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En estos tiempos… Olimpia viene muy al caso

La ciudad fue llamada Olimpia desde el año 375 a. C. en honor a la esposa de Filipo II, madre de Alejandro Magno

GUADALAJARA, JALISCO (12/MAR/2017).- Trascendentales y más que sabias fueron las palabras de Pierre de Coubertin en su visita a Olimpia en la costa Oeste de la península del Peloponeso en Grecia, en donde por esas fechas se comenzaban los trabajos de restauración de la milenaria ciudad, sede de las competencias deportivas de la antigüedad, cuyo ‘leitmotiv’ había sido lograr la unión y la hermandad entre todos los pueblos.

Afirmaba que “Olimpia y las Olimpiadas eran los símbolos vivos de una maravillosa civilización, superiores a cuanto país, ciudad, héroe militar, político, religión o filosofía existiera”.

Coubertin (Cubertán) sintió que la misión de los Juegos Olímpicos que se realizaban en esa ciudad desde mucho antes de la era moderna (776 a.C.) tenían por objeto fomentar la unión y la cordialidad entre los pueblos y las razas del mundo, sin demeritar el espíritu competitivo esencia del humano que animaba a la superación de los atletas, bajo el lema de “citius, altius, fortius”: más rápido, más alto, más fuerte.

Es bueno hacer notar que durante el tiempo de los juegos, se establecía la “Paz Olímpica”: una etapa en la que cualquier guerra debía ser suspendida para que los atletas ¡sin distinción de pueblos, razas, colores o creencias! se reunieran en Olimpia para participar en dichas competencias… y que posteriormente regresaran a sus lugares en paz. Noble misión que se encuentra muy bien expresada en el emblema de las olimpiadas: cinco anillos entrelazados representando “a todas las naciones sin excepción alguna”.

La ciudad fue llamada Olimpia desde el año 375 a.C. en honor de la esposa de Filipo II, madre de Alejandro Magno, por considerarse capital espiritual de Grecia, dado que los juegos simbolizaban la unidad entre todos los pueblos. Posteriormente, cuando el emperador romano Teodosio prohibió las olimpiadas, la ciudad entró en decadencia y fue asolada por los pueblos bárbaros causando su casi destrucción total.

El edificio más importante era el Templo de Zeus, con su enorme efigie ‘criselefantina’ (con oro y marfil) de la autoría de Fidias, en donde aparecía sentado en un trono y sosteniendo un cetro con un águila en una mano y una Nike alada -la victoria- en la otra. Las malas lenguas decían que con sus 12 metros de altura, si Zeus se pusiera de pie rompería los techos del sagrado recinto.

La zona deportiva estaba alrededor del Altis o bosque sagrado. El Estadio con capacidad para 40 mil espectadores, estaba rodeado de taludes de donde se presenciaban las competencias de carrera, lucha y pentatlón. La Palestra y el Gimnasio eran lugares donde se entrenaban los atletas. Se hospedaban en una hostería situada entre los edificios construidos ex profeso para los juegos, que hablaban de la cordialidad que debe haber entre los diferentes pueblos, razas, ideologías y religiones.

En el año de 1829 se iniciaron los primeros intentos de restauración; pero inexplicablemente hasta el año 2004, en ocasión de los Juegos Olímpicos de Atenas, fue que se hicieron algunas adecuaciones para realizar ahí algunas pruebas de lanzamiento de peso y deportes similares.

Olimpia en la actualidad, es el sitio arqueológico nombrado por la UNESCO “Patrimonio de la Humanidad” que es reconocido como “el” santuario y “la” capital del deporte. Es además el lugar de donde parte la antorcha olímpica, después de haber sido encendida unicamente con rayos solares- para llevar el fuego sagrado (el conocimiento y la razón) que Prometeo robó a los dioses para los hombres, hasta el sitio donde se celebrarán los Juegos Olímpicos.

Desde Atenas se a llega Olimpia en poco menos de cuatro horas en coche, viajando por una magnífica carretera que pasando por Trípoli se toma un desvío hasta el histórico y milenario sitio. El cruce del Canal de Corinto es todo un hito; ya que es una maravilla de ingeniería concluida en 1893 según los proyectos de Ferdinand de Lesseps, increíblemente inspirados en los antiguos trazos hechos nada menos que por el mismísimo emperador Nerón. Este canal evita tener que navegar unos cuatrocientos kilómetros alrededor del Peloponeso, permitiendo el paso de los barcos del Golfo de Corinto al Mar Egeo y las islas griegas (Cícladas) y viceversa.

Un viaje por estos lugares sería recomendable para hacer entender a algunos mandatarios de la actualidad, que la concordia es más valiosa que la discordia; y que Olimpia y los famosos Juegos, nos siguen enseñando los caminos a seguir para lograr la armonía que debe reinar entre los hombres.

pedrofernandezsomellera@prodigy.net.mx

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