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Los niños que cambiaron tristeza por teatro
Parecía un imposible. Las horas con los niños de Villas de Miravalle se pasaban entre gritos y relajo, hasta que ellos descubrieron el arte
GUADALAJARA, JALISCO (06/OCT/2013).- Los niños de “La banda del general” hacen la guerra diario. La mitad de ellos vive en el hogar de transición Villas de Miravalle, junto con otros 90 que fueron arrancados a su familia, vamos a pensar que por su bien. Hasta 2011 la batalla era de ellos contra su rabia y algunas veces contra sus compañeros. Un día alguien les enseñó qué es el teatro y alguien más filmó lo difícil que resultó el aprendizaje.
Así, “La banda del general” se transformó, primero, en una obra teatral escrita por Circe Rangel. Ahora tiene las posibilidades de ser un documental corto porque la realizadora Afra Mejía, obtuvo una beca del Programa de Estímulos Económicos para 2013, del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes.
Pero la banda, además de obra y documental, es más bien la historia de dos directoras de teatro y 10 niños, de los seis mil institucionalizados en un Estado donde institucionalizado es un eufemismo. Es el eufemismo para no decir confinados en orfanatos, en muchos casos hasta que la mayoría de edad los separe y los vomite con las mismas familias que, se supone, eran tan nocivas para ellos.
La historia comenzó en la primavera de 2011, cuando las directoras Circe Rangel y Karla Constantini fueron seleccionadas por la Coordinación Nacional de Desarrollo Cultural Infantil Alas y Raíces, para hacer un taller de teatro para niños y montar una obra.
Hasta entonces todo parecía posible. El tema es que a las directoras se les ocurrió —porque no sabían qué les esperaba— trabajar con los niños de Villas de Miravalle, que mantiene el DIF Guadalajara. La documentalista Afra Mejía pidió que la invitaran a ver proyecto, al principio con la curiosidad de cineasta, aunque el primer día del encuentro de las directoras con los chicos se grabó sólo en la memoria de los protagonistas.
La cineasta recuerda bien aquella escena: “Karla y Circe llevaban un programa bien estructurado de actividades que se fue al carajo. Yo me senté a observar la escena, para pensar si el proceso serviría para documentarlo. Las muchachas separaron en dos al grupo, en el patio del albergue y las horas se les fueron en gritar ¡A ver niños! ¡Vénganse! ¡Niños! No había manera. Lo que se veía era golpes. Se pegaban. Se aventaban. Rodaban por acá, rodaban por allá. Pensé: esto va a ser imposible”.
Esto, que iba a ser imposible, era la formación de un grupo de teatro.
La primera escena de caos no existe en el documental, pero hay otras que se pueden ver en http://vimeo.com/42292747. Ahí se mira, clarito: un par de adultas en el intento por explicarle sabe qué cosas a un grupo de niños que se esfuerzan para que les importe un cacahuate lo que las maestras desean comunicarles.
Las directoras de teatro lo dicen ahora: también pensaron mucho tiempo que con los de Villas de Miravalle era mejor aquí corrió que aquí quedó. Si siguieron yendo al albergue fue nomás porque en ellas quedaba algo, muy poco, de ese sentimiento que se conoce como esperanza.
Afra, Karla y Circe recuerdan bien el día día de los primeros meses del intento de taller. Estaba lleno de fracasos y juntas de trabajo para pensar nuevos planes que volvían a caerse y nuevos intentos y nuevas juntas. Las mujeres comenzaron a preguntarse si no sería mejor trabajar con niños que sí quisieran ser actores.
—¿Cuándo cambiaron las cosas?
—Cuando los niños supieron lo que es el arte—, coinciden las tres, casi con las mismas palabras.
Resulta que los niños del albergue no tenían noción de lo que les querían enseñar. Nunca habían ido al teatro, jamás vieron una presentación, no tenían idea de qué era lo que esas mujeres querían decirles.
