Suplementos
El Santuario de Tonalá
Un paseo por este municipio de artesanos ofrece atractivos para todos los sentidos
GUADALAJARA, JALISCO (09/SEP/2012).- Del claustro agustino, nos dirigimos a la Plaza Cihuapilli y miramos la bonita escultura en honor a la reina, con la pierna izquierda hincada y sus manos sosteniendo una lanza. Enseguida observamos el atractivo Santuario del Sagrado Corazón, de influencia neogótica, sobre la barbicana del atrio, columnas toscanas con altas almenas piramidales, que van abrazando rejas y el cancel de dos hojas. El atrio es animado por dos palmeras y entre ellas está la cruz atrial con dos años sobre su travesaño, 1900-1901, enfrente, cuatro arcos góticos comprenden el marco de la puerta, a cada costado dos columnas cuadradas con capiteles compuestos tocan las cornisas y rematan con almenas piramidales. Entre las columnas hay dos columnas corintias que custodian un santo, entre las primeras posa San Juan y en las siguientes Santo Santiago, arriba corresponde una ventana vertical con igual número de arcos que la puerta. Sobre la cornisa dentada se levantaron tres cautivadoras torres góticas, de un solo vano y cubierta piramidal con cruz, representan a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Entramos al recinto y apreciamos tres naves divididas por arcos ojivales. Arriba de las ventanas del altar dice: “Venid todos a mí” y abajo está el Señor con los brazos extendidos. La obra inicio en 1893, los tonaltecas aportaron donativos, pero sobre todo mano de obra. Enseguida visitamos la Presidencia Municipal, que muestra un bonito portal arqueado, en su escalera admiramos mascaras de tastoanes y en el patio había toda una exposición de ellas. El 7 de marzo de 1824 se le dio título de Villa y se determinó su extensión, abrazando a Juanacatlán y a Zapotlanejo. Se formó Departamento, pero dejó de serlo para subordinarse a Zapotlanejo. Para el 18 de septiembre de 1846, fue considerada Cabecera de Departamento y en 1873 ya fungía como Municipio.
Después recorrimos el tradicional tianguis, galería artesanal, apreciamos: animales de papel maché; lámpara y espejos de latón; platos, jarros y cantaros de barro; vasos y jarras de vidrio soplado; tallas de madera; tejidos; macetas, alcancías; santos; patos; calabazas y una infinidad de expresivas piezas, “tratamientos de la forma” diría Duarte. Miramos la preciosa Capilla de la Cruz Blanca, antes del Calvario, con puerta arabesca y espadaña de tres vanos. Posteriormente entramos al vibrante Museo Regional Tonallan y observamos dos espectaculares salas pobladas por diversas y manifestantes mascaras de tastoanes. La finca es una formidable construcción de antaño, con piso de barro, muros de adobe aparente y techos a dos aguas, conformados por vigas de madera, carrizos y tejas. Atrás de las salas se encuentra un agradable patio, con un horno de leña cubierto por ollas, a un costado vimos unos jarros gigantes. Nos sorprendieron unos enormes trompos, uno con el sol tonalteca, al fondo unos longevos guayabos y bajo su sombra una alegre señora bordando y tarareando una canción, el museo lo encabeza Cuco Figueroa Benítez. Del museo, caminamos a otro museo, en nuestro andar nos encontramos con un carrito de cacahuates tiernos, los cuales saboreamos. A tres cuadras llegamos al fantástico Museo Nacional de la Cerámica Jorge Wilmot, un grueso vano arqueado con una enredadera florida nos dio la bienvenida, al entrar miramos una tinaja “petatillo” con una águila bicéfala, adelante miramos unas vitrinas con piezas prehispánicas de barro, ollas, recipientes de tres patas y diversas figuras de naturales. Unas escaleras nos condujeron a la sala de las cruces, variadas formas de cruces, luego entramos a una sala con una pirámide de cantaros y dos monos bruñidos, aledaña a la mágica sala de los tastoanes, donde colgaba una rica colección de máscaras entrono a un cuadro de un intrépido jinete con espada, Santo Santiago. Salimos al extraordinario patio, con un foro y atractivas graderías, jardineras y falsos vanos, uno con espejo, donde saludamos a Cuco. La finca fue donada por Jorge Wilmot. El museo lo dirige Ricardo Duarte Méndez, quien citó: “La excelencia de los artesanos de Tonalá en su oficio, ha ido produciendo obras extraordinarias en cada momento de la historia… en la cerámica tonalteca desde lo iconográfico, han sido diseños que han pasado de una generación a otra, teniendo una depuración en cuanto a su forma, su significado o su color… la cerámica actualmente producida, esa que irrefutablemente viene de las formas y técnicas tradicionales”. Degustamos una sabrosa birria con “Lolis” y después fuimos al Cerro la Reyna, donde miramos la ermita de la Virgen Morena, de piedra aparente con torres de un cuerpo y, el monumento a Cihuapilli. Fue un gozo andar por el suelo tonalteca, suelo de creativos artesanos y de tradicionales tastoanes.
