Suplementos

Monolitos Las Águilas

Una maravilla que se anida en la vista de los pasajeros que deciden explorar la zona

GUADALAJARA, JALISCO (13/SEP/2015).- Al Sureste de Cuautla, sobresalen con donaire unos preciosos monolitos, llamados Las Águilas. Son los encargados de dar la bienvenida a los que vienen de Ayutla, o la despedida a los que parten por ese rumbo.

Luis Vázquez Correa nos dice: “Cuauhtla (de cauahuitl-árbol o cuauhtli-águila y tlan-partícula que expresa abundancia). —Lugar donde abundan los árboles o las águilas”. Águilas que se petrificaron para custodiar a su querido pueblo. La Heráldica Oficial refiere: “Es un escudo de forma francesa, cortado y medio partido. En el cuartel superior, el paisaje donde se aprecian unos pinos y la figura de un águila en vuelo. En el cuartel diestro de la punta, la silueta de varios monolitos entre los que se asoma la luz del Sol… La construcción pétrea alude a la zona arqueológica Las Águilas, que es una de las principales atracciones que el municipio ofrece a sus visitantes. El complejo arqueológico se integra de tres zonas muy bien definidas y separadas entre sí, donde se han identificado un centro ceremonial, un centro astronómico y un centro de magia. Los turistas acuden aquí para apreciar los equinoccios de primavera y otoño y los solsticios de verano e invierno”.

En la parte superior del escudo posa un águila con sus alas extendidas hacia arriba. Se comenta que los primitivos pobladores fueron de origen aridoamericano, tales como los chichimecas, posteriormente habitaron la zona los cocas y los caxcanes. Cuautla formó parte del tlatoanazgo de Atenquilit (Atenguillo). El primer asentamiento fue Tetitlán, que sufrió una epidemia, los sobrevivientes se resguardaron en una arboleda por el camino real a Talpa, asentándose el actual poblado.

A nuestro regreso del Arroyo el Candado, al salir de Cuatla, fuimos atraídos por unas vistosas piedras, que se dejaban ver a lo lejos, preguntamos en una llantera como llegar a ellas y un joven nos indicó:  “cerca del panteón, una brecha los acercará a los monolitos”. Seguimos las indicaciones y al llegar a una puerta nos apeamos del coche para subir el sendero de Las Águilas. Al ir ascendiendo vimos un peñón, blanco y con árboles incrustados, que dimensionaban los diversos taludes de la cresta. Cuando alcanzamos la cima del pequeño cerro, fuimos maravillados por una serie de piedras que afloraban en la parte este del cerro, entre pinos y robles, algunos con muérdagos, contraste de colores. Los monolitos, verticales, algunos con paredes diagonales, rematados por suaves curvas, de buena altura, unos con más de cinco metros, de color blanco, unos con musgo o manchas cobrizas, varias piedras con cortes horizontales, figurando estar sobrepuestas, figurando dos piedras, simplemente, erosión. Trepamos unos monolitos, y miramos los cerros: Talpita y Los Picachos.

De vuelta, caminamos a un estanque, donde se reflejaba el peñón referido, con su cresta ondulada. Y a la derecha o sea al oeste, en el Cerro los Capulincillos, admiramos otra parvada de Águilas, la mayoría, vertical, esbelta y algo curveadas en su remate, algunas rompían su verticalidad con una ligera inclinación, dándole cierto movimiento al conjunto, las que mostraban musgo le daban un encantador contraste, había unas que parecían estar alineadas. Subimos una loma para contemplarlas en primer plano, nos sentamos a la sombra de un mezquite y disfrutamos de bellas formas, de un espectacular ejército de Águilas, bien formado y alineado, mostrando hermosas siluetas.

Camino a Ayutla, apreciamos nuevamente las piedras, que miraban al oriente desde de la ceja, sobresaliendo en el extremo derecho una gran peña, con cortes verticales y en la orilla del mismo sentido, con cuatro ondulaciones. Y detrás de la Capilla Talpita, más Águilas. Alberto Muñoz Gutiérrez citó: “Talpita primer punto de encuentro con nuestra Madre, en este lugar se encuentra una réplica de la Virgen de Talpa, después de una oración seguir el camino… Caminar a Talpa y no apreciar la belleza que nos ofrece este camino… en donde el paisaje no puede pasar desapercibido… es como si ciegos caminaríamos”.               

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