Suplementos

¿Independientes de qué?

Los candidatos independientes son una de las historias de la presente elección, surgen del hartazgo con los partidos políticos

GUADALAJARA, JALISCO (31/MAY/2015).- Ser independiente es hoy una postura ante la vida. Hay películas independientes en el cine, consultoras independientes en la economía y hasta música independiente en las tiendas de discos. Lo independiente en contraposición a lo subordinado, ya sea por lógica comercial o política. Independiente como diferente, como distinto. Las candidaturas independientes nacen de esta idea, sin embargo ¿Qué tan eficaces pueden ser gobernantes que no provengan de los partidos, se podría hacer alguna diferencia? ¿Esta condición les permite responder mejor a los intereses de la ciudadanía? ¿Qué nos dicen casos como los de “El Bronco” o Pedro Kumamoto?

La figura de los candidatos independientes nace de tres consideraciones: los partidos políticos se convirtieron en oligarquías que dejaron de representar a los ciudadanos y dichas candidaturas pueden remediar ese déficit democrático; las personas que llegan sin partidos políticos como respaldo son más libres y pueden tomar decisiones más autónomas; la presión de los candidatos independientes puede propiciar que los partidos políticos se reformen ante el peligro de perder poder. En general, esos son los tres argumentos más frecuentes para justificar a estas figuras. Sin embargo, bajo estos tres argumentos existen pocos hechos reales, menos contrastaciones y más tabúes que realidades. Para muchos, los candidatos independientes valen por lo que son en sí mismos, y no por su funcionamiento.  


Interés general vs. Interés particular

En el mundo, una discusión muy importante gira sobre cómo le hacemos para blindar a la política de influencias privadas. Ya sea de banqueros, líderes sindicales o empresarios, pero la autonomía de los gobiernos y de los candidatos se encuentra amenazada constantemente. La crisis mundial de 2008 nos dejó como enseñanza que la ausencia de regulación provocó que el sistema financiero colapsara llevándose a la economía del mundo entre las patas. Todo ello pudo ocurrir porque los políticos prefirieron consentir a sus socios económicos, en lugar de establecer regulaciones sólidas para que esta distorsión no ocurriera. El interés de unos pocos se puso por encima de los intereses de todos.

Así, el diagnóstico que hacen muchos es que los partidos sólo responden a sus intereses y se olvidan de la mayoría. Ya no responden a ideologías ni a proyectos generales, sino a sus negocios y sus intereses particulares. Es decir, y para usar un concepto que está de moda: los partidos políticos se encuentran permanente en un “conflicto de interés”, en donde privilegian el interés del partido por encima del interés general. Hay un consenso, entre conservadores y liberales, entre derechas e izquierdas, que los partidos políticos tienden a convertirse en plataformas que dejan de representar los intereses de la ciudadanía. Su “independencia” se encuentra en riesgo constantemente.

El candidato independiente, en opinión de muchos, vendría a remediar ese déficit de representación. El razonamiento es que un candidato sin la presión de los partidos políticos es más autónomo. ¿Realmente es así? ¿ “El Bronco” tiene más independencia que el candidato del PAN o el del PRI? En mi opinión, la regla es simple: entre más compromisos firme el candidato menos independencia tendrá. Por ello, el simple hecho de que un candidato no se haga acompañar por un partido, no asegura imparcialidad. Lo hemos visto en otras latitudes, la independencia del candidato sí está relacionada con el prestigio, los atributos y el proyecto de cada uno, pero sobre todo la autonomía está atada a la forma de financiar y construir las campañas. En los casos de Kumamoto y “El Bronco”. El primer nunca ha militado en un partido, el segundo sí lo ha hecho; el primero se financia con pequeñas aportaciones privadas, el segundo es opaco y no lo sabemos; el primero ha transparentado una agenda, el segundo recolecta frases ingeniosas pero pocos proyectos. La lealtad de un candidato independiente a una “voluntad general” depende, igual que con los partidos políticos, de la serie de conflictos de interés que se encuentren en su proyecto: fuente de financiamiento, sobre todo. Asimismo, no con los vicios de los partidos, pero Kumamoto se acompaña de un equipo llamado “wikipolítica” que ayuda a que una candidatura no devenga en personalista y, por lo tanto, incluya a personas que trascienden su mera candidatura.

El problema de la falta de independencia de muchos candidatos muchas veces no es el partido, sino nuestras campañas políticas. Para ganar un municipio como Guadalajara o Zapopan, los candidatos deben sacar dinero de “todos lados”, haciendo compromisos al por mayor, limitando su libertad de gestión al mínimo. No es un problema de candidatos independientes o partidos políticos, es un problema de diseño de campañas y su costo.


