Suplementos
Las Vázquez de shopping
Toda una aventura en la que las artes del estira y afloja afloran para obtener la prenda de moda
GUADALAJARA, JALISCO (05/ENE/2014).- Las dos Vázquez no pueden vivir pasadas de moda, reiteran ellas cada rato. Lo malo es que las Vázquez tuvieron la desgracia de nacer pobres o ir perdiendo el abolengo, como dicen que les ocurrió a muchos mexicanos. Por los días que les falta el dinero para comprar en las tiendas departamentales, las Vázquez viajan a la capital de la moda. A Zapotlanejo, Jalisco.
Ayer fue uno de esos días. Vamos a Zapotlanejo, se propusieron las dos Vázquez, y no hubo quién las convenciera de no ir. A las 10 de la mañana ya estábamos, Las Vázquez y acompañantes, en el andén 16 del módulo 5 de la Central Camionera nueva, donde parten los autobuses al municipio de la confección.
En el camino se frotaban las manos las Vázquez. Una conocida de las más chica de ellas, una que tiene pinta de ser la esposa de un narco, traía una chamarra acolchada, de esas que en la tienda española salen en mil 200 pesos. A la conocida esposa de narco, la misma chamarra le costó nomás 200 pesos en Zapotlanejo. ¿No es horrible que los gachupines nos sigan viendo la cara?
En el entendido de que las dos Vázquez iban a buscar la chamarra acolchada de 200 pesos, descendimos en la central camionera de Zapotlanejo, a las 11:20 de la mañana.
…
En Zapotlanejo las 11:20 de la mañana pueden ser muy tarde si uno va a buscar la chamarra acolchada en un día de descuentos de principios de enero.
A esa hora ya circulan decenas como las dos Vázquez por una de las avenidas principales, la Guadalupe Victoria, que no será la Quinta Avenida, pero tampoco se parece a Zapotlanejo.
Está pavimentada con adoquines que siempre lucen muy limpios y sobre los cuales camina a paso de tortuga el tráfico “tranquilizado”, como le llaman los urbanistas a las calles muy estrechas. Los peatones tienen la preferencia de la circulación en la Guadalupe Victoria y aledañas. Y cómo no iba a ser así; los peatones le dan de comer a Zapotlanejo.
Los negocios de ropa ahí surgieron al mismo tiempo que la industria textil, en los años setenta, y despegaron en los noventa del siglo XX. Lograron que los agricultores sean especie en extinción en el poblado que está a 40 minutos de Guadalajara por autopista. Hace un decenio, las boutiques vendían ya entre medio millón y 120 millones de pesos al año cada una, escribió entonces María del Rosario Cota Yáñez, investigadora de la Universidad de Guadalajara.
En 2004, la académica contó unas 720 boutiques en 33 manzanas del centro de Zapotlanejo. Como ya no cabían ahí, las boutiques se fueron expandiendo hacia las orillas, agrupadas en barrios o centros comerciales.
En Zapotlanejo, México, hay por lo menos dos mil tiendas de ropa “de moda Europea”, como la moda de Guadalajara.
Y las dos Vázquez son bien decididas. Si han de meterse a las dos mil tiendas para encontrar la chamarra acolchada se meterán a todas, dijeron hace rato, apenas bajándose del camión. Un detalle es que las dos Vázquez no tienen carro, pero ¿para qué quieren carro? Mucha gente que tiene carro trae diario las mismas garras de siempre, sentencia siempre la más chica de ellas.
…
En Zapotlanejo hay barata de enero. Los comerciantes prometen que están “regalando” lo que les quedó de la Navidad, como lo hacen también en los centros comerciales de lujo de Zapopan.
La diferencia es que esta mañana es posible encontrar aquí vestidos de 50 pesos; “todo, a precios de mayoreo”, y varias “liquidaciones totales” en boutiques como Trendy Suite, Ana Pérez, Erivel y otras del estilo.
Igual que en los centros comerciales de lujo de Zapopan, acá es posible ver a mujeres arrebatarse las prendas que ya quisieran las francesas.
Porque aquí, en Zapotlanejo, tal vez antes que en el resto del mundo, la lentejuela, el terciopelo y la vinipiel (plástico que quiere ser cuero) “vienen mucho”, le explican las encargadas de las boutiques a las dos Vázquez, que están para despreciar nada de lo que viene.
