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De viajes… y aventuras

¡Ya empezó Diálogo en la Oscuridad! … en el Trompo Mágico …

Siempre pensamos que viajar es ir de un lugar a otro.
Pensamos en ciudades lejanas, en montañas de otros lugares, en islas desconocidas o en playas solitarias; hay quienes al hacer sus planes de viaje les viene a la mente pasearse entre calles llenas de gente y espectáculos fantásticos.

En esta ocasión al pensar en viajar, pensamos en ir… al mundo de ciertas personas fantásticas y desde luego muy sui generis, diferentes, únicas.

Así nos transportamos al los mundos de quienes la luz les fue negada, y también a los corazones de ciertas personas sensibles que buscan proteger y ayudar a quienes no incluyen la vista entre sus facultades.

Para que sepas de quienes estamos hablando… cierra tus ojos y sigue leyendo.
Deja el periódico, y con los ojos cerrados ve a prepararte el café de la media mañana.
Más tarde, ponte una venda en los ojos y sal a la calle. Pide la parada a un veloz sistecosome y dile que te lleve al centro porque quieres ver las torres de catedral y los edificios de cantera de los alrededores; adviértele que te tiene que avisar cuando llegues; bájate a media calle porque él no tuvo la amabilidad de acercarse a la banqueta a pesar de habérselo pedido.

Camina con tu bastón oscilante para detectar el machuelo de la banqueta y el poste de enfrente. Cúbrete la cabeza porque más de un anuncio de algún político te golpeará sin piedad en tu talento.

Voltea alrededor, para que veas la belleza arquitectónica de la plaza que -con ingenio y arte- diseñó Nacho Díaz Morales. ¿No la puedes contemplar tras de tu pañuelo negro? Ni modo, sigue caminando sin caer en las alcantarillas que están en frente del que vende algodones de dulce. Solo cómprale los de color rosa encendido, porque los que están más blancos ya son más viejos.

Siéntate en una banca al lado de una señora que piensa que tu ceguera es contagiosa. Distingue las nubes rosas del atardecer mientras gozas viendo al chiquillo que corre tras las palomas.

Si el hambre cala; cruza la calle para llegar a donde tu olfato te aconseja que venden buenos tacos y pide un par de ellos. Paga con el billete que creas que es el correcto, y come lo que crees que es carnita buena.

Camina hasta la esquina… ¡No! ¡No te quites el pañuelo negro! Ellos aunque quisieran no pueden quitárselo. Su mundo es negro, igual que es el tuyo ahorita con la venda puesta.
¿Te da pavor?... ¿Si? ¡A ellos también!
Ve a la esquina que es la que crees que es donde se toma el autobús para regresar a casa. Fíjate en el letrero iluminado del frente donde se anuncia la ruta que va a seguir ¿O es que no lo puedes ver? Súbete con confianza que te llevará… ¿A dónde?
Ten calma que él procurará dejarte en el crucero de una calle -iba a decir oscura, tonto, para los ciegos todas las calles son oscuras- cualquiera.

 ¿No alcanzas a ver los letreros con el nombre de la calle? Allá tu. Camina. Busca tu casa. Si no puedes preguntar a nadie en donde estás porque ya se hizo de noche y todos están ya guardados en su propio hogar. No, no te preocupes, que ya mañana saldrá y volverán las luces y los colores que tú nunca verás.

¿Impresionante? No. ¿Aterrador? No quisiera opinar. ¡Tú sigue leyendo el periódico con los ojos cerrados y confiesa lo que experimentaste!
Dos gentes extraordinarias; tratando de hacer conciencia entre nosotros de lo que es el mundo de un ciego, están construyendo un singular laboratorio donde, conduciéndonos a través de pasillos cada vez más oscuros, la luz se va perdiendo; y guiados en la oscuridad total y tan solo con la ayuda de un frágil bastón… de pronto aparece entre la inmensa oscuridad la voz de alguien que alegremente nos dice -¡Bienvenidos mis amigos! Yo los guiaré con seguridad en este mundo para ustedes diferente. -Ahora yo soy el que “veo” y ustedes son los ciegos; les enseñaré el mundo en el que vivo, y verán que su visión se llenará de luz-

Así es como comienza el laboratorio ideado por Andreas Heineke; alemán nacido entre las desgarradoras vivencias de la Segunda Guerra Mundial; con su propia familia dividida -entre la sangre judía de sus ancestros y las doctrinas nazis infiltradas en la otra parte- en una época donde la discriminación estaba a la orden del día.

En Andreas, la segregación que padecían los que no veían tocó su corazón y empezó a fraguar “Diálogo en la Oscuridad” para sensibilizar a la gente de lo que era el pasar la vida en completa oscuridad.

El proyecto también tocó el sensible corazón de Chela de la Vega -admirable cuentista de cuentos, enredada en cuerdas de trompos chilladores de alegría, hacedora de malabares de malabaristas, realizadora de realidades reales- y se decidió traer este singular laboratorio a Guadalajara para que veamos a los que no ven, guiar con seguridad a los que si ven; y a los ciudadanos comprendiendo, ayudando y dando trabajo sin discriminación a quienes se les negó la vista; y a los ciegos sintiéndose necesitados, útiles y capaces.  

La ausencia de luz en este emotivo viaje, y el encontrar a dos personas excepcionales rodeadas de vidas en total oscuridad, nos hacen ver que…¡Hay una luz en el camino….!
Hoy mismo se está inaugurando este impresionante laboratorio en el Museo del Trompo Mágico, a donde se puede acudir -dada la tecnología implicada- solo en visitas programadas y previa cita.

Es una dicha tener en Guadalajara, la oportunidad de vivir un laberinto oscuro -y real- que ha sido todo un suceso en las principales ciudades del mundo.

deviajesyaventuras@informador.com.mx

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