Un día de mucho, mucho relajo —sin novedad—, el músico de “La batalla”, Carlo Constantini que para entonces era ayudante de las directoras, comenzó a tocar una melodía, con el único ánimo de contener la energía de aquellos pequeños monstruos. Ante la música los incontrolables no sólo se callaron; varios de ellos lloraron.
Lo siguiente en el programa fue único, algo que los niños jamás antes hicieron en su vida: vieron una obra de teatro: Valentina y la sombra del diablo, protagonizada por sus maestras. Sus expresiones están en el video que ha sido montado en internet. Son, literalmente “sin palabras”. También visitaron el teatro, nada menos que El Degollado, donde tendría que actuar más tarde.
Luego del recomienzo vino la prueba de fuego. Circe Rangel y Karla Constantini se entrevistaron con cada uno de los 20 que en principio habían dicho que querían actuar. Sólo diez siguieron con ganas. Entre los que se fueron dos —Francia y Alexis— lloraron a lágrima suelta. Nunca le quisieron decir a nadie sus razones y tampoco hablaron de los motivos para regresar al grupo en otras temporadas y la siguiente obra de la banda: Toc-toc.
Pero estamos en “La banda del general”, el primer montaje. Los diez que se quedan —niños maltratados, abusados y albergados— se revelan como grandes actores. El DIF otorga permiso para que Afra Mejía grabe el documental. Bajo la dirección de Manuel Cerros, la Sinfónica Juvenil Tonantzin, de Tonalá, se une a Carlo Constantini para interpretar la música de la obra. Las psicólogas de Villas de Miravalle escriben cartas que dan cuenta de que el teatro ha logrado que los niños expresen sus emociones con palabras, no con agresión. “Los primeros días vimos cómo uno de los niños le pagaba a los mayores para que ellos lo agredieran, a veces de manera brutal, y lo lastimaran y así lograr abrazos de las profesoras”, relata Circe; ese niño dejó de pegar y se hizo abrazar siendo simpático.
En resumen, es julio de 2011, faltan dos meses para que la obra se estrene y parece que las estrellas brillan en inmenso cielo... Hasta que un día Circe y Karla llegan a ensayar y se encuentran con la novedad de que el Consejo Estatal de Familia —entonces con una dirección muy polémica— ha decidido llevarse a cuatro niños de elenco, nada menos a quienes tenían los papeles protagónicos.
Volvieron las juntas de neurosis y la calvicie a mano propia del equipo de las directoras, a quienes se unió la productora Aholibama Castañeda. ¿Y si se llevan a todos los del elenco un de antes de la función? La pregunta, en el aire, causaba desánimo. La solución fue pedirle ayuda a Teófilo Guerrero, quien dirige el taller de teatro infantil del Instituto Cultural Cabañas.
A los niños del Cabañas: Naomi, Montserrat, Mónica, Karol y Raúl se les advirtió con gran cuidado que esta vez trabajarían con niños que no viven con sus padres. Los niños de las Villas: Reina, Carlos, Fernanda, Ángeles, Sandra y Berenice supieron que niños actuarían con niños medianamente felices. Unos se preguntaban cómo eran los otros. Las directoras estaban tensas... “¡Pero son niños, como nosotros!”, gritó uno de la bola, al fin se conocieron.
“La Banda del general” dio varias funciones, antes de llegar al teatro Degollado, al Encuentro Nacional de Teatro Hecho por Niñas y Niños, el 19 de septiembre de 2011.
El documental de Afra Mejía termina justo cuando se abre el telón del Degollado. El documental no está terminado. La realizadora recibirá un apoyo económico importante para su postproducción, a la cual, con todo y beca, le faltan alrededor de 85 mil pesos.
El grupo de actores tampoco se ha vuelto a reunir desde hace tiempo. Las directoras no han encontrado apoyo económico para que el proyecto continúe. Algunos están ocupados en protagonizar su propia guerra: volvieron con su familia y casi enseguida las cosas salieron mal allá: regresaron a un albergue, nadie sabe a cuál.
