarles un ojo.

Ese registro, esa crónica, nos permite hoy saber cómo se divertían las adolescentes en esa época, el siglo pasado en nuestra ciudad.

El proyecto Cronistas Zapopanos que recién ha abierto su convocatoria por parte del Ayuntamiento de Zapopan constituye el principio de esta idea. El proyecto, luego de andar desde hace años descansando en el escritorio de diversos gobiernos y distintas administraciones fue finalmente adoptado por el Instituto de Cultura de Zapopan. La directora Gabriela Serrano y Mónica Venegas, han sido figuras clave y su apoyo, entusiasmo y, sobre todo sensibilidad sobre el tema han hecho que esto pueda ser posible.

Se trata, en pocas palabras, de dotar a los ciudadanos comunes y corrientes de herramientas mínimas para que se sienten a escribir alguna historia sobre su entorno, su colonia, algún personaje, etcétera. Se trata de darle la posibilidad a la sociedad civil de contar historias.

Cualquier interesado en escribir su crónica puede acercarse a algunas de las bibliotecas en las que se llevarán a cabo los talleres. Hay que asistir, a partir del 29 de noviembre, dos horas a la semana durante varias semanas a las sesiones, de las que saldrán las historias que luego se reunirán para armar un libro. Los interesados pueden consultar el Facebook del Instituto de Cultura de Zapopan, o bien llamar al 3818-2200, extensión 3845. O a la dirección electrónica que viene al final de esta columna.

Alguien tiene que contar lo que sucede en las colonias, lo que pasa barrios adentro, lo que no se cuenta en ningún lado porque no parece ser noticia. Hay mucho qué contar, por eso hay que empezar ya.

david.izazaga@gmail.com

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