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El ventilador

Pensar que ‘todos los políticos son iguales’ significa servilismo ante la propaganda de los peores

GUADALAJARA, JALISCO (30/ABR/2017).- La técnica del ventilador es tan vieja como la política misma. El método es simple: tomar un poco de lodo con las dos manos y colocarlo a centímetros del ventilador. En automático, la habitación estará cubierta de mugre. No habrá rincón sin suciedad. Ante un cuarto pestilente y manchado, será imposible saber en dónde se originó la suciedad. Sucede lo mismo con la política: la técnica del ventilador es la mejor propaganda para que los peores limpien su nombre.

La corrupción es el gran problema de México. Tras décadas de instituciones débiles, el país es presa de una espiral incomparable de casos de abuso de los recursos públicos. Basta con abrir la prensa todos los días para encontrarnos: escándalos de gobernadores, señalamientos de la Auditoría Superior, campañas financiadas con dinero irregular o ilícito, políticos con órdenes de aprehensión o cadenas de favores que hermanan a políticos y a empresarios. Los políticos se tiran los unos a los otros en una inigualable competencia por ver quien tiene las manos más sucias. Y aparece en el horizonte la trillada frase: “todos los políticos son iguales”. Ese mantra que se repite incesantemente.

No es cierto que todos los políticos sean iguales. Ni tampoco es cierto que todos los partidos políticos hayan tolerado la corrupción de la misma manera. Cualquier organización humana es susceptible de corrupción, sin duda. Desde la iglesia hasta las escuelas o asociaciones de la sociedad civil. Siempre habrá quien quiera lucrar con lo que es de todos o abusar de la confianza de una institución. Por lo tanto, el principal debate cuando hablamos de corrupción no es si podemos erradicarla, sino: ¿Cómo reaccionan los políticos cuando aparecen casos de corrupción? ¿Comienzan una batalla contra los corruptos o se ponen de acuerdo para protegerse los unos a los otros? ¿Son espejo de cambio o prefiere encubrir a aquellos que transpiran corrupción?

Eva Cadena fue el videoescándalo de la semana. Una operadora política del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) que recibe medio millón de pesos en efectivo, supuestamente para la campaña de Andrés Manuel López Obrador. Sin duda, un acto condenable. Sin duda, una pequeña muestra de lo que significa la financiación fraudulenta de las campañas en México. Un modelo de financiación supuestamente público, pero que en la práctica opera con dinero privado, que busca favores, y desviaciones de administraciones públicas. La relación entre el dinero y la política es una de las barreras más profundas para lograr una democracia de calidad en México. La conclusión automática: ya ven, como todos son iguales.

La brocha gorda no nos lleva a nada. En un tiempo de juicios sumarios y calificativos inapelables, México necesita de matices y luces. La propaganda política nos puede llevar a creer que la política es la competencia de la mugre. Sin embargo, la técnica del ventilador, meter a todos dentro del mismo saco, sólo ayuda a que los peores respiren. El “todos son iguales” es una crítica sistémica que paradójicamente fortalece al sistema. El escándalo Cadena no hace a López Obrador igual de corrupto que a Yarrington, ni las metidas de pata de Padrés hacen que todo el PAN sea un nido de corrupción. Ni siquiera que Duarte haya estafado a Veracruz hace al PRI un partido inherentemente corrupto. Dicen que “mal de muchos, consuelo de tontos”. Si lo trasladamos a la política podría quedar en “corrupción de todos, beneficio de unos pocos”.

Morena enfrentó su primer caso nacional de corrupción. Las respuestas fueron disímbolas: primero una negación inverosímil y luego una aceptación sin ambigüedades. Ante casos de corrupción hay dos dimensiones de enfrentamiento que les debemos exigir a los políticos. La responsabilidad política: ni un corrupto debe seguir en su cargo si se le prueba que traicionó la confianza de los ciudadanos. La responsabilidad penal: ningún partido debe proteger a un corrupto y solapar la impunidad. No les podemos exigir a los partidos que presenten puras “madres Teresa de Calculta” en las elecciones, pero lo que sí tenemos que ponerles como líneas rojas es que no sean nunca tapaderas de la corrupción. Sea PRI, PAN o Morena, el listón tiene que ser el mismo: romper el círculo vicioso de la impunidad. Lo que hace diferente a los políticos es su reacción ante la corrupción: ¿Quién protege al corrupto y quién lo denuncia?

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