Los que quedan en el albergue dicen que se mueren por regresar a los escenarios.
Cirse y Karla afirman que el proceso de su formación no acabará con un taller y están dispuestas a seguir, pero no tienen recursos. Las psicólogas de Villas de Miravalle opinan que los niños que fueron tocados por el teatro tienen una posibilidad, aunque sea pequeña, de que su destino cambie para bien.
Así, “La banda del general” se transformó, primero, en una obra teatral escrita por Circe Rangel. Ahora tiene las posibilidades de ser un documental corto porque la realizadora Afra Mejía, obtuvo una beca del Programa de Estímulos Económicos para 2013, del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes.
Pero la banda, además de obra y documental, es más bien la historia de dos directoras de teatro y 10 niños, de los seis mil institucionalizados en un Estado donde institucionalizado es un eufemismo. Es el eufemismo para no decir confinados en orfanatos, en muchos casos hasta que la mayoría de edad los separe y los vomite con las mismas familias que, se supone, eran tan nocivas para ellos.
La historia comenzó en la primavera de 2011, cuando las directoras Circe Rangel y Karla Constantini fueron seleccionadas por la Coordinación Nacional de Desarrollo Cultural Infantil Alas y Raíces, para hacer un taller de teatro para niños y montar una obra.
Hasta entonces todo parecía posible. El tema es que a las directoras se les ocurrió —porque no sabían qué les esperaba— trabajar con los niños de Villas de Miravalle, que mantiene el DIF Guadalajara. La documentalista Afra Mejía pidió que la invitaran a ver proyecto, al principio con la curiosidad de cineasta, aunque el primer día del encuentro de las directoras con los chicos se grabó sólo en la memoria de los protagonistas.
La cineasta recuerda bien aquella escena: “Karla y Circe llevaban un programa bien estructurado de actividades que se fue al carajo. Yo me senté a observar la escena, para pensar si el proceso serviría para documentarlo. Las muchachas separaron en dos al grupo, en el patio del albergue y las horas se les fueron en gritar ¡A ver niños! ¡Vénganse! ¡Niños! No había manera. Lo que se veía era golpes. Se pegaban. Se aventaban. Rodaban por acá, rodaban por allá. Pensé: esto va a ser imposible”.
Esto, que iba a ser imposible, era la formación de un grupo de teatro.
La primera escena de caos no existe en el documental, pero hay otras que se pueden ver en http://vimeo.com/42292747. Ahí se mira, clarito: un par de adultas en el intento por explicarle sabe qué cosas a un grupo de niños que se esfuerzan para que les importe un cacahuate lo que las maestras desean comunicarles.
Las directoras de teatro lo dicen ahora: también pensaron mucho tiempo que con los de Villas de Miravalle era mejor aquí corrió que aquí quedó. Si siguieron yendo al albergue fue nomás porque en ellas quedaba algo, muy poco, de ese sentimiento que se conoce como esperanza.
Afra, Karla y Circe recuerdan bien el día día de los primeros meses del intento de taller. Estaba lleno de fracasos y juntas de trabajo para pensar nuevos planes que volvían a caerse y nuevos intentos y nuevas juntas. Las mujeres comenzaron a preguntarse si no sería mejor trabajar con niños que sí quisieran ser actores.
—¿Cuándo cambiaron las cosas?
—Cuando los niños supieron lo que es el arte—, coinciden las tres, casi con las mismas palabras.
Resulta que los niños del albergue no tenían noción de lo que les querían enseñar. Nunca habían ido al teatro, jamás vieron una presentación, no tenían idea de qué era lo que esas mujeres querían decirles.
Un día de mucho, mucho relajo —sin novedad—, el músico de “La batalla”, Carlo Constantini que para entonces era ayudante de las directoras, comenzó a tocar una melodía, con el único ánimo de contener la energía de aquellos pequeños monstruos. Ante la música los incontrolables no sólo se callaron; varios de ellos lloraron.