Su técnica, habían explicado en el camión que nos trajo, es ver todas las tiendas. Primero las de la Guadalupe Victoria y las calles paralelas. Luego las de las calles perpendiculares. Hasta que el cuerpo aguante, dijeron ellas. Y mientras el cuerpo quiera andar a la moda aguanta rato.
El tema es que las dos Vázquez traicionaron su técnica en cuanto entraron al primer comercio. Más precisamente cuando la más chica vio unos leggins estampados con cómics y los quiso: ¡Vienen mucho! ¿Verdad?, le preguntó la Vázquez chica a la empleada, quien le contestó: ¡Eeey, sí! ¡Vienen mucho! La transacción duró medio minuto y costó 100 pesos. Lo mismo ocurrió en otras tiendas con una blusa, una falda, un collar dorado que la Vázquez se fueron encontrando en las primeras cuadras del recorrido.
En Zapotlanejo, para que una de las dos Vázquez compre basta, a veces, que una exclame “¡Viene mucho!”, y pregunte “¿Verdad?”, y que una dependienta les responda “¡Sí!” “¡Viene mucho, mucho!”
¿Y qué es eso que viene mucho? El color azul rey, las telas de piel de leopardo, los vestidos con cadenas y piedras de plástico, las blusas con perlas falsas, los terciopelos para el verano ardiente, la bisutería hasta la náusea.
Lo mismo que en los centros comerciales de lujo de Zapopan
Es que de verdad se encuentra lo mismito aquí y en la Gran Plaza, suspira con mucha ingenuidad la Vázquez mayor, y dibuja una sonrisa satisfecha. Es más: vienen de allá nomás a fusilarse lo de aquí, añade esta Vázquez, mientras revisa con cuidado el centésimo tendero de ropa, uno de vestidos de noche que rematan en 400 pesos.
Todos salimos con nuestra respectiva chamarra acolchada, igual que la de la esposa del que parece narcotraficante. Durante una hora más las dos Vázquez seguirán comprando ropa, de la que viene mucho. A final del día, a las cinco de la tarde, las dos Vázquez y sus acompañantes sentiremos que no hemos viajado a Zapotjanejo, sino a Nueva York. Los gritos de un camotero nos despertarán de nuestro sueño americano. El camotero nos explicará que para sacar ese camote silvestre hay que pasar varias horas en el cerro y que cuatro colegas de él han muerto, desbarrancados.
Pero a las dos Vázquez no les gusta el camote del cerro. El camote del cerro no está de moda.
Ayer fue uno de esos días. Vamos a Zapotlanejo, se propusieron las dos Vázquez, y no hubo quién las convenciera de no ir. A las 10 de la mañana ya estábamos, Las Vázquez y acompañantes, en el andén 16 del módulo 5 de la Central Camionera nueva, donde parten los autobuses al municipio de la confección.
En el camino se frotaban las manos las Vázquez. Una conocida de las más chica de ellas, una que tiene pinta de ser la esposa de un narco, traía una chamarra acolchada, de esas que en la tienda española salen en mil 200 pesos. A la conocida esposa de narco, la misma chamarra le costó nomás 200 pesos en Zapotlanejo. ¿No es horrible que los gachupines nos sigan viendo la cara?
En el entendido de que las dos Vázquez iban a buscar la chamarra acolchada de 200 pesos, descendimos en la central camionera de Zapotlanejo, a las 11:20 de la mañana.
…
En Zapotlanejo las 11:20 de la mañana pueden ser muy tarde si uno va a buscar la chamarra acolchada en un día de descuentos de principios de enero.
A esa hora ya circulan decenas como las dos Vázquez por una de las avenidas principales, la Guadalupe Victoria, que no será la Quinta Avenida, pero tampoco se parece a Zapotlanejo.
Está pavimentada con adoquines que siempre lucen muy limpios y sobre los cuales camina a paso de tortuga el tráfico “tranquilizado”, como le llaman los urbanistas a las calles muy estrechas. Los peatones tienen la preferencia de la circulación en la Guadalupe Victoria y aledañas. Y cómo no iba a ser así; los peatones le dan de comer a Zapotlanejo.
Los negocios de ropa ahí surgieron al mismo tiempo que la industria textil, en los años setenta, y despegaron en los noventa del siglo XX. Lograron que los agricultores sean especie en extinción en el poblado que está a 40 minutos de Guadalajara por autopista. Hace un decenio, las boutiques vendían ya entre medio millón y 120 millones de pesos al año cada una, escribió entonces María del Rosario Cota Yáñez, investigadora de la Universidad de Guadalajara.