Representación

“Los partidos ya no representan a nadie”, se oye a diario. Los barómetros que analizan la cultura cívica y los valores democráticos reflejan un escenario en donde el nexo de representación se encuentra lastimado. Sin embargo, este nexo está lastimado porque en la transición no hemos sido capaces de tocar a los partidos ni con el “pétalo de una rosa”. Los partidos políticos encapsularon prácticas antidemocráticas y reprodujeron todas esas instituciones informales del viejo régimen (clientelismo, corporativismo, particularismo, corrupción). ¿Qué certezas tenemos de que los candidatos independientes podrán abolir esas dinámicas? ¿Realmente un candidato independiente representa a un ciudadano de forma más fidedigna?

Pongo el caso de Pedro Kumamoto. Kumamoto no es apoyado por el hecho de que sea candidato independiente. Kumamoto ha recibido el apoyo porque sabemos que detrás de su proyecto no hay intereses inconfesables y su forma de financiamiento no conlleva conflictos de interés. Es decir, en caso de llegar a la curul, hay más posibilidades de que Kumamoto represente el interés de un distrito en contraposición a un candidato que ha debido hacer una serie de compromisos para alcanzar la candidatura o para conseguir el dinero para competir. La posibilidad de representar a un ciudadano de forma adecuada en las instituciones de gobierno no tiene nada que ver con la diferencia entre candidaturas de ciudadanos o candidaturas de partidos, sino la libertad y autonomía para plantear una agenda y defenderla sin pasar por encima de intereses que controlan al político.

Incluso, desde un punto de vista teórico, los partidos serían mejores plataformas para representar, porque no sólo significan la voluntad de un hombre, sino la voluntad de una serie de personas que se pusieron de acuerdo para armar un programa y delinear una serie de principios ideológicos. Los casos de Podemos en España, de Syriza en Grecia o de las plataformas políticas que ganaron la elección en Barcelona y en Madrid, son reflejo de la importancia de la confluencia de ideologías en un partido político o plataforma. Por ello, al igual que en relación a la dicotomía entre interés público y privado, la representación depende mucho menos de la figura que de los compromisos y conflictos de interés que permitan al candidato, de partido o no, de ejercer su labor con independencia.


Reformismo

Otro de los argumentos a favor de los candidatos independientes es que la figura misma presiona a la apertura del sistema de partidos. Es cierto, nadie puede negar, y menos alguien que cree en la libertad política, que la apertura política para que cualquiera pueda ser candidato, es positiva. Sin embargo, los países en donde más pasos se han dado en materia de pluralidad política no son los que han basado su transformación en candidatos independientes, sino los que han apostado porque crear partidos sea tan fácil como “comprar un café”. Y es que en los países donde cualquiera puede formar un partido, es más sencillo que haya partidos de todo color y sabor, partido de nicho, de masas y regionales. Dicha diversidad permite que todos los ciudadanos encuentren un nicho geográfico e ideológico de representación, y no tengan que esperar la aparición de un candidato independiente que presione a los cambios.

La posible victoria de “El Bronco” en Nuevo León y la competitividad demostrada por Kumamoto, podrían ser incentivos reales para que el sistema se transforme. Y es que los partidos le tendrán más miedo a los desprendimientos y, tal vez, abone a su democratización. Los candidatos independientes son en sí una innovación, pero si queremos abonar a la pluralidad y a la democratización, debemos ver la coyuntura como una oportunidad para que los partidos políticos adopten nuevos criterios más democráticos y reformemos a fondo la Ley General de Partidos Políticos que lo único que hace es proteger y solapar la corrupción y la baja representatividad de los partidos políticos.

Los candidatos independientes son una figura muy importante para liberalizar nuestra democracia. Ante un sistema de partidos cerrado y oligopólico, los candidatos independientes significan un desafío importante. Sin embargo, no podemos olvidar que al igual que los candidatos de partidos, la independencia de los candidatos sin partido se encuentra subordinada a los compromisos políticos y económicos que haya tenido que hacer para su campaña o para gobernar. Puede haber candidatos de partido con mucha independencia para trazar su proyecto y programa, que no se dejan chantajear por el partido o por empresarios que apoyan su candidatura, o candidatos sin partido que carezcan de cualquier tipo de autonomía y acuerden con quien sea para llegar a la silla. Es la diferencia entre Kumamoto, un joven sin compromisos y con un programa de democratización palpable, en contraposición a un candidato como “El Bronco” que demuestra muchas de las cualidades negativas que heredamos del viejo régimen, y que su independencia está más que en entredicho. Al final, la independencia de los candidatos sin partido depende de ellos mismos, nada distinto de lo que pasa en los partidos políticos.

Temas

Sigue navegando