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Río Santa Bárbara

Un destino para maravillar la vista

GUADALAJARA, JALISCO (30/AGO/2015).- Al Oriente del cerro Las Cebollas, nace el bonito arroyo Grande, al bajar a los 2 mil 100 metros de altura se acerca a alegrar al rancho Las Tomposas, palpitando agua, agua serrana, de la fabulosa Sierra Cacoma. Al descender a los mil 800 se le junta el arroyo Roma, que procede de saciar a Cuapipinque.

Luego de serpentear una garganta lo engruesa el arroyo Bautista y al pasar la falda oriente del cerro Puentecillas es llamado Río Santa Bárbara. Al acercarse a Suelos Duros se le van uniendo los arroyos: Las Arañas, La Virgen y Los Fresnos. Posteriormente bordea el cerro Las Tortugas. Y más abajo se le suman: El Colorín y La Yegua. Al aproximarse al poblado Las Cebollas, adopta tal nombre. Después anima a El Rodeo, donde baja el arroyo El Carrizal. Del cerro La Salitrera, escurren: La Sanguijuela y Charco Puerco. Cuando se arrima a El Mezquitillo toma el nombre de Atenguillo, río abajo bordea el poblado de igual nombre, pero antes entusiasma la hacienda Ahuacatepec y Guapisiete. Al llegar a La Higuerita desemboca en el Ameca.

Juan I. Matute y Cañedo puso en tinta: “El Río de Ameca o Pijinto es uno de los principales de Jalisco… cerca de Amajac, recibe por la margen derecha el Río de Ahuacatlán que pasa por dicha villa. Poco más adelante en los ranchos de la Tortuga y de la Higuerita recibe por la margen izquierda el río Atenguillo que nace en la Municipalidad de este nombre, que tiene un curso de más de 140 kilómetros, sujeto a fuertes crecientes que duran hasta cuatro días y que impiden el cruzarlo.”

Una fresca mañana, Marisol y yo partimos rumbo a Cuautla, “Arboleda o monte con árboles”. Después de Juchitlán, pasamos por lo que fue la famosa hacienda de Colotitlán,  del capitán Diego de Checa,  conformada por dos sitios de ganado mayor y cuatro caballerías de tierra, en el porfiriato era de Trinidad Covarrubias.

Enseguida viramos a la derecha y a corto tramo estábamos apreciando la señorial casa grande de San Clemente y su vistosa capilla, en el porfiriato pertenecía a Agustín Palomar y contaba con 13 mil hectáreas, posteriormente pasó a su viuda, Concepción Corcuera. Pasando Ayutla, vimos la capilla de la Virgen del Rosario (Talpita), embellecida por sus piedras aledañas, blancas.

Y a la derecha se dejaban ver los cerros: Talpita y Los Picachos. De Cuatla seguimos para Los Volcanes, luego de Loma Dura miramos el cerro El Membrillo, cubierto de coníferas, enseguida entramos a Tierras Blancas (una de las tantas paradas de los peregrinos) para adentrarnos a la Sierra Cacoma. 

Alberto Muñoz Gutiérrez nos platica: “Tocando Talpita, primer punto de encuentro con nuestra Madre… seguir el camino, los primeros rayos del sol al subir a Tierras Blancas, desde los ocochales se devisan nuestros volcanes”.  

Al salir de Tierras Blancas observamos el reflejo de unos árboles en el arroyo Capulín, enseguida fuimos bordeando el boscoso cerro Grande. Pasamos Los Amoles y el camino de Los Sauces. Al descender el camino de tierra vimos unas casas con techo a cuatro aguas y después un aserradero, era Suelos Duros. Luego fuimos cautivados por el arroyo Las Arañas, que zigzagueaba con donaire entre lomas verdes, salpicadas de pinos y flores violetas, el arroyo desaguaba suavemente en el precioso Río Santa Bárbara. Al bajar al puente lo apreciamos en todo su esplendor, a la diestra, corría rectamente y se contoneaba a la derecha entre unos arbustos.

Y a la siniestra, bajaba de un pliegue vestido de pinos, el caudal transparente serpenteaba con gracia entre bordos arenosos, con pasto verde y varios zacatones. Pasando el puente, el sendero subió y a corta distancia nos mostró el maravilloso río desde arriba, Nos sentamos emocionados al pie de un pino a contemplar el correr de sus aguas diáfanas, que apenas murmuraban su cántico, lo acompañaban los armoniosos silbidos de los pinos, el cordón de plata surgía de un recodo de pinos.

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