Lo siguiente en el programa fue único, algo que los niños jamás antes hicieron en su vida: vieron una obra de teatro: Valentina y la sombra del diablo, protagonizada por sus maestras. Sus expresiones están en el video que ha sido montado en internet. Son, literalmente “sin palabras”. También visitaron el teatro, nada menos que El Degollado, donde tendría que actuar más tarde.
Luego del recomienzo vino la prueba de fuego. Circe Rangel y Karla Constantini se entrevistaron con cada uno de los 20 que en principio habían dicho que querían actuar. Sólo diez siguieron con ganas. Entre los que se fueron dos —Francia y Alexis— lloraron a lágrima suelta. Nunca le quisieron decir a nadie sus razones y tampoco hablaron de los motivos para regresar al grupo en otras temporadas y la siguiente obra de la banda: Toc-toc.
Pero estamos en “La banda del general”, el primer montaje. Los diez que se quedan —niños maltratados, abusados y albergados— se revelan como grandes actores. El DIF otorga permiso para que Afra Mejía grabe el documental. Bajo la dirección de Manuel Cerros, la Sinfónica Juvenil Tonantzin, de Tonalá, se une a Carlo Constantini para interpretar la música de la obra. Las psicólogas de Villas de Miravalle escriben cartas que dan cuenta de que el teatro ha logrado que los niños expresen sus emociones con palabras, no con agresión. “Los primeros días vimos cómo uno de los niños le pagaba a los mayores para que ellos lo agredieran, a veces de manera brutal, y lo lastimaran y así lograr abrazos de las profesoras”, relata Circe; ese niño dejó de pegar y se hizo abrazar siendo simpático.
En resumen, es julio de 2011, faltan dos meses para que la obra se estrene y parece que las estrellas brillan en inmenso cielo... Hasta que un día Circe y Karla llegan a ensayar y se encuentran con la novedad de que el Consejo Estatal de Familia —entonces con una dirección muy polémica— ha decidido llevarse a cuatro niños de elenco, nada menos a quienes tenían los papeles protagónicos.
Volvieron las juntas de neurosis y la calvicie a mano propia del equipo de las directoras, a quienes se unió la productora Aholibama Castañeda. ¿Y si se llevan a todos los del elenco un de antes de la función? La pregunta, en el aire, causaba desánimo. La solución fue pedirle ayuda a Teófilo Guerrero, quien dirige el taller de teatro infantil del Instituto Cultural Cabañas.
A los niños del Cabañas: Naomi, Montserrat, Mónica, Karol y Raúl se les advirtió con gran cuidado que esta vez trabajarían con niños que no viven con sus padres. Los niños de las Villas: Reina, Carlos, Fernanda, Ángeles, Sandra y Berenice supieron que niños actuarían con niños medianamente felices. Unos se preguntaban cómo eran los otros. Las directoras estaban tensas... “¡Pero son niños, como nosotros!”, gritó uno de la bola, al fin se conocieron.
“La Banda del general” dio varias funciones, antes de llegar al teatro Degollado, al Encuentro Nacional de Teatro Hecho por Niñas y Niños, el 19 de septiembre de 2011.
El documental de Afra Mejía termina justo cuando se abre el telón del Degollado. El documental no está terminado. La realizadora recibirá un apoyo económico importante para su postproducción, a la cual, con todo y beca, le faltan alrededor de 85 mil pesos.
El grupo de actores tampoco se ha vuelto a reunir desde hace tiempo. Las directoras no han encontrado apoyo económico para que el proyecto continúe. Algunos están ocupados en protagonizar su propia guerra: volvieron con su familia y casi enseguida las cosas salieron mal allá: regresaron a un albergue, nadie sabe a cuál.
Los que quedan en el albergue dicen que se mueren por regresar a los escenarios.
Cirse y Karla afirman que el proceso de su formación no acabará con un taller y están dispuestas a seguir, pero no tienen recursos. Las psicólogas de Villas de Miravalle opinan que los niños que fueron tocados por el teatro tienen una posibilidad, aunque sea pequeña, de que su destino cambie para bien.