En 2004, la académica contó unas 720 boutiques en 33 manzanas del centro de Zapotlanejo. Como ya no cabían ahí, las boutiques se fueron expandiendo hacia las orillas, agrupadas en barrios o centros comerciales.
En Zapotlanejo, México, hay por lo menos dos mil tiendas de ropa “de moda Europea”, como la moda de Guadalajara.
Y las dos Vázquez son bien decididas. Si han de meterse a las dos mil tiendas para encontrar la chamarra acolchada se meterán a todas, dijeron hace rato, apenas bajándose del camión. Un detalle es que las dos Vázquez no tienen carro, pero ¿para qué quieren carro? Mucha gente que tiene carro trae diario las mismas garras de siempre, sentencia siempre la más chica de ellas.
…
En Zapotlanejo hay barata de enero. Los comerciantes prometen que están “regalando” lo que les quedó de la Navidad, como lo hacen también en los centros comerciales de lujo de Zapopan.
La diferencia es que esta mañana es posible encontrar aquí vestidos de 50 pesos; “todo, a precios de mayoreo”, y varias “liquidaciones totales” en boutiques como Trendy Suite, Ana Pérez, Erivel y otras del estilo.
Igual que en los centros comerciales de lujo de Zapopan, acá es posible ver a mujeres arrebatarse las prendas que ya quisieran las francesas.
Porque aquí, en Zapotlanejo, tal vez antes que en el resto del mundo, la lentejuela, el terciopelo y la vinipiel (plástico que quiere ser cuero) “vienen mucho”, le explican las encargadas de las boutiques a las dos Vázquez, que están para despreciar nada de lo que viene.
Su técnica, habían explicado en el camión que nos trajo, es ver todas las tiendas. Primero las de la Guadalupe Victoria y las calles paralelas. Luego las de las calles perpendiculares. Hasta que el cuerpo aguante, dijeron ellas. Y mientras el cuerpo quiera andar a la moda aguanta rato.
El tema es que las dos Vázquez traicionaron su técnica en cuanto entraron al primer comercio. Más precisamente cuando la más chica vio unos leggins estampados con cómics y los quiso: ¡Vienen mucho! ¿Verdad?, le preguntó la Vázquez chica a la empleada, quien le contestó: ¡Eeey, sí! ¡Vienen mucho! La transacción duró medio minuto y costó 100 pesos. Lo mismo ocurrió en otras tiendas con una blusa, una falda, un collar dorado que la Vázquez se fueron encontrando en las primeras cuadras del recorrido.
En Zapotlanejo, para que una de las dos Vázquez compre basta, a veces, que una exclame “¡Viene mucho!”, y pregunte “¿Verdad?”, y que una dependienta les responda “¡Sí!” “¡Viene mucho, mucho!”
¿Y qué es eso que viene mucho? El color azul rey, las telas de piel de leopardo, los vestidos con cadenas y piedras de plástico, las blusas con perlas falsas, los terciopelos para el verano ardiente, la bisutería hasta la náusea.
Lo mismo que en los centros comerciales de lujo de Zapopan
Es que de verdad se encuentra lo mismito aquí y en la Gran Plaza, suspira con mucha ingenuidad la Vázquez mayor, y dibuja una sonrisa satisfecha. Es más: vienen de allá nomás a fusilarse lo de aquí, añade esta Vázquez, mientras revisa con cuidado el centésimo tendero de ropa, uno de vestidos de noche que rematan en 400 pesos.
Todos salimos con nuestra respectiva chamarra acolchada, igual que la de la esposa del que parece narcotraficante. Durante una hora más las dos Vázquez seguirán comprando ropa, de la que viene mucho. A final del día, a las cinco de la tarde, las dos Vázquez y sus acompañantes sentiremos que no hemos viajado a Zapotjanejo, sino a Nueva York. Los gritos de un camotero nos despertarán de nuestro sueño americano. El camotero nos explicará que para sacar ese camote silvestre hay que pasar varias horas en el cerro y que cuatro colegas de él han muerto, desbarrancados.
Pero a las dos Vázquez no les gusta el camote del cerro. El camote del cerro no está de moda.