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Los bailes de salón salen a la calle

Las pistas de baile para el danzón y la salsa ahora están al aire libre, así que ¡a bailar se ha dicho!

GUADALAJARA, JALISCO (13/OCT/2013).- Desde que el doctor le dijo a Alicia Godínez que ya no viera tanta televisión, la mujer de 73 años de edad baila en las calles de Guadalajara como si fuera una jovencita de 20. Cada domingo, esta señora maquilla su rostro y viste sus mejores ropas porque el danzón le espera, sabe que será  una velada inolvidable, una noche de movimiento y calor, una de esas hace ocho años le devolvió las ganas de vivir.

Alicia es una bailarina urbana. Ella forma parte de los tapatíos que desde hace 10 años salen a las calles de la ciudad para mostrar una nueva cara del llamado “street dance”. Alicia no baila “skate” ni da marometas con su espalda al suelo al ritmo del hip-hop.Lo cierto es que el danzón de calle le cambió la vida y su forma de apreciar a la cultura y a los jóvenes.

Cada domingo, la explanada del Templo Expiatorio, en el Centro de Guadalajara, reúne por lo menos a 40 bailarines que demuestran que ser un adulto mayor no es una limitante para mover el esqueleto y quemar unas cuantas calorías. Lo mismo sucede en el camellón de Chapultepec, donde cada lunes se congrega una veintena de ciudadanos que tienen el placer de bailar uno de los géneros más latinos: la salsa.

La mayoría de los que están sobre la pista de baile en la que se convierte el camellón son jóvenes, que ya fuera de la escuela o la oficina menean la cadera, mueven las piernas y echan unas cuantas miradas coquetas a los curiosos que observan cómo el ronroneo del güiro los hace girar como trompos.

Tanto la salsa como el danzón salen de los tradicionales salones de baile para sumarse al paisaje urbano de Guadalajara, en el que también se expresan bailes más modernos que combinan diversas disciplinas como el “locking y popping” y el “moving air”.

Las velitas se soplan con baile


Hace 10 años, los esposos José María y Maura Guzmán fundaron lo que hoy es “Danzoneros por siempre”, un grupo de baile que progresivamente se convirtió en asociación civil y en una forma de motivar a quienes no tenían nada que hacer en domingo.

Estos esposos bailan danzón y cada fin de semana reúnen a expertos, amateurs y a quienes jamás han puesto en práctica sus habilidades para el baile. En punto de las 19:00 horas la pareja coloca un par de bocinas en la explanada del Templo Expiatorio —sobre la Avenida Enrique Díaz de León— y dejan que el ritmo de danzón haga de la tarde una tertulia de recuerdos para sus asistentes, la mayoría son adultos que han encontrado en este baile callejero una forma de alejarse de la soledad, estrechar nuevas amistades y revitalizar al cuerpo.

El próximo domingo 27 de octubre es especial para Danzoneros por siempre. Maura Guzmán explica que es el gran festejo de aniversario mientras su esposo, José María, da instrucciones a quienes asisten a la primera hora que se destina en una clase de pasos básicos.

José María ha bautizado a movimientos que él mismo inventó y los suma a otros ya tradicionales como el “cuadrito” y “el columpio”. Alicia Galindo, la señora de 73 años está atenta a las indicaciones y armoniza el ritmo de sus zapatillas cuando escucha que hay que hacer el paso “chema” y “el acordeón”.

Sin bailar, Maura Guzmán narra que el danzón realmente proviene de Cuba, pero contiene fuertes influencias europeas, y cómo al llegar a Yucatán, Veracruz decidió acuñarlo como un baile icónico del Estado.

Los Guzmán iniciaron su andar como danzoneros de calle en la Plaza del Carmen, después en la Plaza Juan Pablo II en Zapopan, para seguir en el Jardín Hidalgo de Tlaquepaque, hasta que finalmente se instalaron en la explanada del Expiatorio hace 10 años como Danzoneros por siempre.

Llueva, truene o relampagueé, los danzoneros del Expiatorio no desisten a su misión: “Es una cultura, no queremos que se pierda. Con el danzón pones a funcionar el sistema psicomotriz, la expresión corporal, incrementa el conocimiento de la música del danzón. Esto es una terapia”, destaca Maura al agregar que la gente que no se anima a bailar siempre ve a los danzoneros mientras se comen un elote asado o una nieve.

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