Después recorrimos el tradicional tianguis, galería artesanal, apreciamos: animales de papel maché; lámpara y espejos de latón; platos, jarros y cantaros de barro; vasos y jarras de vidrio soplado; tallas de madera; tejidos; macetas, alcancías; santos; patos; calabazas y una infinidad de expresivas piezas, “tratamientos de la forma” diría Duarte. Miramos la preciosa Capilla de la Cruz Blanca, antes del Calvario, con puerta arabesca y espadaña de tres vanos. Posteriormente entramos al vibrante Museo Regional Tonallan y observamos dos espectaculares salas pobladas por diversas y manifestantes mascaras de tastoanes. La finca es una formidable construcción de antaño, con piso de barro, muros de adobe aparente y techos a dos aguas, conformados por vigas de madera, carrizos y tejas. Atrás de las salas se encuentra un agradable patio, con un horno de leña cubierto por ollas, a un costado vimos unos jarros gigantes. Nos sorprendieron unos enormes trompos, uno con el sol tonalteca, al fondo unos longevos guayabos y bajo su sombra una alegre señora bordando y tarareando una canción, el museo lo encabeza Cuco Figueroa Benítez. Del museo, caminamos a otro museo, en nuestro andar nos encontramos con un carrito de cacahuates tiernos, los cuales saboreamos. A tres cuadras llegamos al fantástico Museo Nacional de la Cerámica Jorge Wilmot, un grueso vano arqueado con una enredadera florida nos dio la bienvenida, al entrar miramos una tinaja “petatillo” con una águila bicéfala, adelante miramos unas vitrinas con piezas prehispánicas de barro, ollas, recipientes de tres patas y diversas figuras de naturales. Unas escaleras nos condujeron a la sala de las cruces, variadas formas de cruces, luego entramos a una sala con una pirámide de cantaros y dos monos bruñidos, aledaña a la mágica sala de los tastoanes, donde colgaba una rica colección de máscaras entrono a un cuadro de un intrépido jinete con espada, Santo Santiago. Salimos al extraordinario patio, con un foro y atractivas graderías, jardineras y falsos vanos, uno con espejo, donde saludamos a Cuco. La finca fue donada por Jorge Wilmot. El museo lo dirige Ricardo Duarte Méndez, quien citó: “La excelencia de los artesanos de Tonalá en su oficio, ha ido produciendo obras extraordinarias en cada momento de la historia… en la cerámica tonalteca desde lo iconográfico, han sido diseños que han pasado de una generación a otra, teniendo una depuración en cuanto a su forma, su significado o su color… la cerámica actualmente producida, esa que irrefutablemente viene de las formas y técnicas tradicionales”. Degustamos una sabrosa birria con “Lolis” y después fuimos al Cerro la Reyna, donde miramos la ermita de la Virgen Morena, de piedra aparente con torres de un cuerpo y, el monumento a Cihuapilli. Fue un gozo andar por el suelo tonalteca, suelo de creativos artesanos y de tradicionales tastoanes.